POLITICA
El cupo femenino del PRO tiene figuras disímiles como Fabiana Tuñez y Gabriela Michetti, quienes a primera vista parecen situarse en veredas opuestas, tanto en su trayectoria como en sus elecciones a la hora de vestirse. Las12 decidió repasar sus carreras políticas y desmenuzar sus estilos para ver similitudes y diferencias, y llegó a la conclusión de que el tailleur es casi una segunda piel de estas mujeres, que las cejas hablan por ellas y que el revival no sólo viene en el perfume neoliberal de su líder sino en sus acotados (aunque no por eso modestos) guardarropas. Un análisis de pasarela sobre las mujeres que Macri pretende blancas y radiantes.
“De Cristina Kirchner aprendí lo que nunca quiero ser como política”, ahonda la grieta Laura Alonso. Se convirtió en la barrabrava femenina del PRO, la pichón de Lilita por lo explosiva y punzante, la que no mide y puede dinamitar con sus frases. Y con su empuje petardista polarizó su perfil pero ganó lugares. Cuando en su partido hubo que elegir entre ella y Paula Bertol, la voz levantada, las teclas karatecas de su twitter y su tono elevado le jugaron a favor para que renovara mandato en la Cámara de Diputados. Mauricio Macri ya la designó al frente de la Oficina Anticorrupción donde se adelantó con traje de implacable. Incluso, aunque las normas internas exigen que el cargo lo ocupe una abogada y ella no cuenta con el título sino con el de licenciada en Ciencias Políticas. Sin embargo, Macri la ratificaría y cambiaría –por decreto– los requisitos para el puesto. Se hizo famosa en Poder Ciudadano y dejó la Ong para militar en las filas PRO con ahínco. Ahora la llaman “Lady anticorrupción”. Está dispuesta a ir al frente y a hacer todos los trabajos a favor de su objetivo o los del macrismo. Apenas cinco días antes de las elecciones del 25 de octubre denunció, junto con Patricia Bullrich, que el Gobierno espiaba a periodistas, políticos y jueces. El juez Sebastián Casanello se quejó de que le entregaron la lista de presuntos espiados a los medios, pero no al juzgado, y que cantaron las direcciones a allanar por lo que los allanados se enteraron antes que puedan mandar a la policía a tocar el timbre de los supuestos escuchadores. En el programa Animales sueltos lloró cuando habló del ex fiscal Alberto Nisman y aseguró que fue asesinado o que lo obligaron a pegarse un tiro. Pero su potencia se plasma en el tono alto que siempre la caracterizó, incluso, cuando Andrés “El Cuervo” Larroque, de La Cámpora, le dijo –en un acto de machismo– “atorranta”, durante una discusión en el Congreso de la Nación. En derechos sexuales y reproductivos representa al ala más liberal del PRO: votó a favor del matrimonio igualitario y firmó el proyecto de ley de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
La mayoría de sus looks tienen al pantalón de jean como comodín, un hito de los 90 que muchas argentinas se niegan a abandonar. El jean que sugiere trabajo, caminatas y cierto aire decontracté pero probablemente cueste el 30 por ciento de un sueldo promedio. Siempre va coronado de un blazer corte empresarial, el mismo que cualquier secretaria usaría para ir a su trabajo pero de mayor costo y telas más finas.
Parecen prendas recién estrenadas siempre, con tratamiento de plancha industrial.
Bajo el blazer lleva remeras de estampas genéricas, palabras ilegibles o prints que simulan ser de una banda de rock o tener un mensaje pero no quieren decir nada.
Quizás buscando cierta onda rockera más juvenil, al no lograr esta meta, le suma uñas negras en varias oportunidades, otrora patrimonio solo de chicas punks. Atención con este guiño a la estética que le roba al trash desde las grandes marcas, las que roban logos e ideas de otrxs. Las puntas de su cabello castaño gastadas, furor hace tres años, siguen siendo su elección, como para no perder del todo la naturalidad que intenta imponer a fuerza de, de vez en cuando, llevar unas ojotas de taco chino.
Anteojos de diseño, los que un hipster pudiente elegiría también hace tres años, se ve que se quedó en el tiempo con aquello que pretende ser última moda. Siempre en chatitas o zapatos bajos, sumisos y poco agresivos.
