Vie 18.09.2015
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NAVEGAR ES PRECISO > ENTREVISTA II

Esos otros ojos

Entrevista La directora y escritora vietnamita Trinh T. Minh-ha plantea una idea del mundo y del arte profundamente humanitaria, feminista, que exhibe en sus películas la vida cotidiana como una apuesta política. Parada siempre en el borde, en ese punto de sutura sobre las fronteras, se acerca a lxs otrxs después de quebrar la idea del propio territorio, físico e intelectual.

› Por Silvina Herrera

Madres senegalesas que alimentan a sus hijos, trabajan mientras cargan a sus niños o bailan en ronda vestidas con ropa de colores; dos mujeres que hablan en una mesa bajo un árbol sobre las dificultades para conseguir trabajo y tener una vida feliz; una joven sola que viaja dentro de un vagón vacío de un tren que va hacía algún lugar interior por descubrir son algunas de las escenas de las películas de la directora vietnamita Trinh T. Minh-ha. En sus films, la figura femenina es multifacética y se la construye a través del lenguaje, como un modo de configurarla desde su identidad cultural. La búsqueda no es invadir, sino acercarse; no es abordar, sino entender; no es mirar al otro desde el propio horizonte de expectativas, sino abrir una nueva visión de posibilidades para incluir la totalidad con sus diferencias. Su cine se puede definir como etnográfico, por el recorrido a través de las comunidades, con sus creencias, sus modos de vida y sus lenguas nativas, y también como contracultural porque se detiene en un lugar de ruptura con las formas establecidas para crear. La fragmentación y la combinación de imágenes son características que no dejan de estar presente. Su voz se hace escuchar a través de largometrajes de ficción, documentales, ensayos académicos, poesía y música.

Trinh T. Minh-ha vino a Buenos Aires para presenciar la retrospectiva dedicada a ella en el 6° Festival de Cine Migrante, que presenta una oferta de cine experimental por la diversidad cultural, migración y derechos humanos. En el marco del festival, se presentan algunas de sus películas más reconocidas, como Reassemblage, Night Passage, The Fourth Dimension y A Tale of Love. Sus films dejan hablar a las protagonistas, en una libertad delimitada por el entorno, y a la vez las muestran por medio de un choque de culturas o transculturalidad ineludible, ya que la subjetividad de la realizadora aparece en el relato como un matiz para llevar la comunidad retratada al espectador. Ella reflexiona y no esconde su origen ni su formación. En diálogo con Las 12, la directora cuenta en tono pausado y alegre mientras toma un café con leche en un bar de un hotel céntrico de qué se trata su arte interdisciplinario y político. Con una idea del mundo y del arte profundamente humanitaria, plantea que el cambio empieza en la vida cotidiana y que para acercarse a los otros primero hay que romper con la idea del propio territorio, físico e intelectual.

–Tu cine tiene una interconexión muy fuerte entre imágenes, sonido y poesía; ¿cuál es la intención de unir esa multiplicidad de herramientas?

–Tiene que ver con mi historia, yo estudié literatura, composición musical, escribo música y lo último que llegó a mi vida es hacer películas. Trato de unir todas estas actividades. Quiero generar un balance entre la música, las imágenes y las palabras, que ninguna sobresalga o domine la situación, para lograr un equilibro. Cuando hago una película no quiero que el texto sea el dominante, que no haya una relación de dominación y subordinación. Algo que se suele hacer es usar el texto para explicar las imágenes, o poner imágenes para ilustrar el texto, yo quiero evitar eso cada vez que produzco una película. La música, las imágenes y las palabras funcionan de modo independiente y pueden coexistir entre ellas de manera muy fuerte.

–Los documentales, como The Fourth Dimension, muestran imágenes de momentos precisos de la vida de una comunidad con una voz en off que reflexiona sobre algunas situaciones ¿cómo se genera esa transculturalidad?

–No me interesa una cultura o la otra por separado, me interesa la conexión, el punto intermedio. En Night Passange es la película en la que se ve más claro, les pedía a las actrices que exploren en su pasado y en la vida cultural de Japón para interpretar los personajes. No quiero algo que sea puramente de Japón o de Estados Unidos, sino el proceso cuando todo se une, no es algo que se reconoce inmediatamente. En The Fourth Dimension, se ve que lo que forja la modernidad japonesa es la inmigración, entonces ahí tampoco hay algo puramente japonés porque ya fue influenciado por otras raíces y culturas.

–A través de un hecho individual buscas capturar el sentido de lo colectivo, ¿cómo se da ese cruce entre lo personal y lo político?

–Lo político no es solo mostrar a la gente en una manifestación o protestando por una causa, lo político está en la vida de todos los días. Cuando retrato la vida de un grupo de mujeres, lo político se vuelve personal y cuando hago una película me pregunto cuál es mi posición como creadora, yo soy feminista entonces tengo en cuenta cómo lo personal entra dentro de lo político.

