LIBROS Y PUBLICACIONES
ASQUEROSOLOGIA ANIMAL
La ciencia de las cosas que dan asco
Sylvia Branzei
Ediciones Iamiqué, 84 páginas
› Por Federico Kukso
No satisfecha su curiosidad con el libro Asquerosología de la cabeza a los pies, la dupla conformada por la física Carla Baredes y la bióloga Ileana Lotersztain (responsables de la editorial Iamiqué) vuelve rápidamente al ruedo y presenta en sociedad la adaptación en castellano de la segunda entrega de esta serie de libros excitantemente asquerosos dedicados a introducir al público infantil (y adulto también) en los aposentos poco formales de la ciencia. Se trata en esta ocasión de Asquerosología animal (Animal Grossology, según su versión original en inglés) de la norteamericana Sylvia Branzei. Vómitos, pis, granos y glándulas sudoríparas, que antes atraían con su olor desde las páginas de Asquerosología de la cabeza a los pies, ahora son reemplazados por las costumbres extrañas y desagradables de sanguijuelas, babosas, piojos, mohos y humanos, todo en pos de despertar la curiosidad y el afán de conocimiento “de chicos de 10 a 110 años (y padres y maestros en aprietos)”, según recomiendan Baredes-Lotersztain.
El libro, traducido por el biólogo Diego Golombek, comienza con una división atractiva: así están los “engullidores de vómito” (moscas, pájaros bebé, estrellas de mar y ranas); los “fabricantes de baba” (babosas, pepinos de mar y mohos babosos); los “chupadores de sangre” (sanguijuelas, garrapatas, piojos, chinches) y por último, pero no menos importantes, los “amantes de la caca” (perros devoradores de caca, lombrices solitaria, escarabajos pelotero).
Minucioso, a medio camino entre la descripción naturalista y la sorpresa shockeante del dato, Asquerosología animal describe de un modo nuevo, nada apelmazado y con buen ritmo las peripecias y características de los habitantes del mundo natural con apoyo en la anécdota histórica (no falta alusión a Darwin y sus famosas ranas; y al uso medicinal de las sanguijuelas en el siglo XIX, por ejemplo) y el experimento casero.
Tampoco faltan, por supuesto, las divertidas y amenas ilustraciones de Jack Keely y las analogías más alocadas, para acercar a la ciencia al lector y hacerle saber de una vez por todas que siempre en el mundo hay algo nuevo y divertido, se lo mire por donde se lo mire.
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