Sáb 01.04.2006
futuro

FINAL DE JUEGO

Donde se recuerda a Stansilav Lem

› Por Leonardo Moledo

–No sé por qué –dijo el Comisario Inspector–, pero ese libro que aparece aquí arriba parece interesante.

–Mmmmm... –dijo Kuhn–. Me parece que aquí hay intereses creados. Tampoco sé por qué.

–Voy a leerlo atentamente –dijo el Comisario Inspector–, pero hablando de libros y escritores, esta semana murió Stanislav Lem, el gran escritor polaco, que muchas veces se encuadra en la ciencia-ficción pero que trasciende largamente el género.

–Ya nos hemos referido a él alguna vez.

–Sí –dijo el Comisario Inspector– e incluso conté, resumidamente, un cuento de Lem, “De cómo se salvó el mundo”, que aparece resumido en una contratapa del diario esta semana... ejem... muy interesante.

–La adulación no es mi fuerte –dijo, algo ofuscado, Kuhn.

–Ni el de la policía –dijo el Comisario Inspector.

–Pero ya que estamos, no vendría mal contarlo otra vez, como homenaje -dijo Kuhn.

–Lo recuerdo perfectamente –dijo el Comisario Inspector–. Resulta que Trurl, el inventor, crea una máquina capaz de fabricar cualquier cosa que empiece con N: narices, neutrones, nata, nepotismo, nacimientos, naranjas, naves, ninjas, noches, nemins, ninfas, narcóticos, nornios, nueces, nubes y así. Pero un día invitó a su amigo Klapaucius a verla, y éste, desafiante, le ordenó a la máquina que fabricase “Nada”. Y al instante el mundo empezó a desaparecer, comenzando por los nornios y los nemins, pero enseguida se extendió al resto de las cosas, independientemente de la letra con que empezaran, y cuaras, serezntas, tagarlisks, larias, zits y otras cantidades fabulosas de objetos se precipitaron en la no-existencia, antes de que Trurl consiguiera detener la máquina. Y cuando ambos amigos miraron lo que había quedado, se encontraron con un universo que en su mayor parte es espacio vacío, despojado de las bellas larias y los increíbles nornios, y los maravillosos pers. “¿Y mis amados zits?”, se lamentó Trurl. “¿Dónde están mis zits?” Pero ya era tarde. Ni la máquina ni nada podía devolverlos. Y ésa es la razón por la cual en el mundo no hay zits, y por lo tanto es más triste y más sombrío.

–Está bueno –dijo Kuhn–. Lem era verdaderamente un grande.

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Les gustó el cuento de Lem?

Correo de lectores

ELLE

El sábado pasado, en el suplemento Futuro dedicado a “La ciencia durante la dictadura”, se hace una mención a la revista Elle. En medio de una entrevista al ex decano Pablo Jacovkis, y sin que venga a cuenta de nada, Di Nucci se despacha con su “pregunta”: “Que también la revista de moda Elle, en su último número, se ocupe del golpe y convoque a Tomás Abraham y a Tito Cossa para que se reflexione sobre los 30 años de la dictadura, ¿es un signo alentador en relación con la sociedad argentina o una confirmación de que las celebraciones e indignaciones nacionales responden a intereses más volátiles y cambiantes?”

Como editora general de la revista Elle, me gustaría aclarar que: 1) Desde su aparición en la Argentina, hace 13 años, Elle viene publicando artículos sobre derechos humanos. 2) No es la primera vez que convoca a intelectuales, como Tomás Abraham y Tito Cossa, para opinar sobre temas de actualidad. 3) El magazine de la revista no responde a “intereses volátiles y cambiantes”, sino a una política editorial, que no subestima a sus lectoras. Pero lo más importante son las dos cuestiones de fondo: 1) ¿Con qué derecho alguien podría arrogarse la pertinencia de escribir sobre la dictadura, que sufrimos todos (y aquí recurro a la primera persona porque pertenezco a una familia que sufrió en carne propia la represión)? 2) ¿Por qué suponer que una revista femenina, como Elle, tiene vedados temas tan serios y profundos, limitándose a las banalidades que –parece suponer la nota– interesan a las mujeres?

Los saluda atentamente,

Claudia Pasquini

Editora general, Revista Elle Argentina

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