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EL MUNDO POR UN ARCA
No se llama Indiana Jones y la película no es En busca del arca perdida.
Pero casi, casi, le roza los tobillos. El empresario hawaiano y activista cristiano
Daniel McGivern está ultimando los detalles de una megaexploración
que el 15 julio de este año irá hacia donde nadie ha ido antes:
tras los restos de la bíblica Arca de Noé (si es que tal cosa
existe). Para tal emprendimiento, McGivern ya convocó a diez valientes
(arqueólogos, geólogos, glaciólogos y científicos
forenses, entre otros bichos raros) a quienes convenció de que la embarcación
–supuestamente, de unos 15 metros de altura y 25 metros de ancho por unos
150 metros de largo– descansaría a 5435 metros de altura, en una
de las laderas del monte Ararat (Turquía). Lo que más alienta
al empresario es un par de fotos satelitales, tomadas tanto por la empresa privada
DigitalGlobe (ver imagen) como por el Quick Bird –el satélite de
mayor resolución del mundo–, que muestran algún tipo de
objeto (o “anomalía”) emergiendo de la nieve derretida, tras
los deshielos del pasado verano boreal (el más caluroso desde el siglo
XVI).
Si bien previos intentos de retratar la zona y ver qué había allí
fallaron calamitosamente uno tras otros (por falta de resolución de las
imágenes y extrema nubosidad, entre otras calamidades para los fanáticos
que leen la Biblia al pie de la letra), los rumores se hicieron miles cuando
en 1957 pilotos de la Fuerza Aérea turca avistaron una estructura en
forma de bote en la provincia de Agri y cuando un extraño objeto fue
detectado en esa zona en 1949 por un avión espía de la CIA. Incluso,
no faltan los relatos –sin base científica– que fortalecieron
el mito: una expedición rusa en 1918, que contó con la bendición
del zar Nicolás II, y la prohibición desde 1982 de visitar la
zona por quejas soviéticas de espionaje. La cuestión es que por
ahora nadie volvió con señal alguna del arca.
“Estamos 98 por ciento seguros de que es el Arca –dijo McGivern,
exultante y con los dedos cruzados–. Vamos a fotografiarla y, si Dios
quiere, todos ustedes la verán.” Sólo le faltó decir:
aunque usted no lo crea.
Science
REGALO DEL CIELO
Del cielo suelen caer muchas cosas: nieve, agua, granizo, meteoritos y hasta
ranas y sapos (esto puede ocurrir cuando un tornado o un huracán pasa
sobre un estanque o lago y, además de agua, levanta de prepo varios anfibios).
Pero hasta ahora a nadie se le pasó por la cabeza que un mineral totalmente
desconocido pudiera caer como regalo del cielo. Y menos de un lugar tan cercano
como nuestra eterna compañera, la Luna. El susodicho fue bautizado como
“hapketita”, en honor al geólogo Bruce Hapke, quien hace
30 años predijo la existencia de este compuesto de hierro y silicio en
el satélite natural terrestre. Sin embargo, pese a las advertencias de
Hapke, nadie se topó con semejante material. Hasta ahora, seis científicos
estadounidenses de la Universidad de Tennessee acaban de anunciar el hallazgo
de este novísimo material (nuevo para ojos humanos, claro está)
en un meteorito lunar, que cayó en la superficie de la Tierra en enero
de 2000.
La composición de este meteorito de 251,2 gramos —llamado Dhofar
280 (ver foto) y que se estrelló en el desierto de Omán—
es de hierro y silicio en una proporción de 2 a 1 (Fe2Si). El estudio,
dirigido por Mahesh Anand, del Instituto de Geociencia Planetaria (Estados Unidos),sugiere
que el depósito de metales en vapor caliente es capaz de alterar las
características de la superficie de planetas y lunas sin aire.
Según Anad, la hapketita probablemente se forma cuando pequeñas
partículas (micrometeoritos) de alrededor de 0,1 milímetro de
diámetro impactan a cien mil km por hora en la superficie lunar y pulverizan
lo que encuentran a su paso (el “blanco” se derrite en cuestión
de segundos, vaporizando metales y causando así cambios químicos
y estructurales). Desde que terminó el mayor bombardeo de grandes asteroides
en la Luna, más o menos hace 380 millones de años, los micrometeoritos
han sido los agentes más importantes en la modificación de la
superficie de la Luna, dejando en cada golpe, en cada cachetazo lunar, toda
clase de sorpresas.
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