Vie 17.06.2016
las12

SALUD

La matriz herida

De los tenebrosos relatos sobre violencia obstétrica que empezaron a visibilizarse hace pocos años a las incontables anécdotas propias y escuchadas sobre ginecólogos que desoyen sistemáticamente a las mujeres, Pabla Pérez San Martín hizo un inventario y desarmó una a una las “verdades” que la medicina tiene para decir sobre nuestros cuerpos. El Manual Introductorio a la Ginecología Natural, editado por el Proyecto Ginecosofía, con base en Chile, recoge conocimientos y prácticas ancestrales abordados desde nuestra actualidad, para ofrecernos una nueva observación que nos permita habitar y transitar más libremente nuestros placeres y angustias.

Ginecosofía es un proyecto autogestionado de pensamiento que intenta desmenuzar parte del camino que la medicina tradicional transitó a ciegas, desoyendo las voces de las mujeres y muchas veces sirviéndose violentamente de ellas para investigar. El concepto en sí es un neologismo proveniente del griego que se traduce en: sabiduría de la mujer, o mujer sabia. Este término lo han creado sus integrantes hace alrededor de cinco años, a pesar de que llevan casi una década de funcionamiento activo. “Anteriormente fuimos conocidos bajo el nombre de “Ginecología Natural”, nombre del cual vimos la necesidad de hacernos a un lado, ya que estaba relacionado al título de uno de los libros que publicamos -además de hacer mención a una disciplina médica alópata-, y sentimos que no representaba el proyecto de manera global, con todas las aristas y temáticas a desarrollar” explica Pabla Pérez San Martín desde Chile.

Principalmente se ocupan de temáticas relativas a la salud femenina, el autoconocimiento, la sexualidad, la medicina natural y la ecología. Apuntan al empoderamiento y la reapropiación de prácticas y saberes tradicionales que se han visto oscurecidos y silenciados por la ideología médica, la industria farmacéutica y los poderes imperantes, aun cuando han sido fuentes de vitalidad y salud durante la mayor parte de la historia de la Humanidad. Su campo de investigación abarca principalmente las tradiciones femeninas relativas a zonas rurales y campesinas, así como a las culturas indígenas, investigando a partir de la oralidad y el acercamiento al conocimiento desde una postura respetuosa e integral. Intentan representar el sentir originario otorgándole una visión contextualizada en el mundo actual, sin pretender tergiversar o dirigir el conocimiento hacia otros fines. Quieren visibilizar estas prácticas y hacerlas accesibles para que se conformen en una herramienta poderosa para la autogestión de la salud. Para ello publican libros relacionados a estas temáticas, crean material y lo difunden en sus redes sociales, generan talleres, capacitaciones, prácticas que han compartido y aprendido de mujeres no solo de Chile, sino de diversos países de Sudamérica.

¿Por qué decidió escribir el Manual Introductorio a la Ginecología Natural?

Este libro comenzó de manera accidental; nunca tuve la pretensión de que se convirtiera en una herramienta para todo un movimiento de mujeres que busca recuperar la sabiduría de sus cuerpos. Fue hace ya varios años, apenas como un panfleto que cuestionaba los atropellos de la industria médica farmacéutica en la salud de las mujeres y cómo el trato que recibimos desde los agentes de salud es completamente violento. Criticaba cómo somos medicalizadas y cómo vivimos presas de las hormonas sintéticas la mayor parte de nuestras vidas. ¿Acaso las mujeres no podemos lograr al equilibrio y gozo de nuestra salud sin la intervención del “hombre”? Utilizo el término “hombre” para hablar de una condición histórica: han sido ellos quienes han estudiado y manipulado nuestra sexualidad, nos han castrado, mutilado, violentado, humillado. Estigmatizadas bajo la etiqueta de “el segundo sexo”, hemos sido siempre analizadas y finalmente tratadas bajo su perspectiva. Un ejemplo sencillo de esto lo podemos ver cuando Sigmund Freud, entre otras aberraciones, manifestó: “Las niñas sufren toda la vida el trauma de la envidia del pene tras descubrir que están anatómicamente incompletas”. En estas perspectivas, devenidas en paradigmas, se basa la medicina hasta el día de hoy. Con sutiles cambios, se sigue definiendo a la mujer desde su “carencia”. Como resalta la médica catalana Carme Valls-Llobet, “la mayoría de los conocimientos médicos provienen de la patología masculina”. Estas inquietudes fueron la base para los primeros lineamientos del libro. Luego, más allá de hacer un crítica a todo este sistema violento, de a poco fue creciendo hasta convertirse en un trabajo más amplio que no solo ponía en cuestionamiento este paradigma imperante, sino que también precisaba entregar alternativas integrales de sanación, alternativas que partieran desde el autoconocimiento hasta lograr resolver, tratar y recuperar nuestra salud de manera amorosa y bajo un contexto particular, entendiendo en este punto la salud/enfermedad como un fenómeno único, no contabilizable a través de números (sin distinciones biológicas y sociales) y prácticas frías que tratan a todos los seres de la misma manera, en cuanto a diagnóstico y tratamiento.

