RAMOS GENERALES
El trueque de corazón
Cuando nació, su pueblo era parte de Alemania y todavía sonaban los enfrentamientos de la Segunda Guerra Mundial. Dice que cree en Dios, que también creía cuando trabajaba como docente de niños y psicoterapeuta, pero algo hace pensar que debe haberlo encontrado, si es que la fe tiene que ver con la felicidad que exhala, cuando tomó la decisión de su vida. Porque Heidemarie Schwermer tenía consultorio propio, casa, auto, cuenta en el banco y dos hijos ya grandes, y, salvo su familia, un buen día se cansó y lo regaló todo. Precursora del trueque en su forma extrema, todo empezó con cierta reflexión: “Empecé a plantearme si realmente necesitaba tantas cosas, y comprar y comprar. Y me convencí de que no, de que son posibles formas de vida que no pasen por el dinero”, un simple elemento que al principio era “muy útil para el intercambio... hasta que se convirtió en un valor en sí mismo, y acumularlo es la meta”. Y ella está convencida de que las revoluciones se hacen en las conciencias, así que empezó a intercambiar con amigos y vecinos sus servicios (“cocino, lavo, resuelvo conflictos entre padres e hijos”) para ir consiguiendo con qué vivir. Acepta regalos y los hace si el dinero no se inmiscuye, sueña con un mundo ideal lleno de “individuos responsables: cada uno toma lo que necesita y da luego lo que puede”, porque “pueden hacerse cosas, cooperar y trabajar mucho sin que medie el dinero. ¡Serían menos horas encerrados trabajando en fábricas y habría más relaciones interpersonales! Y se acabarían los abismos entre ricos y pobres”. Como para despejar dudas, anda por el mundo presentando el lanzamiento de la versión castellana de Mi vida sin dinero, un libro cuyos derechos, asegura, ha regalado o intercambiado por servicios. “¡Me gusta mi vida! Escribo, hago cada día lo que me apetece: vivo. ¡Soy muy rica!”