Lo suyo son las contradicciones a cuestas. Presentó un proyecto de ley, junto a Graciela Fernández Meijide, para despenalizar el aborto. Pero como presidenta de la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, se encargó de trabar, en 2014, el avance del proyecto de Aborto Legal, Seguro y Gratuito en el Congreso de la Nación y criticó que las universidades se pronunciaran contra las condiciones de clandestinidad que ponen en riesgo la vida de las mujeres.
Fue ministra de Trabajo y su medida más recordada fue el 13 por ciento de recorte a los sueldos de estatales y jubilados/as. También ocupó la Secretaría de Política Criminal que le dio antecedentes para, ahora, estar al frente del Ministerio de Seguridad. La cárcel la conoció desde adentro cuando estuvo presa, cinco meses, en 1975. “Yo fui militante juvenil y viví una etapa en la que los padres enterraban a sus hijos, y no quiero más eso. Pero es muy importante mirar hacia delante”, dijo con una idea de futuro que incluía, en 2003, no dar marcha atrás con las leyes de Obediencia debida y Punto final.
En ese momento, sin embargo, desafiaba a Mauricio Macri, a quien le disputaba el trono de la Jefatura de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires. “Macri representa un modelo que nadie quiere que vuelva y va a perder”, auguró hace doce años. Se equivocó. Pero supo amoldarse como una camaleona y ahora está a cargo de una de las gestiones que puede ser más criticada. Tal vez no la ponen por su condición de blindada sino como escudo ante las más que probables quejas por asesinatos, robos, gatillos fáciles y represión.
Más allá de que pese a sus esfuerzos y brushings Patricia pareciera estar siempre en un “mal día de pelo”, ha cuidado sus elecciones al vestir en tantos años en la política y en tantos partidos, que todo su guardarropa es infalible para hablar de su estilo de vida.
El clásico tailleur ejecutivo y algunos de estilo “Elsa Serrano” que atesorará desde el menemato la acompañan como fieles amigos, casi una segunda piel. Colores neutros, pantones que combinan con casi cualquier ideología.
Los anteojos que usa suelen ser los descartables de aumento que una compra en una farmacia de apuro, luego de haberse sentado encima.
No recurre a las bondades del maquillaje y sus ojeras son cucardas de la lucha en la que se vea envuelta en el momento.
Sobria y austera con los accesorios, sabe destaparse si la ocasión lo amerita, como en la vampiresca boda Lopérfido-Mitre donde se animó a osadas transparencias y dejó ver su bustier y sus curvas lánguidas.
Isela Costantini fue CEO regional de General Motors, una empresa a la que le agradece haberle dado todo. Es el ejemplo clásico de la mujer que todo lo puede y todo lo hace. Desde correr a hacer turismo fitness o productivo hasta atender a sus dos hijos y su marido.
Habla inglés, español –of course-, portugués y francés. Y reivindica que no necesita ninguna acción positiva, derecho anexado o mayor equidad para poder llegar a ejercer el poder y compatibilizar su trabajo y su casa.
Nació en San Pablo. Vivió en Brasil y Estados Unidos. Cuando vuela muestra su pasaporte color borravino del mayor socio del Mercosur, pero va a dirigir Aerolíneas Argentinas, la empresa que Mauricio Macri titubeó de volver a privatizar y, finalmente, tomó el atajo del gerenciamiento público al estilo privado.
-¿Se siente discriminada por ser mujer en un mundo tan masculino como es la industria automotriz?- le preguntó la periodista Julieta Tarrés, en una nota de la revista Forbes, en marzo del 2012.
-Creo que a uno lo respetan por el conocimiento y el trabajo que hace, no por el género.
La actitud que cada uno toma en su vida laboral es muy importante –contestó en masculino y sin darle lugar a las diferencias sexuales. -Pero fuera de la compañía, ¿nunca sufrió el machismo? – repreguntó Tarrés. -El tema del machismo es tan relativo... Soy la única mujer entre cuatro hermanos. Cuando iban a jugar al fútbol con mi papá, yo iba con ellos. No me quería quedar afuera y tampoco me sentía diferente. Lo mismo me pasaba en el deporte. Siempre practiqué atletismo y cuando superaba mi marca corriendo contra mujeres, lo hacía contra hombres para superarme. Tal vez eso me haya ayudado a poder trabajar hoy en una industria masculina sin problemas, a igualar a mis pares. En ese sentido no siento que haya diferencias, sino todo lo contrario –insistió ella, con su filosofía mujer maravilla “todo lo puede”. Y el machismo es un monstruo invisible a los ojos de las mujeres que vuelan alto.
