INGENIERÍA: TUBERÍAS LIBIAS Y EL PETRÓLEO DEL SIGLO XXI
Una ballena en el Sahara
› Por Esteban Magnani
Quien recorra los desérticos paisajes de Libia, medio muerto de sed, puede tener la suerte de ver chorros de agua de varios metros de altura surgir imprevistamente del arenoso suelo, como si una ballena deambulara por allí. No se trataría necesariamente de una alucinación producto de la falta de líquido sino del resultado de alguna de las pinchaduras que aparecieron en los últimos años en las tuberías del gigantesco y original plan que realiza ese país del norte de Africa, el “Gran Proyecto del Río Hecho por el Hombre” (nombre que, hay que reconocerlo, suena mejor en inglés: Great Man-Made River Project). Se trata de un sistema que bombea y distribuye aguas fósiles acumuladas en la zona durante varios miles de años, cuando el desierto era un vergel húmedo y rico.
Agua fosil
Se dice comúnmente que el agua será en el siglo XXI tan valiosa como el petróleo. En Libia, el paralelo es más claro que en ninguna otra parte. Es que en los ‘50 una empresa que se encontraba perforando el suelo en busca de petróleo se encontró con un gigantesco reservorio de agua fragmentado en pequeños lagos subterráneos (el caso es exactamente al revés que el del primer pozo petrolero argentino, ver recuadro). Estos lagos se encuentran a unos 500 metros de profundidad y son producto de la acumulación de las lluvias caídas en un período de hace entre 38.000 y 10.000 años, cuando Libia era una gran sabana con los animales típicos del Africa profunda: elefantes, jirafas y algunos pocos hombres que daban los primeros pasos de la agricultura. Ese agua se acumuló en numerosas cuencas subterráneas de suelo rocoso que se extiende a varios países vecinos.
El acuífero, así se llama técnicamente, suma una superficie similar a la de Alemania y es capaz de saciar la sed del desértico país africano –de 5,6 millones de habitantes– durante más de un siglo. El ahora amigo de los estadounidenses y líder libio, Muammar Kadafi, quien lleva más de tres décadas en el poder, propuso al comienzo de su dictadura construir “la octava maravilla del mundo” capaz de abastecer de agua a todos los ciudadanos libios y a sus campos. El inicio del proyecto, cuyo presupuesto es de 27 mil millones de dólares, se retrasó por el bloqueo que sufrió este país en los años ‘80 y su primera parte se inauguró en 1991.
Se trata de una obra realmente faraónica para un país del tercer mundo, aunque no es muy conocida en Occidente, y su costo sólo se justifica por la dificultad creciente de obtener agua dulce. En todo caso es fuente de orgullo para los libios y motivo de propaganda para Kadafi, por lo que circulan cifras para el asombro: se utilizaron 5 millones de toneladas de cemento, si se apilaran todos los pozos hechos sumarían 70 veces la altura del Everest, los cables de acero que se utilizaron podrían dar la vuelta a la Tierra 280 veces.
El agua extraída de los 1300 pozos existentes se transporta por medio de una cañería formada por unas piezas de hormigón encastradas de 75 toneladas y 4 metros de diámetro cada una, enterradas en las arenas del Sahara. Así forman un río entubado con un caudal comparable al del río Támesis (5 millones de metros cúbicos diarios) y cuya extensión es de unos 4 mil km que deben sumarse a otros 2 mil km de acueductos, más que la distancia total entre Ushuauaia y La Quiaca. Tan enorme era el proyecto queen algún momento incluso se especuló con que se utilizaría para transportar tropas en secreto.
Algunas complicaciones
Pero el desierto y el agua están ofreciendo su resistencia. Cada tanto alguna parte del entubamiento aparece entre las cambiantes dunas y se deteriora lo suficiente como para que aparezca una pinchadura capaz de lanzar un chorro de agua de 30 metros al aire, lo que representa una verdadera catástrofe y detiene el flujo. Es que hasta allí deben moverse grúas de 450 toneladas capaces de manipular los segmentos del tubo para repararlos. Los ingenieros debieron idear un nuevo sistema para de reducir la corrosión que produce la presión del agua y el desierto.
Si el agua es el petróleo del siglo XXI, los libios tendrán que tener cuidado para que la historia de sangre que caracteriza el petróleo no se repita cuando sus reservas empiecen a cotizar más alto en el mercado internacional.
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