FINAL DE JUEGO › DONDE SE SIGUE CON EL PROBLEMA DEL BARCO DE TESEO
Final del juego
› Por Leonardo Moledo
–Qué bien –dijo el Comisario Inspector–. Hubo muchísimas respuestas a la paradoja del barco de Teseo, y verdaderamente muy interesantes.
–Se ve que interesó especialmente a nuestros lectores. No podemos publicarlas hoy, pero el sábado que viene les vamos a dedicar un buen espacio.
–Y es que las paradojas de identidad son un problema central de nuestra... –cómo decirlo...– identidad –dijo el Comisario Inspector–. En general, hubo lectores que hicieron hincapié en el “de” con el significado de propiedad, y hubo quienes ponían el énfasis en la forma más que en la sustancia, para decirlo con terminología griega, apropiada para el caso. Y hay quienes pusieron el acento en el significado.
–Pero también la forma o la estructura tiene sus dificultades –dijo Kuhn–.
–Para no hablar del significado –dijo el Comisario Inspector–. Lo que inquieta con el barco de Teseo es el problema de la identidad: ¿soy yo siempre el mismo? ¿Cuándo algo deja de ser lo que es? Muchos lectores lo señalaron. Se condena a muerte a un criminal, y se lo ejecuta diez o veinte años después: ¿se ejecutó a la misma persona a quien se condenó? Y conste que no sólo variaron las células del condenado, sino también sus pensamientos, sus ideas, esto es, su estructura mental.
–No me parece un ejemplo feliz –dijo Kuhn.
–No es feliz, es triste –dijo el Comisario Inspector–, condenas a muerte y todo eso...
–Justamente –dijo Kuhn–, ya me imagino la sonrisa de nuestros lectores...
–La policía está en contra de la pena de muerte –comprendió de inmediato el Comisario Inspector–, pero el ejemplo también vale para quien está cumpliendo una condena a veinte años de cárcel. En el año diecinueve, obviamente no es la misma persona que cometió el delito. Y si no es la misma persona, ¿qué sentido tiene que cumpla ese último año de condena? El sábado que viene volveremos sobre el asunto, y publicaremos lo que hoy no cabe. De paso, avanzo un poco sobre la paradoja del barco de Teseo. Resulta que a medida que van restaurando cada pedazo guardan los trozos deteriorados y los meten en un galpón. Cuando todos los pedazos estén reemplazados, ¿cuál es el “verdadero” barco de Teseo?: ¿el que fue restaurándose de a poco, o el que está apilado en el galpón?
–¿Y si una máquina es capaz de compactar el barco de Teseo en un centímetro cúbico? ¿Ese pedazo de materia compactada sigue siendo el barco de Teseo? –dijo Kuhn.
–Y al revés, si uno tiene la lista de todos los materiales que componen el barco de Teseo, los planos de construcción, la gente para construirlo y todo lo que haga falta para terminarlo, pero disperso, ¿tiene el barco de Teseo? Un armador, seguramente diría “ya lo tengo”, y en cierto sentido es cierto. Pero también es verdad que no se puede navegar en él.
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué diría Teseo de todas estas especulaciones sobre su barco?