LIBROS Y PUBLICACIONES
› Por Federico Kukso
O cómo los científicos imaginan lo invisible
Gabriel Gellon
Siglo XXI, 238 págs.
Lo que hoy es obvio fue alguna vez una ridiculez. Y así lo será seguramente por siempre, pues las ideas vigentes, aquellos saberes que trepan y se fortalecen tanto que en ciertas ocasiones saltan a la nube del dogma, suelen tener un debut algo polémico. O bien las descartan rápidamente como disparates (vaya a saber uno cuántos avances habrán corrido con esa mala suerte) o bien procuran aparecer en silencio, sin causar tanta conmoción inicial. La teoría atómica –una de las grandes teorías científicas de todo el tiempo–, por ejemplo, tuvo un recorrido bastante sinuoso y de miles de años de extensión que concluyó finalmente con su aceptación (total y triunfal) recién a principios del siglo XX.
Pero, ¿cómo llegaron los científicos a convencerse de que los átomos realmente existen? ¿Cómo se llegó a creer que la materia está hecha de “paquetes” de materia con vacío entre medio? A responder esas preguntas justamente apunta el biólogo Gabriel Gellon, un investigador con amplia experiencia en educación en ciencias que en su último libro Había una vez el átomo de la colección “Ciencia que ladra...” se introduce en la intimidad misma de la materia para lograr así dar una visión general del funcionamiento del universo que permite entender de una vez por todas el cambio y la permanencia.
Así como lo hizo en su anterior libro, El huevo y la gallina, Gellon vuelve a combinar el recurso histórico con la explicación teórica, aportando a sí una mirada más amplia de cómo llegamos a saber que el mundo está hecho de átomos, átomos que no se ven y de los cuales no hay ninguna prueba directa de su existencia. Había una vez... es, pues, un verdadero racconto de la evolución de una idea (más bien un cúmulo de ideas) que debutó en el pensamiento occidental como una entidad imaginaria de la mano de los griegos Demócrito y Leucipo en el siglo III a.C., sobrevivió casi olvidada durante la Edad Media, escandalizó a los religiosos del Renacimiento y consiguió la aprobación total en un congreso (el congreso de Karlsruhe) a principios del siglo pasado.
Como era de esperarse, el autor se toma el tiempo para pasar un rato por cada figura central en esta historia: John Dalton (en su momento físico y en su momento químico), Thomas Harriot, Antoine Lavoisier, Joseph Gay-Lussac, Mendeleyev. Aun así los momentos más candentes son cuando narra las polémicas y rechazos del átomo: cuando al atomismo se lo asociaba a un férreo ateísmo (pues afirmaba y afirma que los eventos no son más que interacciones entre objetos materiales sin ningún espíritu o voluntad detrás de ellos). Por suerte los átomos sobrevivieron. Su elegancia intelectual fue más fuerte.
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