LIBROS Y PUBLICACIONES
› Por Federico Kukso
Un falso conflicto
Stephen Jay Gould
Crítica, 232 págs.
El conflicto entre la ciencia y la religión, que cobró vuelo a partir de la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII y que tantas veces se resolvió mediante la intolerancia y la violencia, parece no disiparse. Cambia de forma, se reactualiza y toma nuevo impulso, ya sea con la persistencia ignorante de los neocreacionistas (o los defensores de la teoría del diseño inteligente) que reivindican la lectura literal de la Biblia o con las afirmaciones de Ratzinger. A pesar de retractaciones confusas y parciales, este choque –tan cargado por la emoción– aún no está resuelto. Y quizá nunca se resuelva.
Entre todas las voces que confluyen en el asunto se distinguen tres posturas bien claras: la reflexiva (representada por el filósofo Daniel Dennett), la conflictiva (con Richard Dawkins a la cabeza) y la pacifista, cuyo máximo exponente fue el paleontólogo Stephen Jay Gould (1941-2002), cuyas obras e ideas, como ocurre con los grandes autores, lo sobreviven y siguen dando vueltas sin perder su vitalidad o peso de fondo. Por eso, su ensayo Ciencia versus religión: un falso conflicto (Rock of Ages: Science And Religion in The Fullness of Life) no es viejo ni del todo desactualizado, aunque haya sido publicado en 1999.
Allí donde otros ven contradicciones, el autor de La falsa medida del hombre advierte esferas que no han de pisarse. Redondeada en el concepto de “magisterios que no se superponen (MANS)”, su hipótesis es que religión y ciencia son campos tan distintos que no pueden chocar (“la ciencia intenta documentar el carácter objetivo del mundo natural y desarrollar teorías que coordinen y expliquen tales hechos; la religión, en cambio, opera en el reino igualmente importante de los fines, significados y los valores humanos”, señala). Los roces surgen, según Gould, cuando una esfera se entromete en la otra.
En clara oposición al sincretismo (que busca unificar ciencia y religión) y con el tono ameno y sustentado con datos y experiencias personales que lo caracteriza, Gould insiste en que la disputa entre ciencia y religión está sólo en la mente de las personas, con lo cual –es necesario señalar– tal vez peque de ingenuo al no ver el panorama en detalle y al pensar que los autoritarismos se esfuman si uno cierra los ojos y pretende que, como los fantasmas, no existen.
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