Vie 11.12.2015
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COSAS VEREDES

Feminismo para todas y todos

En Suecia, chicos y chicas de 16 años recibirán en forma gratuita un ejemplar de Todos deberíamos ser feministas, manifiesto de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, amén de profundizar la concientización de género entre adolescentes.

› Por Guadalupe Treibel

“Soy feminista porque quiero vivir en un mundo donde a la mujer nunca se le diga qué puede o no puede hacer, qué debería o no debería hacer por el mero hecho de ser mujer. Quiero vivir en un mundo donde tanto varones como muchachas seamos más felices. Donde seamos genuinamente iguales. Un mundo más justo. Un mundo donde no estemos restringidos por roles de género. Por eso soy feminista”. Con tales palabras, la multipremiada autora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (Abba, Enugu, 1977) habló –a la distancia, a través de un clip previamente grabado– a la purretería sueca. Lo hizo porque, desde los primeros días de diciembre, lxs jóvenes de 16 años de cada escuela secundaria del país nórdico recibirán de modo gratuito Todos deberíamos ser feministas (en inglés, We Should All Be Feminists), breve ensayo de la mentada escritora. Ensayo que, en 60 páginas, reproduce la conferencia que ella diera en 2012, en el TEDxEuston, y que –según el diario El País– “en su día causó furor, y no sin razón”, al “servir de pistoletazo de salida para la que ya se está bautizando como la cuarta ola, siendo la tercera la que arrancó en los años 90”.

“Cuando tenía 16 años, no sabía qué significaba la palabra ‘feminista’. Es más, ni siquiera sabía de la existencia del término. Pero lo era; era feminista. Espero que los chicos y chicas de 16 que lean este libro en Suecia decidan que ellos también lo son. Más que nada, espero que pronto no necesitemos serlo”, continúa Adichie en el citado video, abogando por una pronta realidad “ecuánime y equitativa para todos”. Visto y considerando que, según el Fondo Económico Mundial, Suecia está entre las 4 naciones con mayor igualdad del mundo, todo parecería ir –allí– viento en popa. En especial, de considerar cierta información pertinente: que en varios de sus preescolares no se utilizan pronombres de género para evitar que los más peques caigan en lo estereotípico y puedan “ser lo que les venga en gana”; que en Umeå, al norte del país escandinavo, ha abierto el primer museo exclusivamente dedicado a repasar el lugar que ocupa la mujer en la historia, el presente y futuro; que el 50 por ciento del electorado se define feminista; que el test de Bechdel se aplica en cines y tevé por cable como forma oficial de clasificación de films; que 12 de los 24 ministerios son dirigidos por damas; que –por ley– tanto madres como padres reciben 480 días de licencia al nacer su crío; entre muchas otras cuestiones. Cuestiones a las que, desde los pasados días, se suma el renovado esfuerzo por acentuar la concientización entre adolescentes, con un manifiesto (el de Adichie) que –se pretende– funcione “como el trampolín que dé pie a una discusión acerca de la equidad y el feminismo”. Como dato de color, cabe remarcar que así como el proyecto ha llamado jubilosamente la atención de medios del globo, no ocurrió lo mismo con el periodismo sueco, acostumbrado ya a este tipo de auspiciosa empresa.

Iniciativa conjunta de la organización militante Swedish Women’s Lobby (SWL) y la respetada editorial local Albert Bonniers, las primeras copias del libro ya fueron entregadas en forma gratuita en la escuela secundaria Norra Real, en Estocolmo, con la esperanza de que se incluya como parte de sus estudios curriculares. Y en breve, seguirán más y más instituciones, gustosas en aceptar la valiosa obra de Chimamanda como material de lectura seminal. “Es la clase de libro que me hubiera gustado que todos mis compañeros hubiesen leído cuando tenía 16”, expresó Clara Berglund, presidenta de SWL, sin dejar de subrayar que no solo se trata de un obsequio para los alumnos sino “de una regalo para nosotros mismos y las futuras generaciones”. Finalmente, el texto de la nigeriana no hace sino explicitar –de forma llana, accesible, reconocible– los (muchos) motivos por los que es necesario continuar reivindicando el feminismo…

Lo hace resaltando los micromachismos con los que toda muchacha se topa a diario (los mozos, por ejemplo, esperan que paguen ellos). Lo hace con anécdotas en primera persona (cómo un periodista cultural le sugirió no definirse militante porque “las feministas son mujeres infelices que no pueden encontrar marido”). Lo hace con datos objetivos (que, a pesar de componer el 52 por ciento de la población mundial, “cuanto más arriba llegás, menos mujeres hay” y, para colmo, ganan menos por realizar los mismos laburos). Lo hace con frases del tipo: “Si repetimos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si solo los chicos llegan a representantes de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el representante de la clase tiene que ser un chico”. O: “Todos nosotros, mujeres y hombres, debemos trabajar para que las cosas estén mejor”. O: “Definirme humanista en lugar de feminista sería escoger una expresión vaga, y negar el específico y particular problema de género. Sería pretender que las mujeres no han sido, durante siglos, excluidas”. O: “Reprimimos la humanidad de los varones. Definimos su masculinidad de manera estricta, y la convertimos en su pequeña jaula. Les enseñamos que deben tener miedo a la debilidad y la vulnerabilidad”. O: “Les enseñamos a las niñas que se achiquen, que se hagan más pequeñas. Les decimos que pueden tener ambición, pero no demasiada. Las criamos para que se vean como competidoras, ni siquiera en el ámbito laboral sino en lograr la atención del hombre. Les decimos, además, que no pueden ser seres sexuales”…

Precisamente, estas últimas palabras –y otras varias del mismo discurso– fueron sampleadas por la todoterreno Beyoncé en su tema Flawless a fines de 2013, causando benéfico revuelo y terminando de coronar la fama de Adichie. No es que lo necesitase: todas sus novelas han gozado del aplauso de lectores, críticos y jurados; también del gran escritor nigeriano Chinua Achebe. En 2005, sin más, su primera novela –La flor púrpura– ganó el Commonwealth Writer’s Prize; en 2007, Medio Sol Amarillo, acerca de la Guerra civil de Nigeria y sus secuelas, le valió el prestigioso Premio Orange, de UK; en 2013 fue Americanah, esa “ambiciosa historia de amor y colonización, entre Lagos y Brooklyn”, la que le significó el National Book Critics Circle Award. Y ahora Todos deberíamos ser feministas es lectura obligatoria en escuelas de Suecia. Una carrera ascendente sin prisa. Y, evidentemente, sin pausa.

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