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Trapos eran los de antes
Usualmente, la moda se asocia a lo superficial, lo vano, lo estético
y, cómo no, a mujeres bellas y esbeltas (o anoréxicas, según
el diseñador de turno). Pero lo cierto es que los vestidos dicen mucho
más de lo que se cree sobre la cultura de una época: sus relaciones
de poder, las divisiones de clase, así como sobre su carácter
y temperamento (que muchas veces se expresan en la abundancia o escasez de colores
y voluptuosidad de las telas). Y, como todo elemento de cultura, siempre hay
un ejemplar al que se considera sino el primero, el más viejo. En el
campo de la moda, tal honor le corresponde a un traje egipcio de lino (del que
se conserva únicamente la parte superior, ver imagen) de unos 5 mil años.
La prenda, que cuenta con mangas cuidadosamente bordadas, forma parte de una
colección de artefactos egipcios que será exhibida en un edificio
especial a construirse en el predio de la Universidad de Londres (Reino Unido),
gracias a una donación de 4,9 millones de libras esterlinas recaudadas
por la Lotería Británica.
El vestido (del 3000 a.C.) tiene su historia: a comienzos del siglo XX, William
Flinders Petrie (considerado el padre de la arqueología científica)
lo encontró dentro de una tumba a 80 km al sur de El Cairo. De allí
lo llevó a Inglaterra hasta que, en 1913, la colección (que está
compuesta por “sólo” 80 mil piezas) fue adquirida por la
Universidad de Londres. Todo bien hasta que comenzó la Segunda Guerra
Mundial y la colección Petrie (tal es su nombre) fue trasladada a dos
habitaciones encima de la caldera de la Universidad para protegerla de los bombardeos.
Allí, el viejo vestido, que según se cree perteneció a
un aristócrata egipcio de la primera dinastía faraónica,
salió airoso de inundaciones y de las altas temperaturas que lo acosaban,
hasta que fue rescatado recién en 1977. Y desde entonces, sólo
los especialistas la han visto.
La moda egipcia tuvo sus peculiaridades. Los egipcios no sólo se vestían
con camisas: también tenían túnicas, fajas, faldas, taparrabos
triangulares, pañuelos, gorros y guantes, entre otros, todos muy sencillos,
y la mayoría hechos con materiales vegetales y en tonos claros (el preferido
era el blanco). A lo cual le agregaban un toque de distinción: por razones
higiénicas, faraones, sacerdotes y escribas acostumbraban llevar la cabeza
afeitada, o se dejaban algún mechón colgando. Aún más,
la moda egipcia fue poco vistosa y muy conservadora: casi no cambió en
treinta siglos. Así como los papiros, las momias, las pirámides
y los sarcófagos, la ropa que usaron los egipcios cuenta, siglos después,
los secretos de su cultura y sus gustos más cotidianos.
Scientific American
¿Galaxias sin materia oscura?
A diferencia de sus parientas espiraladas, parece que en algunas galaxias elípticas,
la famosa “materia oscura” es escasa o directamente inexistente.
A partir de distintos indicios gravitacionales (movimientos extraños
de masas de gas y estrellas), los astrónomos concluyeron que la materia
observable de las galaxias es apenas entre un 10 y un 20 por ciento de la cantidad
total que verdaderamente contienen. Y que el resto corresponde a una componente
invisible (que permitiría la cohesión gravitacional de las galaxias).
Sin embargo, un grupo de astrónomos británicos dice que algunas
galaxias elípticas serían la excepción.
Aaron Romanowsky (Universidad de Nottingham) y su equipo estudiaron el movimiento
de decenas de nebulosas planetarias (restos de estrellas similares al Sol) desparramadas
en los bordes de varias galaxias elípticas. Para eso recurrieron a un
espectroscopio acoplado al telescopio William Herschel (de 4,2 metros de diámetro).
A diferencia de lo que esperaban, los astrónomos no encontraron pistas
de materia oscura “tironeando” y acelerando a esas nebulosas planetarias:
“en lugar de eso, observamos que su velocidad era relativamente baja,
como si hubiese muy poca, o incluso ninguna, materia oscura en tres de las galaxias
elípticas”, dice el astrónomo británico. “Es
apresurado decir que las elípticas carecen de materia oscura, ahora vamos
a examinar a otras veinte”, cuenta su colega Michael Merrifield.
NewScientist
Un antigua dios americano
Un grupo de arqueólogos norteamericanos y peruanos acaba de encontrar
en Perú un fragmento de calabaza muy especial: por empezar, tiene más
de 4 mil años. Y además, contiene la imagen de un antiquísimo
dios americano. La pieza fue hallada en pleno valle del río Patavilca,
a unos 200 kilómetros al norte de Lima. Esa región estuvo densamente
poblada entre los años 2600 y 2000 antes de Cristo. Sus habitantes solían
construir grandes monumentos de piedra y pirámides, pero no esculpían
la piedra y aparentemente tampoco fabricaban cerámicas.
La figura de la calabaza, encontrada por la expedición arqueológica
al mando de Winifred Creamer (Universidad de Illinois), corresponde a una deidad
conocida en culturas andinas más recientes, y se la suele llamar “dios
del bastón”, porque varias veces aparece sosteniendo una varilla.
Tiene dientes en forma de colmillos y pies grandes, chatos y con garras. Y hasta
ahora es la imagen más antigua de este dios: la datación mediante
isótopos de carbono indica que la calabaza tendría unos 4450 años.
Por otra parte, este singular hallazgo empuja mil años hacia atrás
las evidencias de religión en el continente americano. “Es un hallazgo
afortunado –dice, jugando un poco con el tema, el arqueólogo Richard
Burger, del Yale Peabody Museum, en New Haven– encontrar algo así,
tan bien preservado, es estar bendecido por los dioses.”
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