Mientras usted lee estas líneas, el suelo bajo sus pies se está
moviendo. De una manera tan imperceptible como inevitable, la corteza terrestre
se desliza. Además de estos suaves desplazamientos, la superficie del
planeta sufre movimientos específicos de gran intensidad que son capaces
de derribar edificios y convertir campos de pastoreo en extensas lagunas. ¿Pueden
estas vibraciones afectar a la ciudad de Buenos Aires? ¿Es posible que
los edificios porteños se sacudan?...
Organizado por el Planetario Galileo Galilei, el martes pasado se realizó
en la confitería del Hotel Bauen (Callao 360) el segundo encuentro del
ciclo 2004 de Café Científico; esta vez los temblores fueron el
eje de la tarde. La pregunta estaba servida: ¿Puede haber terremotos
en Buenos Aires? Para hallar la respuesta, el público escuchó
atentamente las exposiciones de la geofísica Nora Sabbione (jefa del
Departamento de Sismología e Información Meteorológica
de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad
Nacional de La Plata) y del geólogo Víctor Ramos (vicedecano de
la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y además director
y profesor del Laboratorio de Tectónica Andina del Departamento de Geología
de dicha institución).
El próximo Café Científico será el 18 de mayo a
las 18.30 y tendrá como título “Cometas: apariciones y curiosidades
de las estrellas con cabellera”. La entrada es libre y gratuita.
El año en que (no) estuvimos en peligro
Nora Sabbione: En los últimos años, la mayoría de los terremotos
que se perciben en Buenos Aires ocurren en la regiones de Chile y Cuyo. Si bien
la Capital Federal no tiene actividad sísmica importante, el suelo sobre
el que se encuentra la ciudad es blando, lo cual produce que las ondas generadas
por los terremotos se amplíen. Los edificios vibran de diferente manera
según las características de su estructura y de los materiales
que se usaron durante la construcción. Algunos son más sensibles
que otros. Las edificaciones más afectadas son las torres, como por ejemplo
las de la zona de Retiro. La ciudad tiene edificios cada vez más altos
y a medida que uno se eleva del suelo, las perturbaciones se perciben más.
Y se van a seguir percibiendo, porque inevitablemente los terremotos van a seguir
ocurriendo.
Víctor Ramos: Para saber si puede haber terremotos en un determinado
lugar, uno se puede valer, por ejemplo, de las imágenes satelitales.
En ellas se busca si hay evidencias de algún terremoto importante que
haya cortado la corteza terrestre. Si se observa una imagen de Buenos Aires
tomada a 300 km de altura se puede ver que no hay ninguna evidencia al respecto.
Las imágenes de San Francisco (Estados Unidos) son completamente diferentes:
en seguida se distingue una serie de rayas que cortan la ciudad. Son las fallas
(fracturas de la corteza terrestre). Bajo esta ciudad norteamericana hay muchos
rasgos que indican que la corteza terrestre se está quebrando. En Buenos
Aires, no hay un solo elemento que indique semejante cosa. En toda la región
del Río de la Plata, Uruguay incluido, no hay ningún tipo de actividad
que muestre que la ciudad se esté rompiendo.
La mayor parte de los terremotos se producen en los límites de las placas,
que son pedazos de la corteza terrestre que se desplazan lentamente. Buenos
Aires está en el medio de una placa, así que podemosestar tranquilos.
Una cosa es tener focos de terremotos debajo de la ciudad (tal como ocurre en
San Francisco) y otra es percibir los efectos de terremotos que están
ubicados en los márgenes de las placas y que tardan 4 o 5 minutos en
llegar. Aquí se puede llegar a sentir un terremoto, pero se trata de
movimientos producidos a mil o dos mil kilómetros de distancia. No provienen
de fuentes que estén debajo de la ciudad. Se trata de una diferencia
fundamental: debajo de Chile se está rompiendo la corteza terrestre.
Lo que nosotros percibimos es la onda de esos terremotos, que llega a Buenos
Aires muy atenuada. Si se produce un terremoto en la ciudad chilena de Coquimbo,
por ejemplo, ese movimiento llega al Río de la Plata a los 3 o 4 minutos
de manera muy amortiguada. Podemos mirar tranquilos a Buenos Aires, aquí
no hay fallas por ningún lado. Lo que llegan son movimientos muy atenuados.
Nada se nos va a caer.
Sacudidas y sacudones
Nora Sabbione (continúa): Un terremoto es un cambio en el equilibrio
elástico que hay en la Tierra. Nuestro planeta no está estático,
no está quieto. Tiene vida exterior e interior. Cuando se produce un
terremoto lo que ocurre es que ese equilibrio elástico (que en realidad
no es permanente) se perturba, cambia. El material del que está compuesta
la Tierra se rompe; para que ello suceda actúan fuerzas que provocan
un desplazamiento. Eso es lo que hace que se libere energía bruscamente
en un instante muy corto, que se propaga alejándose del lugar en el que
se produjo.
El radio de la Tierra es de 6371 kilómetros. Hacia el interior, el planeta
está dividido en distintas porciones. La porción más fina
es lo que se llama corteza, luego viene el manto y después el núcleo.
Nuestro planeta está dividido así porque las características
elásticas de los materiales (por ejemplo, la densidad) son distintas
en cada una de estas tres secciones.