¿Cuáles fueron las repercusiones desde su publicación?

Han sido muchas. Comencé hace siete u ocho años con este panfleto que, después de tres ediciones, hoy es un libro de casi 400 páginas. Es un libro que transita amplias temáticas, desde el sentir profundo de habitar una útera, de cómo se inicia una niña en la menarquía, cómo puede reconocer su ciclo menstrual, reconocer ciertas ITS, transitar la plenopausia, una gestación, un aborto, un parto natural, entre muchas otras, y toca incluso la relación con nuestras Madres. Se ha convertido en un libro leído en muchos países por niñas, mujeres y varones. Ha traspasado las fronteras incluso de mis propias creencias y me ha conducido a comprometerme de manera profunda con la medicina ancestral, compromiso que asumo como un acto político, al reconocer las medicinas respetuosas que nunca tuvieron la necesidad de abrir cuerpos y que a través de sus milenarias técnicas nutrieron, cuidaron y salvaron muchas vidas a través de la historia de la humanidad. De todo este proceso personal también habla el libro.

¿Por qué las mujeres hemos sido privadas del conocimiento de nuestros cuerpos y cuál es el antecedente más violento que da cuenta de este atropello?

Aquí en Sudamérica, hace tan solo 500 años, las condiciones de vida comenzaron a cambiar bajo un proceso genocida de colonización, con el que llegaron nuevas enfermedades y, como si fuera poco, una perspectiva inquisidora en cuanto a los procesos de salud/enfermedad. Se introdujo un fenómeno que de a poco fue acabando con nuestra medicina ancestral, un proceso bastante similar a lo sucedido durante la famosa “caza de brujas” en Europa. Nuestras chamanas, sanadoras, machis, parteras, kallawayas, fueron perseguidas y asesinadas. Anularon sus saberes y se criminalizó su visión y relación con la Tierra. Terminaron siendo censuradas y silenciadas durante mucho tiempo. Sin embargo, estas medicinas amorosas y respetuosas con la Madre Tierra siguen vigentes, a veces enmascaradas bajo un sincretismo, en la cultura de Sudamérica, en menor escala en las ciudades, pero aún de forma muy potente en comunidades indígenas y rurales. La persecución de estos saberes es el antecedente más violento de la privación de los conocimientos originarios. Fue un genocidio tanto corporal como espiritual, que ocasionó un debilitamiento generalizado del poder sanador de nuestros pueblos, al punto que, actualmente, muchos sectores de nuestra cultura perdieron la confianza en los saberes ancestrales por tacharlos de brujería, charlataneria. Por otra parte, el sistema médico oficial es un engranaje violento que solo trata con la enfermedad y no con la salud. Únicamente pretende solucionar síntomas, interviniendo de manera excesiva en los procesos humanos, lo que origina un fenómeno cultural que nos hace perder la confianza, la seguridad en nuestros saberes, en el sutil acto de escucharnos, de vivir en conexión con lo que sentimos y somos. Por ejemplo, ¿cómo es posible ovular y no sentir el proceso que estoy transitando? La mayoría de las mujeres no lo sienten porque no ovulan (a pesar de ser fértiles), debido al uso de anticonceptivos. El consumo masivo de estos medicamentos se recomienda bajo la excusa de ser el mejor método de control de la fertilidad femenina; otra gran parte se aplica para controlar diversos padecimientos hormonales, los que son resueltos o más bien estabilizados de manera superficial a través de estos. Lo anterior es solo un ejemplo de una infinidad de sucesos que vivimos las mujeres, en los cuales somos privadas de muchos conocimientos, aceptando tratamientos médicos de los que incluso se desconocen los efectos secundarios. Todo esto descansa en el debilitamiento de nuestros poderes ancestrales y en la imposición de una visión mercantilizada y utilitaria de nuestra vitalidad, porque incluso los agentes de salud desconocen que existe una realidad diferente a la que se les enseñó en el instituto o la universidad, e ignoran por completo la responsabilidad y el vínculo que llevamos con nuestros cuerpos.