–Una de las cosas que proponés es que el feminismo no es uno solo, sino que varía según el lugar y la época. ¿Qué consecuencias puede traer la simplificación de unificar las problemáticas de la mujer?

–El feminismo no es solamente una problemática, sino una fuerza hoy en día. Acá en Argentina, por ejemplo, hay diferentes pensamientos y diferentes puntos de vista, yo trato de no unirlos, sino mantenerlos separados para que se puedan conocer y partir de ahí generar alianzas. De esto se trata el primer libro que escribí Woman, Native, Other (Mujer, Nativa, Otra) que fue un reto para poder deconstruir el feminismo y sus distintas vertientes.

–¿Creés que el feminismo es una cuestión de clase?

–El problema es más complicado en la actualidad, la clase social es solo una parte de la problemática. Hay que preguntarse por el origen, por la edad, por la sexualidad, cosas que dejan a la clase social un poco atrás. Por ejemplo, una mujer que se casa con un hombre de la clase alta si se divorcia se va a quedar sin nada y va a volver a caer en la clase que era antes, la clase social de la mujer fluctúa según las diferentes situaciones.

–¿Cómo vivís el hecho de haber nacido en Vietnam y haber pasado gran parte de tu vida en Estados Unidos, dos países que estuvieron en guerra, y cómo se expresa eso en tu arte?

–Recién terminé una película que se llama Forgetting Vietnam (Olvidando a Vietnam), porque volvemos a Vietman para olvidarnos del pasado. Mi posición está justo en el medio. En mi película Surname Viet Given Name Nam se ve que mi postura no está de un lado ni del otro. La posición política de la mujer siempre es problemática en el mundo y más en Vietnam, por eso creo que no hay que tomar posición por uno o por otro. Sorprendentemente, no hay resentimiento en Vietnam hacia Estados Unidos. La cicatriz de la guerra siempre va a estar, pero cuando se mira la realidad desde adentro y no desde afuera, el problema de Vietnam no es comunismo o no comunismo, es más complejo. Una parte de mi familia quedó en la parte sur del país, y todos nos seguimos amando a pesar de que unos vivimos en un lado y otros en el otro. El enemigo no tiene una sola cara, no es Estados Unidos.

–La forma de mostrar lo que contás genera una ruptura con las formas conocidas, hay imágenes fragmentadas que no siguen una linealidad, para vos ¿qué relación hay entre la forma y el contenido?

–Por mí son una sola cosa. Es como la cara y seca de una misma moneda. Mucha gente piensa que se puede poner nuevo contenido en viejas formas, pero se tiene que condicionar a lo que se tiene para decir. En mis películas sobre África pongo muchos fragmentos, planos distintos, para mostrar la diversidad. En cambio Night Passange está filmada en un solo plano largo, los actores se volvían locos y estaban confundidos, yo quería saber qué se lograba en ese momento y captarlo, no quería interrumpirlo con cortes. Hay que tener en cuenta también la realidad digital, hoy tenemos muchas posibilidades. Para mí cada fragmento contiene la totalidad, es completo en sí mismo, cada fragmento es individual y se relaciona con los otros.

–¿A dónde apunta tu público?, ¿te gustaría que sea amplio o estás cómoda con la idea de que sea más académico?

–Mis películas son para los dos tipos de público. Puede venir un espectador y no entender nada del texto, pero igual recibe mucho de la película, los sonidos y las imágenes quedan grabados en la mente de las personas que las miran. A veces el academicismo hace que se pierda la sensualidad del arte.

–El festival al que fuiste invitada se llama Cine Migrante y hace unas semanas dio la vuelta al mundo la foto de un niño muerto en una playa por intentar escapar de su país, vos hablás de margen y centro ¿cómo creés que en el mundo se está viviendo hoy esa lucha por cruzar la frontera y las políticas que adoptan las naciones poderosas?

–No estoy tan sorprendida por esa imagen del niño. Me sorprende todo lo que tardó el mundo en darse cuenta, porque el problema de los refugiados está creciendo desde la última mitad del siglo XX. Antes había refugiados, pero ahora es masivo, están en todo el mundo. Escribí un libro que se llama Elsewhere, Within Here (En otro lado, cerca de acá), que habla un poco de eso. En Vietnam hay muchas historias de refugiados y de eso no se habla; se habla de una imagen por el impacto visual. En realidad ahora nos damos cuenta porque está llegando a Europa y está mostrando todo lo que puede dañar. Y no tiene que ver sólo con los que tienen poder, tiene que ver con nosotros, porque vivimos con una mente muy territorial. Estamos pendientes de defender nuestro territorio, físico o intelectual. Es algo que pasa en el mundo intelectual, defienden su pensamiento como muy propio y no lo comparten. Los refugiados son los otros, así los llamo en mis textos, y no es un problema solo de territorio, es más grave. Es algo inconsciente a veces el miedo a perder el propio territorio, ya sea mental o físico. Primero tenemos que prestar atención a lo que hacemos nosotros, no sólo ver lo que hacen los que tienen el poder.

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