Sáb 29.01.2005
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EL JULIO VERNE DEL GOLF

NewScientist

Hasta ahora se podían esperar dos cosas del golf: partidos secos de emociones fuertes capaces de durar horas y horas o la pomposidad de un deporte de élite en el cual no era necesario cargar con un cuerpo herculiano para embocar la pelotita. A nadie se le había ocurrido que desde el seno de un juego tan reglamentado como el golf podía salir un curioso libro plagado de predicciones y pispeos al futuro. Sin embargo, así fue: una novela escrita en el siglo XIX que predijo cómo sería el mundo de hoy se subastó la semana pasada en la casa escocesa Lyon & Turnbull de Edimburgo.

El interesante libro en cuestión –encontrado en una tienda de saldos de segunda mano– fue escrito por el golfista profesional Jack McCullogh (bajo el seudónimo J.A.C.K.) y se llama Golf in the Year 2000 or What Are We Coming To (Golf en el año 2000 o adónde vamos a parar). Forma parte de una colección de 400 tomos sobre golf escritos en prosa por este desconocido autor victoriano y cuenta la historia del ávido golfista Alexander J. Gibson, quien cae en un profundo sueño el 24 de marzo de 1892 y despierta el 25 de marzo, pero del año 2000, para toparse con un mundo totalmente cambiado y con grandes transformaciones sociales: se puede viajar de Londres a Nueva York en dos horas y media; hay televisores; trenes bala, relojes digitales, mujeres que trabajan y usan ropa masculina (“el sueño de mi vida anterior se hizo realidad. Soy un hombre feliz por haberlo visto. Las mujeres trabajan mientras los hombres juegan al golf. Espléndido”, dice el protagonista). Como se ve, muchas de estas predicciones se hicieron realidad. Pero no todas: por ejemplo, McCullogh dice que en el año 2000 se iba a poder controlar el tiempo meteorológico y así asegurar buenas condiciones para jugar al golf; que el Congreso británico estaría compuesto por un 50% de mujeres (el porcentaje actual es el de un 18%), y lo más curioso: que en vez del fútbol, la obsesión del mundo sería el golf, juego que ocuparía más horas que trabajo en la vida de las personas.

Habrá, entonces, que comenzar a prestarle más atención al deporte de los geniales Jack Nicklaus y Tiger Woods y aguardar (sentados) nuevas predicciones.

EL TESORO ESCONDIDO

SCIENTIFIC AMERICAN

Los miembros de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) se encargan muy bien de voltear o desestabilizar cualquier gobierno extranjero que se atreva a contrariar la política de la Casa Blanca, se las arreglan para espiar (con y sin satélites) a sus enemigos y son sagaces a la hora de entrenar a insurgentes para que cumplan con su intereses sucios. Pero pese a todo eso, según parece, no son capaces de resolver un enigma que descansa a los pies de sus oficinas: se llama Kryptos (que en griego significa “escondido”) y nadie sabe exactamente qué dice, salvo su creador, el artista Jim Sanborn, quien emplazó la escultura criptográfica hace 15 años en las afuera de la cafetería de los cuarteles de la CIA en Langley, Virginia.

Hecha de metal, granito, cuarzo y madera, Kryptos tiene forma de “S” y emula a una página de papel saliendo de una impresora. Sus 1800 caracteres (se los puede ver en www.odci.gov/cia/information/tour/kryptos_code.html) guardan un secreto aún no revelado completamente. Sólo tres personas fueron capaces de quebrar partes ínfimas del código y dar con piezas del mensaje cifrado (una sección es un poema y otra es parte del diario del arqueólogo Howard Carter en el que describe la apertura de la tumba de Tutankamón en 1922).

Para hacerla más complicada, en una de sus tantas declaraciones públicas en las que aprovecha para deslizar una ayudita, Sanborn dijo que el texto –además de tener errores gramaticales intencionales– es un acertijo y se requiere estar dentro de la CIA para solucionarlo. Puede que el artista haya escondido algo dentro de las oficinas, pero no es seguro.

Los criptógtafos amateurs piensan que ahora que Kryptos fue mencionado al pasar por Dan Brown en El código Da Vinci más gente le preste atención a la escultura y de una vez por todas alguien acabe con tanto misterio.

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