FINAL DE JUEGO
Donde se aplica el argumento de Hume a los gatos y se platea otro enigma numérico
› Por Leonardo Moledo
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. Alejandro Satz envió la solución al enigma del sábado pasado (24 se puede formar de la manera pedida como ( 3 + 3/7 ) . 7), y nos escribió nada menos que Angélica Gorodischer, autora de maravillosos Buchs.
–Sí –dijo Kuhn con fastidio– pero su carta es demasiado larga.
–Angélica previó ese comentario...
–Y, por otra parte, Alejandro Satz me acusa de ser “insidiosamente persuasivo”, de tener prejuicios y de que esos prejuicios me llevan al error.
–Los lectores son maravillosamente lúcidos –dijo el Comisario Inspector, encantado.
–¿Pero qué significa “insidiosamente persuasivo”? –dijo Kuhn–. Son meras palabras sin sentido.
–El problema de Hume interesa a nuestros lectores, e interesa a todo el mundo –dijo el Comisario Inspector–, porque el problema de Hume, como la paradoja de Teseo, está en la base misma de todas las preguntas serias que podemos hacernos sobre el mundo. Una y otra vez se vuelve a la misma cuestión.
–Hume fue el gran inspirador de Kant –dijo el Comisario Inspector–. Kant decía que Hume “le abrió los ojos”. Por otra parte, Kant está en la base de la ética policial, que es fundamentalmente kantiana, como se sabe.
–Como todo el mundo sabe –completó Kuhn–. No dudo de que el gran Immanuel estaría encantado de escuchar estas cosas.
–Sin ninguna duda –arremetió el Comisario Inspector–. Hacia el fin de su vida, que vivió sin moverse de Königsberg, policías de todo el mundo acudían a verlo y a consultarlo.
–La policía prusiana, sobre todo –dijo Kuhn–. Y seguramente la policía zarista. ¿Quién puede dudarlo? Siempre estuvieron imbuidas del espíritu kantiano de la Ilustración. Todo el mundo lo sabe.
–Hay una vuelta de tuerca interesante sobre ese asunto del dilema de Hume –dijo el Comisario Inspector– y que está relacionada con la discusión sobre la naturaleza de la vida. Si todo es pura forma y construcciones significantes de nuestro cerebro, y si un ser vivo es simplemente una estructura con determinadas funciones (como reproducirse, comer, luchar por sobrevivir), los hacedores de la así llamada “vida artificial”, crean en un laboratorio, o mejor dicho en una pantalla, conjuntos de imágenes que hacen exactamente eso: luchan por el alimento, se reproducen, mueren, y evolucionan. Ellos sostienen que, fenomenológicamente, no hay nada que los distinga de algo vivo. Entonces, ¿por qué podemos decir que un mecanismo humano, digamos “un gato” está vivo, y un mecanismo de bits no?
–Bueno –dijo Kuhn–. Agua para mi molino. Por eso seguramente aparece un gato en la ilustración.
–Bueno, hablábamos de la Ilustración –dijo el Comisario Inspector– y esta ilustración sigue la tradición ilustre del gato de Chesire, y del gato de Schrödinger. Pero volviendo a lo que decíamos, uno podría preguntarse: si viene un extraterrestre, que no sabe nada de la Tierra y ve esas figuras en la pantalla moviéndose y luchando entre ellas: ¿tendría alguna manera de saber si están vivas o no están vivas?
–Bueno –dijo Kuhn– es como el dilema de Turing, con su idea de una máquina programada para mantener una conversación. Si no hubiera ningunamanera de averiguar si se trata de una persona o no, ¿se puede decir que esa máquina piensa? Y respecto a la vida: desde ya que la vida es sólo un concepto macroscópico aplicado por mentes pensantes (y me atrevería agregar, actores sociales) a conjuntos de átomos que no hacen sino cumplir leyes perfectamente inertes, sobre cuya naturaleza (la de las leyes) también deberíamos discutir.
–Un poco extremista esa posición, me parece –dijo el Comisario Inspector–. El pequeño inconveniente que tiene es que, como tantas veces lo he dicho, requiere una teoría de la mente, de la que carecemos. Y otra sospecha que tengo, en relación a la existencia o no de los conceptos, o mejor dicho, a la correspondencia entre los conceptos y los objetos existentes en la realidad es que habría que introducir la idea de tiempo dentro de los conceptos mismos. Así como la subjetividad es solamente memoria, o es básicamente memoria (ya que sin memoria no existe sujeto), me pregunto qué sería de los conceptos sin tiempo.
–No estoy muy seguro de entender bien –dijo Kuhn, algo perplejo– pero sea como fuere, tenemos ya que dejar lugar a las cartas y enunciar un enigma.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. Un enigma parecido al de la semana pasada. ¿Cómo se puede construir el número 24, esta vez usando solamente un 1, un 3, un 4 y un 6? Más las cuatro operaciones elementales, claro está, y los paréntesis.
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Cómo se pueden armar el número 24 de esta manera? ¿Y están tan perplejos como Kuhn ante la idea de incluir el tiempo?
Correo de lectores
Respuesta a Tomás Buch
Mi estimado Tomás Buch: Como lectora irredenta e inveterada de “Final de Juego”, me gustaría despejar cierta perplejidad que me parece leer en su carta.
Ante todo: lectora sí, pero jamás solucionadora de enigmas, acertijos y otras aberraciones. Soy de las que se desmayan cuando ven dos números seguidos, y si se trata de problemas de lógica, más bruta que un arado marca Triunfo. Pero no dejo pasar un solo “Final de Juego”, uno porque simpatizo enormemente con el Comisario Inspector y con el señor Kuhn. Y dos porque me fascina saber que hay en el mundo pequeños y grandes misterios ¡y que hay gente que se dedica a solucionarlos! En cuanto a su pregunta, sí, algo puedo decirle. ¿Leo mal o usted duda de la existencia de Leonardo Moledo? Porque si es así, yo puedo asegurarle que sí, que existe. No estoy muy segura de si se trata de una estructura lingüística (¿qué tienen de malo las estructuras lingüísticas, eh?) o de un conjunto estructurado de átomos, pero sí sé de buena fuente (yo) que suele aparecer de vez en cuando. Se lo conjura de diversas maneras. No muchas, a decir verdad, y yo conozco, y eso un poco nebulosamente, nada más que dos. La primera se basa en (¡claro!) números. Es una serie de noventa y tres números que hay que recitar pausadamente, si es posible en el Burgundy y si no en algún café oscuro y no muy concurrido. ¿Qué números? Ah, lamento pero nunca los pude aprender. Creo que tienen que ver con los que figuran en “Freejack”, y también con los infundíbulos cronosinclásticos.
Otra manera de conjurarlo tiene que ver con (¡por supuesto!) palabras. Si recuerda usted al señor Cátulo, ése que estaba tan enamorado de Belisa-Isabel-Lesbia, es fácil descubrir (acrósticos y esas cosas) las palabras adecuadas. Si se recitan los números o las palabras, Leonardo Moledo aparece. Con montoncitos de átomos con olor a café (...)
Y nada más o el señor Kuhn va a decir que esto es demasiado largo.
Angélica Gorodischer