NOVEDADES EN CIENCIA
SCIENTIFIC AMERICAN
Hasta en los calzoncillos
Cada vez más, la tecnología se inmiscuye en los intersticios más
íntimos de la vida humana. El reloj de pulsera no llama más la
atención; los anteojos no estremecen a nadie y, poco a poco, los teléfonos
celulares se disimulan como extensiones de brazos y orejas. Lo único
que faltaba era que chips y otros electrodos se adosaran a las prendas íntimas
que uno lleva todos los días. Y así fue: científicos holandeses
del Laboratorio de Investigación de Philips en Eindhoven acaban de lanzar
al mercado un nuevo tipo de ropa interior inteligente que promete hacer furor.
La razón: salvan vidas.
Confeccionados con un sistema de sensores internos, los corpiños, calzoncillos
y bombachas de esta línea monitorean, registran y analizan los latidos
del corazón de quien los calza. En caso de emergencia (por ejemplo, un
ataque al corazón), los sensores que adornan estas prendas se conectan
automáticamente a través de tecnología inalámbrica
a un teléfono celular que solicita una ambulancia y avisa a familiares
y médicos.
Con un sistema de energía de consumo “ultrabajo”, el nuevo
equipo inalámbrico de monitoreo puede recolectar información por
un lapso de tres meses en sus 64 Megabytes de memoria interna y ayudar a los
médicos a hacer un buen diagnóstico.
Karel Joosse, director del proyecto, ya promociona estos trapos íntimos
como si fuera todo un publicista: “Son realmente muy cómodos para
usar; los pacientes ni se dan cuenta que llevan puesta ropa interior especial”.
Lo que Joosse no aclaró fue si él ya probó estos “calzoncillos
electrónicos”, especialmente, en un día de lluvia.
NATIONAL GEOGRAPHIC
Lo que dijo el elefante
Al igual que las ballenas, los elefantes son bastante parlanchines: a través
de gritos infrasónicos y ruidos de muy baja frecuencia –alrededor
de 20 Hz– por debajo de la capacidad de captación del oído
humano, estos paquidermos son capaces de enviar mensajes y advertencias en ocasiones
a más de un kilómetro de distancia. Además, cuentan con
un rudimentario lenguaje del que hasta ahora un equipo austríaco liderado
por la científica Angela Horvath-Stoeger en el zoológico Schoenbrunn
en Viena descubrió al menos 70 señales distintivas. Según
la zoóloga, a un pequeño elefante africano macho llamado Abu le
tomó sólo 4 meses entender los distintos elementos del lenguaje.
Además de valerse de sonidos vocales, los elefantes también se
comunican mediante el tacto, la vista (ya se detectaron 160 signos visuales
diferentes), señales químicas y hasta a través de golpes
al suelo con la generación de una onda sísmica.
Complejo como su estructura social (basada en relaciones familiares estrechas),
el lenguaje del elefante sirve de medio para las expresiones de ira, simpatía,
deseo sexual, jugueteo, y otro variado conjunto de emociones de este animal
capaz de detectar (por las vibraciones en el suelo) tormentas y terremotos a
más de 200 km de distancia.
La gran incógnita –que ahora Horvath-Stoeger pretende disipar con
su viaje a Africa– es si el lenguaje del elefante es el mismo en todas
partes del mundo o si, como los seres humanos, han desarrollado diferentes dialectos
para comunicarse unos con otros.
nature
El polen y los naufragios
Como si tuvieran una propiedad intrínseca especial, los naufragios de
barcos antiguos despiertan casi desde siempre curiosidad. Tal vez sea por los
tesoros que muchos de estos navíos pudieron haber transportado en sus
arcas o por todos aquellos piratas con parches en un ojo que quizá dieron
una manito para que estas naves se fuesen a pique.
Sea como fuere, buscadores de naufragios en el mundo hay miles. El francés
Serge Muller de la Universidad de Montpellier II es uno de estos fanáticos
de los barcos hundidos y, en su fanatismo, con una pizca de ciencia desarrolló
un método para identificar de qué puerto y en qué año
zarparon muchas de estas naves hundidas. El elemento principal de su estudio
es el polen que, según el especialista, funciona como una “huella
dactilar” de la especie de plantas del lugar del astillero donde fue construido
el barco. Estos polvillos fecundantes se pueden encontrar con facilidad en la
pegajosa resina utilizada para sellar el casco del navío.
El método puede ser de gran utilidad para historiadores y arqueólogos.
Muller ya lo aplicó para rastrear los orígenes del “Baie-de-l’Amitié”,
un naufragio de 2000 años de antigüedad que ahora yace cerca del
puerto de Cap d’Agde, al sur de la costa de Francia. Con el análisis
del polen (del platanus, un árbol que para entonces sólo crecía
al este del Mediterráneo), Hohlfelder concluyó que el barco fue
construido al este de Italia. También fortalecen la hipótesis
el hecho de que parte del polen hallado también procede de hojas Haplophyllum,
de especies que crecen al este italiano.
Datos como estos pueden forzar a historiadores a revisar algunas de sus ideas
sobre el transporte antiguo. Hasta ahora, muchos creían que naves pequeñas
como la “Baie-de-l’Amitié” solamente se usaban para
transportar carga por pequeñas distancias. Pero los análisis de
Muller indican que claramente este barco viajó a través del Mediterráneo.
Como se ve, el polen puede ser una buena herramienta para los detectives de
barcos hundidos. Sus granos (que constan de una célula con un solo núcleo)
son muy pequeños (apenas perceptibles a simple vista) y tienen generalmente
color amarillo o naranja y, menos frecuentemente, rojo, azul, púrpura
o blanco. Y, además de estar cubiertos por una exudación cerosa
que los hace pegajosos y facilitan que se adhieran al cuerpo de los insectos,
pueden preservarse por millones de años.
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