Otro ejemplo donde los tonos neutros y los diseños sobrios son la fórmula para volverse invisible mientras se asciende a lugares de poder de predominancia masculina, como los cargos en los que se desempeñó Isela.
Vestidos jackie como para casarse por civil, tailleur simil Chanel y hombreras ochentosas son parte del inventario. Quizás para manejarse entre autos, motores e intereses millonarios unas espaldas anchas y más varoneras combinen bien.
Ni un resabio de su vida carioca en sus outfits, pero siempre la sonrisa amplia de comercial de dentífrico, rictus exitoso y casi de deportista como accesorio.
El cabello llovido con tímidos claritos da la sensación de no haber perdido tiempo en eso ni en el uso de maquillaje.
“Vamos a desideologizar la política exterior”, fue la frase con la que definió las relaciones exteriores la canciller (¿O cancillera?) Susana Malcorra. Se quiere acercar a Estados Unidos y prefiere pronunciar holdouts que buitres cuando habla de la especulación financiera hincada en sus dientes sobre la deuda argentina. Es una diplomática de carrera como quien ya ha subido una escalera del deber ser. Hasta la designación de Mauricio Macri –con el que comparte el título de ingeniera- no era conocida en las letras grandes de la Argentina –salvo para Lilita Carrió, que dijo ser su amiga- y fue jefa de Gabinete del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon. Antes, también en Naciones Unidas, trabajó en programas de paz y de alimentos.
Comparte el perfil de ex CEO con otros integrantes del gabinete y en dos empresas emblemáticas de la era privatizada menemista: Telecom e IBM. Cuando le preguntaron por sus ideas, ella contestó que no viene con sus propias ideas sino con el alineamiento a las ideas del PRO.
-Susana Malcorra no trae lineamientos, sino que Susana Malcorra se ajusta a los lineamientos que lleva adelante el presidente Macri –contestó en un mix de maradonismo, lealtad y evasión.
Mientras que de la era kirchnerista reivindicó: - Debemos construir sobre lo que se hizo bien. Por ejemplo, el posicionamiento de la Argentina a nivel global en el tema derechos humanos fue activo y hay que profundizarlo.
De imagen amigable, trajecitos y twin sets como para recibir nueva nuera en Navidad.
El negro desideologizado tiñe todo su guardarropa, que también suma algunas prendas de corte oriental.
En general todas sus mangas son ¾, un recortecito del 10 por ciento sobre el largo de brazo, símil al que quiso imponerles a los sueldos de los trabajadores mientras dirigía Telecom.
El cabello lacio y con raya al medio estilo Loco Gatti en la actualidad, se engama con los tonos ocres y naranjas de su make up, los que le brindan cierto aire de suegra buena onda.
María Eugenia Vidal es la primera gobernadora mujer de la Provincia de Buenos Aires. Pero su elección no implicó una mayor participación femenina en los cargos ejecutivos bonaerenses. Con fondo verde country presentó a todos sus ministros y la o no es un capricho de lenguaje sexista. Entre 18 cargos sólo una mujer –Zulma Ortiz, ex experta de Unicef, como ministra de Salud– apenas se esbozó entre quienes Vidal va a escuchar para ejecutar políticas públicas. En la gestión anterior, de Daniel Scioli, en cambio, había tres mujeres –también pocas– entre los altos cargos.
En su perfil de twitter se presenta: “Tengo 42 años y soy politóloga. Esposa enamorada y mamá de tres soles. Cocinera amateur”. Su marido, Ramiro Tagliaferro, va a ser intendente de Morón. Vidal ostenta el cargo institucional de mayor responsabilidad, con hijos/as en edad escolar y un esposo con un cargo por debajo del suyo. Llegó a ser electa por su propia capacidad de trabajo y esbozando un discurso de sumisión, escucha a los vecinos y agradecimiento a Mauricio Macri que también la candidatea como futura presidenciable.