¿Cómo empezar a recuperar la sabiduría que pretende ser robada por el aparato médico, entre otros interesados, pero que puede englobarse en el concepto de “patriarcado”? ¿Cuál sería el primer paso para desandar el camino? ¿Escuchar señales, autoexaminarse?

Como decía antes, vivimos en un sistema donde ni siquiera los médicos tienen conciencia del trato poco humanitario que aplican en sus consultas, hospitales y quirófanos. No veo en ellos una confabulación lógica de querer robar nuestros saberes ni de querer maltratarnos. Tenemos que repensar todo esto entendiendo el paradigma de que así se enseña a “sanar”, empezando por comprender que la ciencia no considera en su formato de aplicación una comprensión biológica, psicológica y social al momento de tratar a diversos seres en su salud, sino que se aplica de manera unilateral sin considerar raza, contextos, condiciones de vida, trabajo. Es decir, no se aplica una medicina de la diferencia, sino que la misma vacuna y medicamentos son indicados para una persona que habita en el trópico y para la que vive en el ártico. Y aquí nosotras, como “el segundo sexo” y la mitad del planeta, hemos sido presa de discriminación y experimentación por siglos. Vivimos a diario esta violencia, donde incluso la mayoría aún no comprende ni cuestiona el trato que recibe. Un ejemplo básico es tan solo imaginar lo que sucede en una sala de parto. Años de violencia y de experimentaciones horrorosas con uno de los actos sexuales más bellos y extáticos de la vida, convertido en un suceso traumatizante. Aquí lo médico no solo queda en una fría sala de hospital, sino que abarca a toda una sociedad que asume sumisamente que es así como se trae una nueva criatura al mundo. Veo que el primer paso es agitar en nuestros grupos cercanos toda esa información que se nos ha negado al exponer otra como verdad, agitar esta nueva consciencia de saber que se nos ha enseñado que nuestro cuerpo y sexualidad no son más que un recipiente pasivo de reproducción o un nicho vulnerable para las millones de ITS. Sabemos que somos tanto más que eso y tenemos que desmitificar mucho, sobre todo partiendo por nosotras mismas, aplicando soberanía en nuestros cuerpos, pero también viviendo el proceso de transformación en comunidad, ya que es ahí cuando la “vecina de al lado” ya no solo se marea con nuestros comentarios rebeldes, sino que se siente identificada, comienza a contemplar y habitar el cambio que nos lleva al empoderamiento.

¿Se puede tratar las señales del aparato de salud sexual y reproductiva de las mujeres viviendo en grandes ciudades? ¿Es aplicable la sabiduría de la tierra y de las plantas en las grandes urbes?

