Sáb 17.08.2002
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NOVEDADES EN CIENCIA

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ARCHAEOLOGY
Rastros del chocolate más antiguo
El chocolate, se sabe, es un antiguo invento americano. Pero, ¿cuán antiguo? Recientes evidencias, descubiertas en Belice, sugieren que los mayas preparaban bebidas a base de cacao varios siglos antes de Cristo. Según ya se sabía, los mayas consumían grandes cantidades de bebidas a base de cacao, aunque también mezclaban esos granos con otros alimentos, como el maíz y la miel. Y durante mucho tiempo, los arqueólogos han encontrado vasijas y jarras donde preparaban esas espumosas bebidas. A partir de esas (y otras) evidencias, se supo que el consumo de chocolate se remontaba hasta el año 400. Sin embargo, parece que hay que retroceder la fecha mucho más. Hace poco, un equipo de investigadores norteamericanos, encabezado por Jeffrey Hurst (de la compañía Hershey Foods, de Pennsylvania), analizó unas especies de teteras de barro (foto) encontradas en Colha, un pequeño pueblo al norte de la también pequeña nación centroamericana de Belice. Y mediante un cuidadoso análisis químico, Hurst y sus colegas detectaron sutiles rastros de cacao en el interior de esas antiguas jarras de largos picos. Lo más sorprendente es que la datación de esas piezas arqueológicas reveló que tienen 2600 años de antigüedad. Y eso indicaría que los mayas ya bebían infusiones de cacao hacia el siglo VI o VII antes de Cristo, mil años antes de lo que se pensaba. Hershey sospecha que, probablemente, los mayas utilizaban estas jarras para pasar el chocolate caliente de una a otra, hasta generar una bebida con espuma. Según algunas fuentes históricas, eso era lo que más les gustaba a los mayas de sus bebidas de cacao.

Ranas que cargan a sus crías
En Nueva Guinea existen dos especies de ranas sumamente especiales. Por empezar, las Liophryne shlaginhaufeni y Sphenophryne cornuta no pasan por la etapa de renacuajos sino que directamente salen de sus huevos ya convertidas en versiones miniatura de las ranas adultas. Pero eso no es todo. Tal como descubrió el biólogo estadounidense David Bickford, de la Universidad de Miami, a poco de nacer, estas ranitas se suben al lomo de su padre e inician un viaje de nueve días. “Los machos suelen cargar hasta 28 crías, y es sorprendente ver cómo ellas van pegadas a ambos lados de su padre”, dice Bickford, asombrado ante esta rareza única en el mundo de las ranas. Durante ese viaje, y con el correr de los días y las noches, las ranitas van separándose de su padre, cayendo en distintos lugares. Según el científico, mediante este mecanismo, la rana macho ayudaría a garantizar la supervivencia de su descendencia: por un lado, evitando durante el viaje las zonas plagadas de predadores. Pero a la vez, la misma dispersión de las crías en distintos sitios reduciría su propia competencia por los alimentos. Serán sólo pequeños anfibios, pero no son nada tontos.

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