Antes de dejar su cargo como vicejefa de Gobierno porteño alegó que Lucas Cabello, en La Boca, fue baleado por un policía de la Metropolitana debido a una denuncia por violencia de género, aunque eso fue desmentido por la mujer de Lucas –Camila– y por el subjede de la Metropolitana, Ricardo Pedace. Nunca se retractó de usar la violencia machista para justificar un caso de gatillo fácil.
Fue atacada por José Pablo Feinmann, quien dijo que podía terminar en una red de trata de blancas (una figura inexistente y una forma clara de violencia machista). Su condición de género no le es indiferente, pero –hay que ver– si a ella le son indiferentes –o no– las reivindicaciones de género colectivas.
Grandes cambios en su imagen corporal y en las decisiones de sus asesores a la hora de elegir cómo vestirla.
Maria Eugenia comenzó su corto camino político con equipos simples de madre en un comercial de jabón o caldo. Mucho modal, remeras de algodón básicas, jeans amorfos o una combinación típica de Mauricio Macri, sweater de hilo o lana en tonos claros sobre camisa celeste.
Ahora además del heroico y tan destacado por su partido, descenso de peso, luce elecciones pulidas y pensadas.
Las camisas básicas fueron cambiadas por camisas de acabados símil sastrería, inspiración de viejas colecciones de Pablo Ramírez.
Junto con las de seda lánguidas, modernas y minimalistas en blanco y crudo, virginales e ideales para una celebración en la Basílica Nuestra Señora del Pilar u otra Iglesia.
Entre sus looks más recientes resalta la camisa fucsia shocking de raso de Teresa Calandra combinada con el jean, ahora de corte oxford de Paula Cahen D’Anvers, como para una salida con amigas donde comentarán pícaras algún capítulo de Sex & the City.
En épocas de campaña las camperas infladas y las botas altas tipo Hunter son sus aliadas aún sin lluvias, apenas asome una nube.
En su victoria en las paso, el look fue abismalmente diferente, camisa clara, pantalón negro y faja de cuero roja, estilo La Sole.
De esa tendencia, solo le queda el cinturón talabartero como salido de Woodstock que lleva siempre con sus jean acampanados.
La sonrisa calma sin color, de madrina paciente, de Mona Lisa, misteriosa y lavada atrae fieles a sus manos, usualmente en posición de pedido o de “no me quedó otra”, con una siempre impoluta manicure.
Always en pantalones, la prenda fetiche para las mujeres de la política, junto a las camisas, arremangadas, como primera medida para acercarse al pueblo.
“Mauricio Macri no es un hombre que falte el respeto a nadie. Es una persona muy educada, a quien nunca hemos escuchado subiendo su tono de voz”, escribió en twitter, el domingo 6 de diciembre, Gabriela Michetti. La respuesta no fue azarosa. Una vez más Michetti conformó el equipo ideal con Mauricio Macri, quien no quiso contestar la acusación de Cristina Fernández de Kirchner de haberle gritado por teléfono en el debate sobre el traspaso presidencial.
Michetti lloró en su casa y en la televisión se le inyectaron los ojos de lagrimas, en el programa Intratables, de Santiago del Moro, en su peor momento, cuando Mauricio Macri eligió a Horacio Rodríguez Larreta como su favorito en la campaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Macri quería que Gabriela fuese su vicepresidenta y ella quería gobernar la Capital Federal. Por primera vez ella le dijo que no y Mauricio le jugó en contra. Pero, después del revés interno, él la volvió a elegir y ella a decirle que sí. Ahora ella va a ocupar la Vicepresidencia de la Nación aunque la mayoría de los michettistas fueron relegados a puestos menores.
Su lugar simbólico no termina de ser reconocido por el ahora exultante macrismo. La primera mujer que inyectó humanidad y carisma a un dirigente que era visto con recelo y frialdad por el electorado fue ella. Ahora hay que ver si, además de escudo para las situaciones adversas, tiene más lugar para la toma de decisiones.
Gabriela se mueve en una paleta de colores extrañamente muy sindicalista, sobria, opaca y amatronada. Azulinos obreros, verde militar o verde manzana deshidratada, naranja gurú, poco negro y algo de blanco papal.
Camisas básicas pero tímidamente elegantes, blusas sencillas, siempre de calle, look día, nunca brillos ni diseños llamativos.
Sin embargo se ha lanzado con su camisa y pantalón, en varias ocasiones, a la polémica combinación “jean con jean”, como Britney y Justin en el 2001.
