La cuestión del cáñamo y sus variaciones geográficas, la heroína sintetizada de la morfina en 1874 por el inglés C. R. A. Wright como terapia para “terminar con la adicción a la morfina”, la cocaína, defendida, impulsada y recetada por Freud, la conocida raíz indígena de los hongos alucinógenos, entre otras historias, bien que introductorias al mundo científico de la droga, son las que cuenta Las drogas. El farmacólogo francés Denis Richard enlaza la información, atinadamente, con análisis y descripciones desde el punto de vista estrictamente químico, y muestra cómo interactúan las drogas y el cerebro. Equidistante de la apología irracional y de la condena retrógrada, acrítica y ahistórica –como la que blanden los defensores de la “tradición familia propiedad”–, Richard no exagera ni desdeña los efectos nocivos de las drogas. Por poner sólo un ejemplo: en el caso de la marihuana, si bien da el listado completo de los numerosos problemas físicos que médicamente se ha detectado que puede provocar (disminución de la capacidad intelectual sobre todo), relativiza: “No tiene objeto inquietar o señalar con el dedo al consumidor por unas simples señales de consumo crónico que no están claramente establecidas ni son constantes”.
La deplorable traducción merece un párrafo final. La lectura obliga a sortear un verdadero enjambre de “cartujos” (léase porros), “preparativos” (en realidad preparados), “la imaginaria social” (desde luego, el imaginario), entre otros horrores. Pero las palmas se las lleva el haber traducido “ostracismo” cuando la palabra era sin dudas “xenofobia”: “la cannabis fue declarada criminal en un trasfondo de racismo y de ostracismo (evidentemente contra negros y portorriqueños)”.

M.D.A.