NOVEDADES EN CIENCIA
tiburones: un secreto de su velocidad
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Además de su espectacular diseño hidrodinámico, los tiburones
tienen otro truco que les permite nadar a gran velocidad: simplemente, se hinchan
para tensar al máximo su piel. Como se sabe, los esqueletos de estos
grandes peces, que pueblan todos los mares del planeta, no están formados
por huesos, sino por cartílagos. Y eso les da a sus cuerpos una notable
flexibilidad que, desde el punto de vista de un nadador, no es del todo favorable.
Sin embargo, un biomecánico estadounidense ha descubierto que, para compensar
esa flexibilidad, recurren a una notable estrategia. Adam Summers, de la Universidad
de California, viene estudiando a los tiburones desde hace años. Y últimamente,
trabajó con un grupo de cazones que introdujo en un gran estanque de
su laboratorio. Summers les colocó unos sensores de presión sobre
la piel, justo por detrás de sus aletas dorsales, y luego los dejó
nadar. Y fue así como se dio cuenta que la presión de la piel
de los animales subía a medida que aumentaban su velocidad.
La piel de los tiburones es gruesa, y está cubierta por una suerte de
malla de duras fibras de colágeno que no se estiran. “En lugar
de permitir la expansión del cuerpo, es una especie de refuerzo”,
dice Summers. Y esa presión extra les ayuda a ganar aún más
velocidad (pueden nadar a más de 50 o 60 km/hora). “En cierto modo,
se trata de una caja de velocidades incorporada: cuando nadan lentamente, sus
cuerpos están menos tensos –dice el científico norteamericano–,
pero a la hora de acelerar, automáticamente tensan su piel al máximo.”
las manos de los neanderthal
nature A esta altura, ya nadie discute que el Hombre de Neanderthal era una criatura sumamente inteligente, práctica y dotada de ciertos rasgos culturales, como el arte y los ritos mortuorios. Y ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature agrega otro interesante detalle sobre estos homínidos que vivieron en Europa y Cercano Oriente por más de 200 mil años, y que se extinguieron hace unos treinta mil: al parecer, la habilidad manual de los Neanderthal era equiparable a la nuestra. Y eso terminaría con las ideas que asocian su desaparición con cierta torpeza en sus manos, y la consecuente imposibilidad de elaborar herramientas sofisticadas. Tomando como referencia los pocos fósiles de manos de los Neanderthal que se conservan en buen estado, Wesley A. Niewoehner y sus colegas de la Universidad de California, en San Bernardino, armaron modelos tridimensionales por computadora para recrear los movimientos de los dedos. Y descubrieron que, entre otras cosas, sus pulgares podían tocar la punta de sus dedos índices, un toque de habilidad comparable al de sus primos sapiens. Según Niewoehner, las simulaciones demuestran que, al revés de lo que muchos suponían, los Neanderthal podían manipular materiales crudos con gran destreza para construir herramientas de piedra sofisticadas. Sin embargo, dice el científico, “a pesar de que podían producir herramientas de alta calidad, como los humanos más modernos, los Neanderthal no recurrían tan seguido a ellas, sino que enfatizaban el uso de la fuerza”. Más allá de los hallazgos de Niewoehner, otros investigadores, como el paleoantropólogo inglés Chris Stringer, sospechan que seguramente hubo sutiles diferencias anatómicas en las manos a favor del Homo sapiens que inclinaron la balanza a su favor.
en las redes del delfin
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Hay animales que no dejan de sorprender al hombre. Y si se detecta en alguno
de ellos características hasta ahora pensadas sólo como exclusivas
del hombre, el asombro crece aún más. Entre quienes se llevan
todos los aplausos están, sin duda, los delfines: suelen moverse en grupos
con un líder, poseen jerarquía social, personalidad, carácter
y estados de ánimo, pueden llegar a vivir 40 años y, de acuerdo
con ciertos científicos, su inteligencia supera a la de los perros y
es similar a la de los chimpancés. Ahora, una nueva investigación
descubrió otra particularidad de estos mamíferos acuáticos:
tienen una estructura social similar a la humana en la que despliegan redes
comunicativas con las que intercambian de forma eficiente la información
(comunicándose a través de vocalizaciones y de ondas sonoras de
ultrasonidos). El autor del estudio es el zoólogo David Lusseau (Universidad
de Otago, Nueva Zelanda), que desde hace siete años observa a una comunidad
de 64 delfines nariz de botella (Tursiops Truncatus) en la zona de Doubtful
Sound. Allí, realizó un estudio matemático del comportamiento
social de estos mamíferos. Y llegó a la conclusión de que
integran una suerte de red organizada de tal manera que les permite a sus individuos
una transferencia rápida de información del ambiente y de sus
peligros (más que nada la presencia en los alrededores de depredadores
como orcas y tiburones).
En su investigación, Lusseau pudo identificar que la dinámica
del conjunto de delfines giraba en torno de “centros” de asociación
e intercambio de datos, rol desempeñado por las hembras adultas. Así,
para difundir ciertos datos del ambiente, la información circulaba indefectiblemente
por medio de estos centros y se diseminaba en el colectivo de delfines (de hecho,
la estructura es muy similar a la de la World Wide Web).
La investigación de Lusseau añade información a una serie
de estudios que se vienen realizando desde principios de los ‘90 que tienden
a barrer con ciertos mitos construidos alrededor de la figura del delfín:
al parecer, no son tan bondadosos como parece, ya que se han detectado casos
de delfines que matan a sus crías (supuestamente por considerarlas como
un obstáculo para el apareamiento). La Marina de Estados Unidos bien
que hace uso de ello: algunos ya forman parte de sus filas y los emplean –como
ocurrió en la reciente guerra contra Irak– para detectar minas
submarinas. Sin duda, hay delfines que no son ningún Flipper.
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