Entre las víctimas que se cuentan después de tres décadas de neoliberalismo está, sin duda, el trabajo. La utopía capitalista exige niveles de consumo muy altos mientras crea empleos basura o, directamente, desempleo, a la par que rompe lazos sociales, genera individualismo y pone en la mira a quienes no aceptan pasivamente ese lugar. Aunque el consumo pretenda ser el gran estructurador de la vida neoliberal, si no hay un trabajo que lo sostenga, las contradicciones se hacen inocultables. El libro El trabajo frente al espejo, escrito por investigadores del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del Conicet y compilado por Osvaldo Battistini, se dedica en sus artículos a describir ese escenario en el que se mezclan jóvenes con trabajos basura, piqueteros, movimientos de desocupados, trabajadores de fábricas recuperadas y demás.
Los artículos reconocen la influencia de un contexto de disciplinamiento y, la mayoría, lo rastrea en entrevistas y estadísticas: “Los jóvenes somos como un pueblo sin cultura... y siempre es más fácil manejar a la gente sin cultura”, dice la cajera de un hipermercado en el que el promedio de edad de los empleados es de 24 años. Nuevas identidades, nuevos imaginarios, nuevos roles sociales y nuevas resistencias en un libro que condensa años de investigación.