NOVEDADES EN CIENCIA
EL ATAQUE DE LAS MEDUSAS GIGANTES
NewScientist
¿Se imagina
medusas de un metro de diámetro, ciento cincuenta kilos de peso y, encima,
venenosas? Bueno, cosas así existen: se llaman Stomolophus nomurai, fueron
identificadas en 1920, y, tal como cuenta la revista New Scientist, desde hace
unos meses han vuelto a proliferar en las aguas del mar Amarillo (que se extiende
frente a China, Corea del Sur y la costa occidental de Japón). Desde
agosto, más de mil S. nomurai han quedado enganchadas en las redes de
los barcos pesqueros japoneses: Todos los días buena parte de nuestros
esfuerzos se dedican a quitar a estas medusas de las redes, dijo un muy
preocupado oficial de pesca nipón al Japan Times. Es que estos moluscos
han reducido las capturas de peces, camarones y langostinos a la mitad. Y encima,
buena parte de ellos aparecen enfermos y descoloridos por culpa de las toxinas
que liberan las medusas atrapadas en las redes.
Al parecer, esta aparición de las monstruosas medusas es la más
importante desde 1958. ¿Motivos? No están del todo claros, pero
el biólogo marino Toru Yasuda sospecha que hay dos circunstancias que
favorecerían su proliferación y crecimiento: el aumento de las
temperaturas marinas en la región y la limpieza de las aguas (porque
las escasas lluvias registradas en 2002 significaron una menor llegada de contaminantes
terrestres al mar).
OVO LITERATURA
nature
La arqueología está acostumbrada a las sorpresas. Pero hay sorpresas
y sorpresas: durante una serie de excavaciones realizadas en un antiguo puerto
egipcio, un grupo de investigadores británicos encontró un huevo
de avestruz escrito, en árabe, con una poesía y fragmentos de
El Corán. La insólita pieza tiene más de 500 años
y, tal como se ve en la fotografía, está bastante bien conservada.
El huevo fue hallado junto a los restos de un antiguo mausoleo en el puerto
de Seir, Egipto, frente al mar Rojo. En el siglo XV este puerto fue un importante
centro de comercio entre la India y Medio Oriente. Era un lugar de trabajo
cotidiano, con edificios construidos con ladrillos de barro, dice el descubridor
del huevo, el arqueólogo David Peacock (Universidad de Southampton, Inglaterra).
¿Pero qué hacía allí un huevo escrito? Al parecer,
los huevos eran objetos sagrados para los árabes y los egipcios, y esa
tradición provenía de las más antiguas tradiciones religiosas.
La pieza en cuestión presenta algunas citas de El Corán y una
poesía que, según un equipo de traductores, describe el viaje
del alma y lamenta la muerte de un ser querido. Y si bien es cierto que los
versos no mencionan a persona alguna, los expertos creen que están dedicados
a un hombre joven y rico. Según Peacock, esta curiosa pieza arqueológica
seguirá siendo estudiada durante los próximos meses.
IMAGEN CAPTURADA EN UNA MOLECULA
NewScientist
Cuando se suponía
que la información no se podía contraer más y hacerla caber
en espacios aún más pequeños que los actuales, un grupo
de científicos de la Universidad de Oklahoma, en Estados Unidos, anunció
haber logrado lo que muchos pensaban imposible: guardar una imagen digital en
una simple molécula, al menos por una décima de segundo. El notable
experimento realizado por un equipo de investigadores encabezado por el profesor
de química Bing Fung consistió en encajonar en una molécula
de cristal líquido de 19 átomos de hidrógeno una imagen
en blanco y negro de 1024 bits de información con un método al
que bautizaron como fotografía molecular.
La cuestión es que todos los átomos de hidrógeno no son
iguales entre sí: pueden contener diferentes cantidades de energía
que les da un particular giro o spin. Para embotellar la imagen
en la molécula, lo primero que hicieron los científicos fue codificarla
en ceros y unos para poder procesarla fácilmente por una computadora.
Luego bombardearon la molécula con un pulso electromagnético que
contenía 1024 diferentes frecuencias de radio (de 400 megahertz) cuya
amplitud correspondía a unos y a ceros (de la imagen en cuestión)
y alteraron los estados de spin de los átomos de hidrógeno.
La imagen, un cuadrado de 32 pixeles, se guardó en la imbricada y compleja
interacción del momento magnético de los protones.
Según afirma Fung, en teoría, 19 átomos de hidrógeno
con dos estados de spin podría albergar, cada uno, entre 219 y medio
millón de bits de información.
Ahora bien, como no es posible leer a simple vista esta información impresa
en la molécula, le dispararon un segundo pulso con una pequeñísima
alteración en su frecuencia y midieron con un instrumento de resonancia
magnética nuclear los cambios que se producían. En fin, un experimento
a decir verdad fascinante que deja picando la pregunta por los límites
de la miniaturización y el procesamiento de la información, y
en qué momento la naturaleza va a decir basta.
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