EL MEGAFONO
› Por Alfredo Grande (*)
La cultura represora tiene como una de sus impunidades organizar marchas y repudios para aquello que genera. La militancia honesta y combativa muchas veces acompaña sin la crítica necesaria. El tabú de la violencia impide a la víctima reaccionar a la crueldad del victimario. Incluso algunos asocian víctimas con pasividad. Negar la condición de víctima es negar la condición de victimario. Un aforismo implicado dice: “la culpabilidad del victimario se diluye en la culpa de la víctima”. La cultura represora culpabiliza a la víctima sosteniendo aún el “por algo será”. “¿Que hiciste para que te pegaran?” pregunta la vocera del alucinatorio social represor en sus almuerzos. No es por lo que hizo. Es por lo que es. La condición diabólica de la mujer es sostenida por las religiones, en sus versiones más reaccionarias que son las mayoritarias. La mujer tiene anestesiada su autoconservación y además el victimario daña su autoestima. La víctima debe ejercer violencia para enfrentar la crueldad del victimario. Pero los bien pensantes condenan a la violencia como disvalor. Como algo no deseable. Repudiable. El monopolio de la fuerza pública es del Estado. La mujer indefensa llama a esa puerta, pero pocas veces es escuchada. Y menos veces asistida. Por eso considero a la violencia de género como crueldad de género así como considero al violador un torturador sexual. Y la crueldad es la planificación sistemática del sufrimiento. Lo que el cruel busca es que su víctima sufra “como juega el gato maula con el mísero ratón”. No hay forma de impedir que el victimario frene. Solo parará cuando choque contra la violencia que ejerza la víctima. Violencia no es aniquilación física. Aunque en 1991 se estrenó “Durmiendo con el enemigo” donde el desenlace señala -a mi entender- la única estrategia posible. Entiendo a la violencia como la lógica que nos permite enfrentar la lógica represora de los victimarios, masacradores, y torturadores de la historia. Los tarifazos son crueles y todavía no se los enfrentado con la violencia necesaria. Insisto: la violencia no es aniquilación física pero si es subversión cultural. El patriarcado tiene nidos en empresas, partidos políticos, iglesias, sindicatos, escuelas. Y estar siempre a la defensiva es suicida. Otro aforismo implicado dice: “Las dictaduras toman lo diferente como incompatible y asesinan. Las democracias toman lo incompatible como diferente y se suicidan”. La crueldad de género es incompatible. Y puede ser arrasada. Con violencia. Para que nunca más haya #muchasmás.
(*) Médico psiquiatra, psicoanalista, cooperativista, docente universitario, escritor y actor.
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