NOVEDADES EN CIENCIA
SE NECESITAN MUJERES
“Si eres mujer, de entre 25 y 40 años, manejas fluidamente el inglés
y/o el francés, no fumas, mides más de 1,85 m de altura, gozas
de buena salud y no estás excedida de peso, eres la indicada para esta
apasionante misión.” Tranquilamente así podría haber
comenzado el aviso clasificado con el que el Instituto Francés del Espacio
y Fisiología (Medes) –que depende de la Agencia Espacial Europea– se
garantizaba llenar los cupos de su convocatoria para un curioso experimento
espacial. Pero no. Los europeos prefirieron apostar por lo seguro y regaron
por e-mail las agencias espaciales del mundo para que hagan correr la noticia:
necesitan mujeres, varias mujeres. Exactamente 24 de ellas.
Pero antes de que cualquier despistado vaya a pensar mal, los científicos
del Viejo Continente se dignaron en aclarar que las necesitaban para una loable
razón: ésta es, anticiparse en tierra a los problemas médicos
que podrían desatarse en las misiones espaciales que fueran a durar más
tiempo del acostumbrado. Para hacer esos tests, ya tienen todo listo. Todo lo
que les falta son las voluntarias que deberán pasar 60 días en
cama (en las posiciones más incómodas que se puedan imaginar),
así como estar dispuestas a que cada uno de sus movimientos sea atentamente
captado en video, completamente aisladas en Toulouse, Francia, a partir de enero
de 2005. Los científicos son tan buenos que permitirán que sus “conejitas
de India” lleven libros, música, televisores y computadoras personales.
A quienes se animen a participar en esta especie de reality show espacial diseñado
para emular la ausencia de gravedad, se les pagará 15.200 euros. Es que
los encargados de este proyecto están ansiosos de ver cómo reacciona
el cuerpo femenino en situaciones extremas como éstas.
Quienes deseen arriesgarse deberán atravesar un cuestionario de 17 páginas,
análisis médicos bastante invasivos, exámenes de sangre,
entrevistas varias y muchos tests psicológicos para asegurar que una vez
contratadas no se vayan a volver más locas de lo que están.
LA IMPORTANCIA DE (SIMPLEMENTE) LLAMARSE
Noticias como ésta pueden esperanzar, hastiar (más de lo que
están) o definitivamente hundir en la desazón a todos aquellos/as
desdichados en el amor: según una nueva investigación conducida
por la psicóloga cognitiva Amy Perfors (del Massachusetts Institute
of Technology, en Estados Unidos), el nombre que cada ser humano lleva a cuestas
tendría mucho que ver en el tedioso pero siempre interesante juego de
la seducción. ¿Cómo? De acuerdo con Perfors, los sonidos
vocales del nombre podrían ni más ni menos que influenciar en
la manera en que se juzga el atractivo del rostro de una persona.
En el disparatado estudio –condensado en un paper de una sola página
y que va en contra de aquella noción saussureana que dice que la asociación
entre significante y significado es arbitraria–, Perfors subió a
la página www.hotornot.com (que podría traducirse más
o menos como www.atractivoono.com) 24 fotos de hombres y mujeres acompañadas
por etiquetas con sus respectivos nombres (no necesariamente los verdaderos),
para que los visitantes las puntuaran de 0 a 10 según su atractivo.
Después de la primera votación, la científica –quien
cree que estos cambios funcionan a nivel subconsciente– puso nuevamente
online las mismas fotografías pero con nombres diferentes y esperó a
que los internautas nuevamente opinaran. Sorpresivamente descubrió que
la puntuación cambiaba dependiendo del nombre que se adjuntaba a la
imagen. Por ahora, la investigación tuvo en cuenta nombres ingleses.
Así, para los hombres un buen nombre debe contener sonidos vocales que
se pronuncian en la parte frontal de la boca, como “e” (Ben) o “i” (Phil).
En cambio, nombres con sonidos fonéticos como “u” u “o” (Paul,
por ejemplo) en la primera sílaba tienden a llevarse menos puntos.
En las mujeres, la cosa funciona al revés. Aquellas con nombres como “Laura” ranquean
más alto; sin embargo, aquellas que se llamaban Amy (es decir, con sonidos
vocales más cortos) fueron menos votadas.
Pero, a no desesperar: “Si usted es una persona linda con un mal nombre —apaciguó Amy
Perfors–, usted seguirá siendo más atractivo que una persona
fea con un buen nombre”. Como se ve, el nombre no es, para nada, lo de
menos.
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