Sáb 09.10.2004
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LA CARRERA DE LOS SEXOS

nature Una computadora es capaz de decir muchas cosas: “bienvenidos”, “tenés un e-mail” o, en el peor de los casos, puede elegir las vías del silencio y la desobediencia, ganándose con ello un rosario de insultos por parte del dueño. La máquina del investigador inglés Andrew Tatem (Universidad de Oxford), en cambio, es aún más especial. Además de espetar fórmulas incomprensibles para el ojo desentrenado, escupe noche y día pronósticos deportivos extrapolados a partir de las tendencias actuales. El último dato en aparecer en pantalla dejará con la boca abierta a los amantes del atletismo: si todo sigue como ahora, para los Juegos Olímpicos del año 2156, por primera vez una mujer será más rápida que el hombre en la prueba de 100m llanos con un tiempo de 8,079 segundos.
Tatem y su equipo no son magos. No tienen una bola de cristal que lustrar e incluso nadie hasta ahora los sorprendió ojeando el horóscopo que aparece en el diario. En vez de guiarse por las ridiculeces propuestas por los astrólogos, confían en la crudeza de los números. Así, advirtieron primero cómo durante los últimos 100 años los corredores (y corredoras) vienen cada vez más veloces y sagaces. “Hay una fuerte tendencia en este momento de que tanto hombres como mujeres mejoren sus tiempos en 100 metros en los Juegos Olímpicos, pero las mujeres están aumentando a un ritmo más alto –explicó Tatem–. Hasta el año 2252, la tendencia es claramente positiva: para los Juegos Olímpicos de 2008, por ejemplo, las mujeres podrían ganar los 100 metros con una marca de entre 10,34 y 10,8 segundos y los hombres en 9,73 destrozando el actual record mundial de 9,78 segundos.”
En los cálculos “atléticos” (cuya lista se agrandó con las victorias en Atenas 2004 del estadounidense Justin Gatlin en los 100m con un tiempo de 9,85 segundos y de la bielorrusa Yuliya Nesterenko con 10,93 segundos), no se tomaron en cuenta las posibles “ayuditas” que podrían venir de la mano del doping, ciertas variaciones ambientales o los boicots nacionales capaces de mandar las cifras al diablo.
Lo curioso del asunto, más allá de la predicción deportiva, es la profesión de Andrew Tatem y los suyos: no son ni deportólogos, ni matemáticos ni estadistas sino... zoólogos. Una muestra más de la fecunda sinergia científica.

EL SONIDO DE LA MUERTE

Science Es asombrosa la cantidad de cadenas lingüísticas que una palabra puede despertar y tejer. Contaminación, por ejemplo: petróleo, humo, nafta, coches, dólares, Exxon y muerte vienen a la mente cada vez que se escucha o lee la oscura palabra. Sin embargo, siempre falta alguna. No está del todo claro por qué, pero entre las ausentes asiduas están la contaminación lumínica (terror de los astrónomos citadinos), la contaminación visual (peligro para automovilistas al volante) y la contaminación sonora que, según la Sociedad para la Conservación de Ballenas y Delfines de Gran Bretaña (WDCS en inglés), azota los océanos y causa estragos entre los cetáceos.
Desde hace 60 años, los niveles de sonidos de baja frecuencia se han incrementado en el ambiente marino del hemisferio norte por culpa de sonares militares, grandes embarcaciones y perforaciones en busca de petróleo y gas submarino. La saturación sonora es tal que ya hay evidencias que muestran cómo ballenas y delfines se han vuelto sordos e incapaces de orientarse y comunicarse entre sí (para localizar a una cría o para alertar la presencia de depredadores cercanos).
Por ello, la WDCS lanzó la campaña “Océanos de Ruido” para que el público tome conciencia de este problema hasta ahora invisible (e inaudible) paramuchos y se ponga todo en marcha para la creación y firma de un tratado mundial que no siga el ejemplo de Kyoto y naufrague, como todo, en la nada.

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