También se anima al detalle gauchesco de llevar las botas de cuero altas al mejor estilo Xuxa en el 89, dándole una silueta como de súper héroe cansina.
Con algún que otro collar de plata o un crucifijo y casi siempre aros colgantes, Gabi es coqueta en los detalles pero sin llevar jamás la atención hacia ella: el sello de las mujeres PRO en sus looks.
Suele coronar sus equipos con pashminas étnicas o con la tendencia rugbier de sweater anudado sobre los hombros, muy canchero en los 80’s. En invierno elige tapaditos cerrados hasta el último botón.
Su pelo parece cargar un trabajo de adoctrinamiento y domesticación cada mañana, atrás quedaron las temporadas de rulos sueltos solamente contenidos por las gafas de sol como vincha.
Maquillaje únicamente para la fotos de campaña y siempre sonrisa de madre superiora modelo Vidal.
“Mi compromiso de toda la vida estará en cada acción que tenga que llevar adelante en mi lucha contra toda forma de violencia hacia las mujeres, niñas y niños”, escribió en su facebook cuando se conoció su nombramiento en el Consejo Nacional de las Mujeres, al que llegó a partir de su tarea como coordinadora de La Casa del Encuentro junto a su compañera Ada Rico.
Se hizo feminista en el Encuentro de San Bernardo, en 1986. Y se convirtió en una marca contra los femicidios a partir del conteo de las muertes de mujeres desde 2008 en el Observatorio Adriana Marisel Zambrano. Aunque su lucha, su empoderamiento y su decisión de saltear las barreras de la violencia comenzó de niña. “Desde muy chica, mi madre (Beatriz) –que es una feminista sin saberlo– me inculcó que cada obstáculo había que enfrentarlo con actitud y transformarlo en un desafío”, le contó a Las/12. Su primer obstáculo estaba a la vista.
Nació con labio leporino y tuvo que pasar por catorce operaciones entre el paladar y la cara. “Sufrí la violencia estética imperante por el sistema”, recuenta. Y, de ese modo, también, se enrostra el desafío de la lucha contra todas las formas de violencia machista en el Consejo Nacional de las Mujeres.
A diferencia de otras funcionarias PRO, en Fabiana la ropa está atravesada por su vida, se viste para vivir y trabajar, hasta el momento sin asesores.
Sus elecciones son las de cualquier mujer de clase media, básicos, mucha camisa y más colores vivos como coral o naranja.
Años de militancia feminista parecen haberla liberado del deber de disfrazarse arquetípicamente como otras funcionarias, de santa, de buena, de madre o de ejecutiva masculinizada.
Disfruta el uso de delineador y labial y frente a su nombramiento su corte carré se emprolijó y viró a la garçon.
“Creo en la política como una herramienta para transformar la vida de las personas y eso haremos”, anuncia Carolina y se muestra abrazada y de espaldas a Mauricio Macri.
Tiene dos hijos varones a los que muestra en las redes sociales junto a su arbolito de Navidad.
Para ella la maternidad es un valor político: “Como mujeres tenemos para aportar desde esa calidad maternal hasta nuestra sensibilidad social. Trabajamos distinto a los hombres. Tenemos un valor diferencial”, le dijo a Mariana Arias en el diario Perfil.
Stanley fue la que eligió a Fabiana Túñez al frente del Consejo Nacional de las Mujeres, después que el reclamo contra la violencia machista tomara dimensión nacional a partir del colectivo NiUnaMenos. Fue ministra de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires y va a ocupar el mismo cargo, pero a nivel nacional. Se acercó a la política con la peronista María Laura Leguizamón y después fue parte de los equipos de María Eugenia Vidal.
La funcionaria de la que menos fotografías se puede encontrar en la web se adecua a la sobriedad PRO: negro, blanco y nude son de su preferencia.
Pañuelos de seda o pashminas cubriendo su garganta, algunos cuellos con encaje o entramados de diseño.
Su cabello oscuro, brillante y apenas sauvage es su principal accesorio junto con su sonrisa aniñada.
Algo de delineador negro le da un toque sesentoso, y sus cejas claras y pequeñas le brindan una imagen simpática e inofensiva. Veremos con el tiempo si las oscurece como la primera dama.
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