Sáb 11.01.2003
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NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades de ciencia

La dieta en la europa de hace 8000 años

Tal como sugiere el registro arqueológico, parece que la mayoría de los asentamientos europeos de hace alrededor de 10.000 años se ubicaba cerca del mar o junto a las orillas de los ríos. Y por eso mismo había buenas razones para pensar que la dieta de aquellos antiguos pobladores de Europa se basaba principalmente en pescado, y también en diversas plantas y frutas (abundantes en tierras húmedas y fértiles). Pero el resultado de una nueva investigación, publicado en la revista Discover, indica que, al menos en ciertos casos, los europeos de aquel entonces comían mucha carne. Recientemente, el arqueólogo británico Glyn Davies, de la Universidad de Sheffield, realizó un meticuloso estudio físico-químico de un fémur fosilizado encontrado junto al río Trent de Inglaterra. Según Davies, el hueso habría pertenecido a una mujer (apodada Lady Trent) que vivió hace más de 8 mil años. Y a partir de ciertos patrones químicos (especialmente la presencia de isótopos de carbono y nitrógeno, que son los que distinguen una dieta basada en vegetales de una basada en carnes rojas), el científico determinó que “aquella mujer tenía una dieta casi exclusiva de carne, y apenas complementada con frutas y plantas”. Y hay otro detalle que refuerza esa imagen: cerca del fémur de la mujer se encontraron huesos de gatos salvajes, bisontes y ciervos con marcas de cortes. Pero no de peces. Al parecer, aquella mujer de hace 8 mil años y los suyos “no se quedaban quietos –dice Davies– y eran más cazadores que recolectores”.

Jupiter canta las 40

El rey de los planetas del Sistema Solar acaba de presentar a un nuevo integrante de su numerosa corte: su luna número 40. Y todo indica que no será la última. Según las revistas especializadas Sky & Telescope y Astronomy, el descubrimiento ocurrió durante la noche de pasado 31 de octubre, cuando el astrónomo estadounidense Scott Sheppard estaba monitoreando a otras lunas jovianas con uno de los telescopios ubicado en la cima del volcán Mauna Kea, en Hawai. Fue entonces cuando tropezó con un raquítico punto de luz que cambiaba lentamente de posición (ver foto). Durante las semanas siguientes, Sheppard y su equipo siguieron la trayectoria orbital de S/2002 J1 (tal como se lo ha bautizado). Y hace poco, en su circular 8035, la Unión Astronómica Internacional anunció formalmente el hallazgo.
Al parecer, S/2002 J1 mide sólo 3 o 4 kilómetros de diámetro. Tarda 748 días en dar una vuelta alrededor de Júpiter, recorriendo una órbita muy inclinada (163) con respecto al ecuador del planeta, y a una distancia promedio de 23,8 millones de kilómetros (unas 60 veces la distancia Tierra-Luna). Con esta “luneta” (que, dicho sea de paso, es la número 23 que Sheppard y los suyos descubren en torno al gigante), Júpiter reafirma su primer puesto en la lista de los planetas con mayor cantidad de satélites (le siguen Saturno con 30 y Urano con 21). Y habrá que estar atentos, porque estos cazadores de lunas continuarán su pesquisa.

Langostas bien orientadas

Según parece, ahora a las pobres langostas de mar les podrán decir de todo, menos desorientadas. Resulta que estos simpáticos (y comestibles) crustáceos poseen un notable sentido navegacional que les permite leer pequeñas variaciones en el campo magnético terrestre, según demostró recientemente un equipo de biólogos de la Universidad de North Carolina (Estados Unidos). Hasta ahora se creía que sólo algunos animales vertebrados (como aves y tortugas marinas) eran miembros del exclusivo club animal cuyo único requisito de ingreso era poseer un fuerte sentido de orientación y navegación que les permitiese encontrar un buen regreso a casa. Pero los científicos estadounidenses anunciaron que esta prestigiosa elite debía ampliarse e incluir un nuevo integrante, en este caso, invertebrado: la hasta ahora considerada torpe Panulirus argus o langosta caribeña.
El experimento que hicieron fue así: primero capturaron a un grupo de langostas jóvenes en los cayos de Florida y las pusieron en la oscuridad de tanques de agua bien cubiertos. Después, las transportaron siempre dentro de los tanques, a sitios entre 12 y 37 kilómetros de su lugar de origen, y les cubrieron los ojos para que no intentasen orientarse con la vista (con la posición del sol o las estrellas, por ejemplo). Allí, en los tanques de laboratorios marinos, los pequeños crustáceos se movieron siempre en dirección a su hábitat de origen: las langostas que estaban en depósitos al norte, se dirigieron hacia el sur, las que estaban al sur, al norte. “Al parecer hay algo en el sistema nervioso de las langostas que les permite monitorear el invisible campo magnético que existe alrededor de su hábitat y detectar pequeñas variaciones de los campos de otros lugares para identificar su camino a casa”, describió el biólogo Larry Boles, director del equipo de científico. Es más: las más recientes teorías se basan en el descubrimiento de una sustancia natural rica en hierro (llamada magnetita biogénica) en los cerebros de estos bichos, que respondería a las variaciones del campo magnético terrestre. Unos animalitos, por cierto, muy requeridos en los restaurantes con menús marítimos, que saben de la importancia de casa y cómo llegar rápidamente a ella.

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