FINAL DE JUEGO
› Por Leonardo Moledo
–Estoy leyendo el borrador del libro Historia de la materia, que va a publicar la colección Estación Ciencia de la editorial Capital Intelectual –dijo el Comisario Inspector–. Lo que tiene de interesante, lo más especialmente interesante es que, más o menos niega la existencia real de los átomos. Y sostiene que son “construcciones”.
–Desde ya –dijo Kuhn–. Por supuesto que los átomos son construcciones. De hecho, no se trata más que de un arreglo de otras partículas más chicas, que a su vez son arreglos y relaciones de otras partículas más chicas, del mismo modo que una mesa es una construcción y un arreglo de tablas de madera.
–Si no entiendo mal –dijo el Comisario Inspector– la tesis es la siguiente: los físicos pueden analizar la materia atacándola a diferentes niveles de energía. Por ejemplo, calentándola. A todo aquello que resiste ese nivel de energía se lo encierra en “partículas” a las que se les da tal o cual nombre, y cuyas propiedades se “ajustan” para explicar el fenómeno.
–Bueno –dijo Kuhn– eso es lo que ocurrió exactamente con los electrones, que primero se caracterizaron sólo por su masa y su carga, y como no alcanzaba, se les agregó el “spin”.
–Así –dijo el Comisario Inspector–, si uno calienta un sólido, las moléculas o los “átomos” resisten y por lo tanto son útiles. Pero si uno sube los niveles de energía, las moléculas ya no resisten, y entonces, todo se atribuye a los átomos. Y si uno sube aún más los niveles de energía, tampoco los átomos resisten y ya hay que entendérselas con núcleo o electrones, protones, y más tarde, quarks.
–Bueno –dijo Kuhn–, ésa fue mi tesis de siempre: la ciencia es una construcción a partir de ciertos principios que se toman a priori, como los postulados de la geometría.
–Pero yo soy más realista –dijo el Comisario Inspector– y aunque admito que ni el pensamiento humano, ni el lenguaje pueden dar cuenta del universo, me parece que ese planteo sobre la no existencia de los átomos, moléculas, y otras partículas, que sólo emergen a la existencia en ciertos niveles de energía, no hace sino retroceder un paso sin cambiar la pregunta. En efecto, el autor admite que la naturaleza es más proclive a dejarse estudiar en ciertos niveles de energía que en otros. Y entonces, uno puede preguntarse por qué. Por qué, por ejemplo, el nivel de energía que corresponde a los átomos es más “natural” que otro cualquiera, y lo mismo para los núcleos, los protones y demás etcéteras.
–Hay algo que contestar a esto –dijo Kuhn–, pero antes me gustaría saber qué piensan los lectores.
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Existen los átomos o son simples recursos matemáticos y físicos? Y si es así, ¿por qué la naturaleza tiene preferencias por ciertos niveles de energía y no por otros?
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