Sí, de todas maneras podemos tomar las riendas de nuestra salud. Tenemos que empezar con nosotras mismas, aplicando las autoexploraciones y autoexámenes, que nos irán brindando las respuestas de cuándo nuestros cuerpos necesitan ayuda, cariño, sanación. Resulta difícil aplicar la sabiduría de la Tierra cuando vivimos entre tanto cemento, ruido, agua contaminada y poco aire puro para respirar. En el caso de los tratamientos naturales, sucede que cuando queremos tomar hierbas para sanarnos, nuestras hierbas también estarán enfermas, o simplemente no podrán batallar ante tanta herida que dejan los malos hábitos, como el estrés, la alimentación deficiente, la dependencia de ciertos fármacos, el tabaco, el café, el azúcar. Creo que es pedir mucho a las plantas que sean la única solución a todas las dolencias. Por eso, estas medicinas nunca deben ser aplicadas de manera aislada, sino que deben ser el complemento a toda una modificación que hemos incorporado para sanarnos. Siempre podemos mejorar e ir adaptando la sabiduría de la Tierra, es solo asunto de escucharse.

¿Cuáles son las prácticas ancestrales más valiosas que las mujeres contemporáneas desconocemos y es urgente que podamos recuperar?

Existen muchas. Creo que lo más importante para conocer prácticas ancestrales es reconocernos a nosotras mismas. El trato y cuidado con la gran Madre, es decir, con el TODO que habitamos y nos habita, es básico para poder tratar con nosotras como micropartículas de este TODO. Como dice una de las leyes de correspondencia, “como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba; como es afuera, es adentro”, y así… Hablar de prácticas ancestrales o de rituales puntuales es hacer solo un paréntesis folclórico dentro del sistema de vida que llevamos los humanos contemporáneos, que comúnmente está desconectado de su origen y de este TODO. Quizá tenga más sentido cuando hablamos de que “lo personal es político”. Como decía antes, si aplico a mi vida prácticas de respeto, no solo conmigo -”porque soy lo más importante del universo”-, sino que con el TODO, creo que las respuestas se van resolviendo solas, cuando vamos desentrañando la historia de nuestro linaje, la sabiduría de nuestras madres, abuelas y tías. Aunque no lo creamos, ellas siempre guardan muchos saberes que nos pueden ayudar y acompañar en esto de reconocer prácticas ancestrales. Lo veo mucho más valioso que tener que escuchar las recomendaciones de una bruja que está recién aprendiendo. Así que las invito a todas a tejer su propio camino de recuperación.

¿Cómo empezar?

Frecuentemente me hacen la pregunta de “recomendar ciertos tips para las mujeres urbanas”, y me incomoda porque siento que sería engañar a las personas el entregar recomendaciones aisladas y que no tienen sentido si no se sienten, si no se viven de manera integral, bajo un contexto particular. Yo guardo un respeto profundo por la sabiduría ancestral, no la veo como algo que ya pasó. La vivo, la siento, la recupero y me habita. Y realmente no sabría cómo responder a esa pregunta, aunque saldrían de mi boca quizás estos “consejos” si estuviese en un contexto que me haga sentir que lo puedo expresar, en compañía de un mate, con un círculo de mujeres o conversando con una amiga.

El ejercicio básico es bajarse de la máquina que aniquila nuestras vidas, con sus ritmos y exigencias explotadoras. Escucharse, mirarse, observarse, tocarse, sentirse y otorgarse placer; meter las manos a la tierra; contemplar el maravilloso proceso que vive una semilla hasta que se transforma en la planta medicinal que nos va a sanar; experimentar brebajes, remedios naturales, alimentos saludables; re-aprender a querernos, a otorgarnos espacios de comprensión y ternura con nosotras mismas... porque, finalmente, el gran listado de enfermedades de las mujeres es comúnmente provocado por esta cultura de la culpa y el castigo, el hostigamiento que conlleva a ser “otra”, a negar la peculiaridad de este ramillete que habita la Tierra. Y cuando incorporamos esta verdad en nosotras, dejamos de sentir que ser mujer es vivir enfermas.

Existen diversos tipos de autoexámenes, tanto pélvicos (para revisar el estado de la vulva, la vagina y los órganos internos) como de mamas. Están todos en el libro y en Internet hay mucha información al respecto.

Para conseguir el Manual Introductorio a la Ginecología Natural ginecosofiaargentinaxgmail.com [email protected]
Facebook: facebook.com/ginecosofiaargentina

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