Vie 05.03.2004
las12

A MANO ALZADA

más papistas que el Papa

(Sobre las nuevas estrategias oficiales para perpetuar la prohibición del aborto sin que parezca tanto)

› Por María Moreno

Asustados por el ojo panóptico vaticano, los políticos nacionales se mordieron las uñas y se valieron del método paranoico crítico inventado por Salvador Dalí para dilucidar si las palabras pronunciadas por Juan Pablo ll ante el embajador argentino en la Santa Sede eran una indirecta, una advertencia o provenían del mensaje protocolar que los papados fuertes han expropiado del de los derechos humanos. Si el Papa sólo dijo las frases citadas por la prensa, habría que notar su ambigüedad: “Es preciso que el valor de la vida humana sea custodiado con esmero, atajando pronto los múltiples intentos de degradar, más o menos veladamente, el bien primordial de la vida”, y “hoy más que nunca las autoridades públicas han de proteger y favorecer la familia, núcleo fundamental de la sociedad, sabiendo que así promueven un desarrollo social justo, estable, prometedor”. Porque la primera frase podría aludir tanto al aborto como al secuestro express, a la mortandad por hambre o al Nunca Más, y esto último no sería más que un aval para que Kirchner continuara velando por los derechos humanos de acuerdo con el contexto que los hiciera sonar a viva voz: los crímenes de la dictadura militar. Y la segunda frase, que no aclara género de los cónyuges, bien podría avalar el casamiento de gays que sobresalta en este momento a George Bush. Pero bromas aparte (la mejor fue un excelente slogan del feminismo: Si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley), habría que relacionar las supuestas frases pro vida en la relación con las que Juan Pablo ll emitió sobre la Deuda Externa: “Aminorar los factores externos que influyeron gravemente en la coyuntura económica sin eludir responsabilidades ni escatimar esfuerzos”, cuando es evidente que tanto la contracción de la deuda como su pago no deja de amenazar la “custodia de la vida humana” y contribuyen a su “degradación” ¿veladamente?
Luego de quitarse el frac con que concurrió a la audiencia con el Papa, Carlos Custer intentó devolver a la indirecta-directa su fondo protocolar sugiriendo que el Papa había hablado como lo hace habitualmente en defensa de la vida, sin mirar hacia el sur, aunque monseñor Justo Laguna se preguntara sin necesitar mucha astucia por qué había pronunciado esas palabras justo cuando el embajador argentino presentaba sus credenciales y mientras la mirada papal se dirigía alborozada a sus hijos, como para mostrar que es más pedagógica una imagen que hablar de aborto. “Fue muy fuerte para mí, sobre todo porque estuvieron conmigo mis hijos y nietos, y al Papa, cuando vio a los chicos, se le iluminó el rostro”, declaró Custer.
Una conversada cola de paja calibraba si el Papa sabía o no de la controversia en torno a Carmen Argibay. Y uno de los argumentos barajados para afirmar que el Papa no se había referido especialmente al gobierno argentino fue que no pronunció nunca la palabra aborto. Aunque no pronunciarla forma parte de sus habilidades publicitarias –nombrar es promover–, aunque a menudo esa técnica haga brillar lo que queda oculto, como cuando se hablaba del tirano prófugo o de Méndez. Quizá Juan Pablo ll esperaba con la presentación de credenciales una ofrenda más papista que el Papa, como la que hizo el anterior embajador ante la Santa Sede, Carlos Caselli, cuando en 1998 entregó el Día del niño por nacer que alguna vez se llamó Día del niño no nacido y que bien podía interpretarse como un homenaje al aborto. ¡Este lenguaje hace lo que quiere hasta no dejarnos tranquilos! Rosendo Fraga, desde el diario La Nación, ubicó el susto en sus términos políticos: “A partir de esta intervención papal, Kirchner tiene dos opciones con sus respectivas consecuencias. Confirmar a Carmen Argibay y no abrir el camino a la despenalización del aborto, pronunciándose al respecto, lo cual debilitaría su fuerte alianza con el progresismo. O hacer las dos cosas, lo cual debilitaría su alianza con sectores moderados de la Iglesia, que hasta ahora le han brindado su apoyo”. Porque el aborto sigue siendo una coartada política o una guerra de argumentaciones en espejo, cuyo eje es si el embrión es o no un ser humano, que se deslizan por sobre las cabezas de las mujeres que abortan, solitarias en su decisión trágica.
Una encuesta realizada por Graciela Römer entre 600 habitantes de Capital Federal y Gran Buenos Aires y publicada por La Nación registra que el 23 % de los entrevistados rechaza la despenalización del aborto, que el 30% está favor y que el 47 % la acepta en casos de violación o de peligro de la vida de la mujer. Mientras que una encuesta del año 2003 registraba un apoyo a la despenalización en los casos de violación del 81%. Si la cuestión del aborto sigue siendo un tabú salvo cuando se convierte en extorsión política y el canciller Rafael Bielsa la ha desplazado al afirmar que la respuesta argentina al Papa es el Proyecto de ley de salud reproductiva, en ese contexto debe entenderse el proyecto de prevención de la violación mediante mayores límites a sus excarcelaciones, el seguimiento de los violadores durante el mismo período de su condena y el registro en un banco de sus datos genéticos. Más allá de las mejores intenciones, se trataría de cómo evitar la escena que permita a una mujer utilizar la excepción que hace la ley a la prohibición del aborto: en caso de violación.

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