Sáb 02.10.2004
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NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

TORMENTA DE ESTRELLAS [Sky & Telescope]
A su lado, el huracán Jeanne –que destrozó el sudeste norteamericano y Haití– es un poroto, o mejor dicho, una tenue brisa de verano. Las cifras no mienten: se extiende por unos tres millones de años luz (o sea, 283,5 billones de kilómetros) y descarga toda su furia sobre dos grupos galácticos integrados uno por mil galaxias y el otro, por 300. Y aunque todavía no le encajaron un nombre, despliega toda su personalidad. Se trata de la “perfecta tormenta cósmica” –como la bautizaron los miembros del grupo internacional de astrónomos que la descubrió con el Observatorio XMM-Newton de la Agencia Espacial Europea– y no es otra cosa que una enorme colisión de grupos galácticos (como si fuese el choque de dos frentes meteorológicos) que se desata a 800 millones de años luz de la Tierra.
“El panorama del clima cósmico muestra una tormenta y el pronóstico de buen tiempo es bueno a largo plazo, es decir unos 7000 millones de años”, explicó el astrónomo estadounidense Patrick Henry de la Universidad de Hawaii.
Uno de los cúmulos en cuestión es conocido como Abell 754 y los astrónomos estudiaron con el observatorio de rayos X los violentos choques entre galaxias, estrellas y, tal vez, planetas, y compilaron suficiente información como para confeccionar un mapa de las condiciones meteorológicas cósmicas con sus respectivas temperaturas, presión, densidad. Y, por supuesto, ya arrojaron un pronóstico del tiempo. “Uno de los cúmulos aparentemente golpeó al otro desde del noroeste y desde entonces lo atraviesa –comentó Alexis Finoguenov del Max Planck Institute for Extraterrestrial Physics en Alemania–. Ahora, la gravedad hará su trabajo: durante unos mil millones de años, los despojos del primer cúmulo penetrarán el corazón del segundo y la fusión se habrá completado.” Por las dudas, los astrónomos abrirán sus paraguas.

LAS MOMIAS BORRACHAS [Discover]
Una ruta perdida en el medio de la desolación o una calle oscura lindante con un boliche de música estridente son dos de los posibles escenarios para que los agentes del orden extiendan sus facultades punitivas y expongan al descuidado transeúnte al ya común soplido del test de alcoholemia. Pero a nadie se le ocurrió hacerlo en la altura del desierto de Atacama y menos a un grupito de momias peruanas que, muertas y todo, no molestan a nadie. Bueno, hasta ahora: Larry Cartmell, director del laboratorio clínico del Valley View Hospital en Oklahoma (Estados Unidos), visitó el norte de Chile y el sur de Perú, y en uno de aquellos momentos en los que hacer nada parece ser el mejor programa, jugó a ser policía y examinó –a través de cromatografía de gases y espectrometría de masas– muestras de cabello tomadas a cinco hombres y a dos mujeres de 15 a 50 años. Todas las momias fueron granjeros de la cultura Maibas Chiribaya y vivieron entre los años 1000 y 1250. Y sin mucha sorpresa halló lo que buscaba: la primera evidencia directa de consumo de alcohol en poblaciones antiguas.
“Es sabido que inmediatamente después de la ingestión, el etanol puede ser medido en cualquier fluido corporal así como en el aliento. Pero detectarlo días, meses, e incluso años después es una tarea bastante difícil, pero posible”, comentó Cartmell.
Sin embargo, está de más decir que el procedimiento del que se valió el científico estadounidense no es para nada original: de hecho, ya hace rato que se descubrieron restos de cocaína y nicotina en las momias andinas. Hasta incluso se detectaron en 1996 momias con tuberculosis que desterraron –al menos por un tiempo– la idea de que los conquistadores españoles trajeron esta enfermedad durante el genocidio americano, además de armas de fuego, espejitos de colores y desidia.

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