En el gran país de la ciencia, la lingüística siempre estuvo rezagada a la sombra de las grandes provincias del conocimiento: la física, la biología y la matemática. Tal vez, porque no tuvo la suerte –ni la pretensión– de ser una “ciencia exacta”; aunque eso, lejos de constituir una falta, nunca le molestó demasiado. Como ciencia que estudia el lenguaje y los fenómenos que lo rodean, la lingüística se hizo fuerte con los años, desde la gramática, la filología, la comparación de las lenguas y la semiología, ayudada por supuesto por aquellos hombres y mujeres que con sus batallas epistemológicas se elevaron al pedestal de los próceres (así están, por ejemplo, el suizo Ferdinand de Saussure, famoso por su libro Curso de Lingüística General y el norteamericano Noam Chomsky).

Sin embargo, su caída en esa posición subsidiaria es ridícula. Leer un libro, un análisis o una tesis arropada en sus aras aporta más que sorpresa: de hecho, despliega ante los ojos del lector un mundo lingüístico desconocido, pero no ajeno. La revelación, así, la brindan desde los libros clásicos como el de Saussure –en el que marcó para siempre los límites que separan la lengua del habla y el significado del significante– a aquellas obras dedicadas a diseccionar las estrategias didáctico-instructivas de las notas de salud que pululan con tanta asiduidad en los diarios. Este último es el caso del libro de Susana Gallardo (doctora en Letras y responsable del Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA), Los médicos recomiendan: un estudio de las notas periodísticas sobre salud, en el que desmenuza y expone el proceso comunicativo –para nada espontáneo– de la divulgación de temas médicos que, por su relación estrecha con la vida cotidiana de las personas, ejerce un gran impacto en el público y pueden generar grandes expectativas y desencantos. A partir de la descripción de un conjunto de 58 artículos periodísticos publicados entre 1998 y 1999 en los diarios Clarín y La Nación, Gallardo presta atención -detallada y prolijamente– a las estrategias retóricas y léxicas que recorren y moldean las notas de salud: la recomendación, advertencias y consejos reconfortantes; la reformulación (que comprende acciones lingüísticas como la definición, cambios en la sintaxis), explicaciones y justificaciones; sinonimia (para establecer una equivalencia entre los términos científicos y los vocablos del lenguaje cotidiano); paráfrasis; comparaciones y analogías... y muchas otras operaciones que ponen de manifiesto una realidad indiscutible: la ciencia es básicamente una actividad comunicativa.