Ahora bien, los terremotos se pueden clasificar en función de su origen
y la profundidad a la que se generan. Con respecto a la profundidad, los terremotos
pueden ser superficiales (que son los que ocurren desde la superficie hasta
los primeros 70 km), intermedios (van hasta los 300 km) y profundos (que son
los que llegan hasta 700 km). En cuanto a la clasificación por el origen,
hay dos grandes grupos de terremotos: los que ocurren por causas naturales y
los que se originan en causas artificiales. En el primero (temblores que ocurren
por causas naturales) se encuentran los tectónicos, que son los que provocan
más daño. Esos son los que a veces se perciben en Buenos Aires.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que ciertas actividades del hombre contribuyen
a generar estos fenómenos. Muchas veces, explosiones nucleares o de grandes
fábricas de productos químicos, han generado pequeños temblores.
El humor de la gallina
Ramos (continúa): Los terremotos afectan a la humanidad desde hace muchísimos
años. Los chinos fueron los campeones en desarrollar sistemas de predicción
de temblores. Ellos tenían hasta a las gallinas trabajando para pronosticar
movimientos de la Tierra. En Oriente se dieron cuenta de que, antes de los terremotos,
las aves se ponían nerviosas. Así generaron toda una serie de
redes de comunicación para percibir ese estado de nerviosismo de los
animales previo a los terremotos. Ahora se sabe que hay una serie de frecuencias
bajas que se originan en el basamento terrestre. Estas vibraciones se forman
a veces antes de los terremotos y, a veces ocurren aunque luego no haya temblores.
Las gallinas se alteraban al percibir estos sonidos. El mundo occidental, con
toda su parafernalia, trató de mejorar este sistema chino con una serie
de mediciones cuantitativas. Actualmente América del Sur se está
desplazando hacia el Oeste. Al moverse, va chocando con la placa que está
al lado y el continente se arruga, se pliega y asciende. Es decir que los terremotos
producen fracturas, esas fracturas apilan las rocas y, al apilarse las rocas,
se levantan las montañas. En América del Sur hay una gran cantidad
de sismos que se concentran en la región de los Andes Centrales. La cordillera
de los Andes está en plena actividad. Cada año, los Andes se acortan
de cinco a seis milímetros. La mayor parte de esa actividad se desarrolla
al pie de la cordillera. En Argentina, todas las ciudades grandes de la región,
como La Rioja, San Juan y Mendoza están puestas en las zonas de máxima
deformación.
El 20 de marzo de 1861 se produjo un terremoto trágico que destruyó
completamente la ciudad de Mendoza y mató a una gran cantidad de personas.
Luego de la catástrofe, la gran pregunta era ¿dónde construimos
la nueva ciudad? Todo el mundo estuvo de acuerdo en que había que abandonar
el sitio original y levantar las nuevas casas en otro sitio. Después
de varias consultas con especialistas norteamericanos y europeos, siguieron
los consejos de un geólogo que recomendó que el nuevo pueblo se
erigiera al sur de las ruinas de la ciudad vieja. Allí se trasladaron
y comenzaron la construcción, con tan mala suerte que el centro de la
nueva ciudad quedó justo arriba del punto en el que se había producido
el terremoto original. Como si fuera poco, un par de años después
llegaron los ingenieros ingleses para instalar el ferrocarril y vieron un terraplén
natural hermoso que tenía dos o tres metros de altura. Los señores
ingenieros no lo dudaron un instante y pusieron las vías sobre ese terraplén,
que está exactamente sobre la “cicatriz” de la falla que
había sido centro del gran terremoto de 1861.
Todo es historia
Sabbione: Con respecto a los terremotos históricos, hay maneras de estudiar
cómo fueron. Dentro de la sismología existe una rama que se llama
“paleosismología” en la que se hacen trabajos de campo para
determinar las características de los terremotos pasados. Se realizan
observaciones del terreno, de la corteza de los árboles y de otros vestigios
que permiten recabar información. En nuestro país hubo un terremoto
muy importante en Salta en el año 1692. Este dato llegó hasta
nosotros a través de los registros que llevaban los curas. También
existen testimonios históricos dejados por marinos que circunstancialmente
estaban en el lugar.
Ramos: En 1894 hubo un terremoto de gran magnitud en La Rioja. Murió
muchísima gente y destruyó completamente la ciudad. Sólo
quedó en pie una capillita del convento de San Francisco, que era lo
único que estaba construido con piedras. Otro terremoto famoso es el
que se produjo en San Juan el 15 de enero de 1944 y arrasó con gran parte
de la ciudad. Luego, se mandó al lugar a un geólogo para que estudiara
cómo había sido el proceso de destrucción. Esos trabajos
permitieron reconstruir el lugar de manera de evitar futuras desgracias. Además,
como consecuencia del movimiento del suelo sanjuanino, se conocieron Perón
y Evita, lo cual generó otro tipo de movimiento. Pero esa historia podemos
dejarla para otro día.
Cuando pase el temblor
Sabbione: La cantidad de calor que desprende la Tierra y se va al espacio cada
año es, aproximadamente, de 1028 ergios. Un ergio es la unidad de la
energía, según un determinado sistema de medición. En la
Tierra se producen anualmente alrededor de veinte mil terremotos. De ellos no
todos se sienten ya que algunos son muy pequeños. La energía que
se libera anualmente por terremotos es de alrededor de 1025 ergios. La bombaatómica
del archipiélago de Bikini, por ejemplo, fue de aproximadamente 1019
ergios. Un terremoto de magnitud intermedia libera aproximadamente una energía
de 1020. Los grandes terremotos del siglo veinte –como el que se produjo
en Valdivia en 1960 o el de Alaska de 1964– permitieron ver que en casos
extremos, cuando hay grandes temblores, la Tierra vibra totalmente. Es entonces
cuando el planeta oscila en conjunto y se generan ondas en la superficie que
pueden llegar a desplazarse recorriendo 7 veces toda la superficie terrestre,
lo cual equivale a una distancia de un millón de kilómetros.
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