Cual fundamento del furor cromático que se percibió en las pasarelas locales, el diseñador Juan Hernández Daels advirtió que su colección para BafWeek partió de un estudio científico del color y de la sistemática división de las tonalidades cromáticas esgrimidas circa 1700 y 1800 por Eugène Chevreul, Charles Blanc y Oden Rood. Así como Chevreul supo examinar los colores para las creaciones de gobellinos (¡además de estudiar mediciones del colesterol y la diabetes!) y sus argumentos fueron seguidos a rajatabla por los pintores impresionistas, los dictámenes de moda para el verano 2016 parecen regirse por representaciones de círculos del color y odas a los colores primarios.

Los poéticos y eruditos textos referidos al azul, el amarillo y el rojo que desvelaron a Alexander Theroux, el autor del libro “Los colores primarios” (publicado por La Bestia Equilátera hace algunas temporadas), pintaron las pasarelas y las prendas. En el desfile de Juan Daels, diseñador argentino cuyo método de trabajo refleja los estudios de moda en la Academia Antwerp (y el currículum advierte que integró un equipo de diseño para satisfacer las pulsiones fashionistas de la jequesa Mozah Bint Nasser), abundaron estampas con tonos disímiles, el rosa Dior emergió en vestidos con exquisitos plisados, y el amarillo se trasladó a sedas y organzas. Mientras que Mariana Dappiano desde su colección Botánica maximizó flores, frutos y hojas en una paleta del azul marino, erlo, verde jade, coral matizado con amarillo y fucsia y los trasladó a vestidos cortos y largos. Dappiano suele experimentar con tintes y con matices cromáticos como método de diseño, al margen de los dictámenes de tendencias. Quienes asistieron a la presentación de Mishka, en el salón comedor de la Rural, iluminado con una puesta de tenues luces verdes y rosa Dior, pudieron percibir las siluetas del neominimalismo en boga para el verano, y también el particular uso de policromías. Como si se tratase de alguna de las pinturas de Barnett Newman en azulino y rojo- que en sus títulos incorporaron el adjetivo sublime- irrumpieron vestidos con cuello en v, ensambles de pantalones holgados y con el nuevo largo, por encima del tobillo. Detalles geométricos en azul y blanco contrastaron con un pantalón blanco de largo midi y un bolso amarillo. Mientras que en la saga de desfile del ciclo Designers Buenos Aires -realizado a comienzos de septiembre en el Tattersall y en locaciones externas-, en Tramando y su colección “Eclipse”, las modelos portaron kimonos multicolores sobre sus bañadores y el escenario de pasarela fueron cortinas de colores al tono de las prendas, construidas con efectos lumínicos y como correlato de las mismas prendas. La policromía se replicó en vestidos asimétricos, camisas oversize, crop pants y sastrería informal. En el simulacro de un club privado de verano –con reposeras y parasoles de madera–, de Laurencio Adot, apodado “Ocean Club”, abundó el rosa, el fucsia, el verde, azul Klein y lima aplicados a vestidos con apariencia de togas, con la particularidad de exaltar y exhibir corsetería. Asomaron flores abstractas y rayas con apariencia de arco iris, a vestidos de línea trapecio. Y en la colección de Garza Lobos, presentada en una torre en construcción de Puerto Madero, la explosión de colores asomó desde estampas con apariencia de experimentos textiles y florales que hicieron honor al oficio de Rubén Troilo. Abrigos con cuadros pictóricos en verde y blanco, blazers con shorts, variaciones sobre el viso mini y maxi. El protocolo multicolor se extendió a simulacros de botas con estampas en composé a zapatitos de apariencia oriental ideados por Lorena Pafundi, y un degradé de teñido hippie chic ornamentó un pantalón Oxford, como guiño cómplice al nuevo revival de los años 70.