SOCIEDAD
lo que ellas quieren
Martha Alonso Vidal es presidenta de la Asociación de Mujeres Arquitectas e Ingenieras y desde ese lugar propuso, junto con otras seis colegas, al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires realizar una encuesta para que las mujeres pudieran diseñar la ciudad en la que querrían vivir. El resultado es un libro en el que surgen demandas que van desde cambiadores para bebés en baños públicos hasta veredas que se puedan atravesar con tacos.
› Por Sandra Chaher
Qué ciudad quieren las mujeres? La pregunta es necesaria porque, según sostienen los investigadores, la ciudad moderna fue construida acorde a los deseos y necesidades masculinas. O mejor dicho: acorde a los deseos y necesidades del hombre que la modernidad también estaba construyendo: un productor, alguien que iba de casa al trabajo, con recorridos fijos, sin dificultades físicas y no limitado en sus movimientos por el acarreo de bolsas o niños. Alguien que usufructuaba la ciudad pero no necesariamente la gozaba, excepto en escasos ratos de ocio o cuando la edad determinaba su caducidad en el mercado laboral y se iba a las plazas a matar el tiempo entre bochas y ajedrez. La ciudad como lugar de paso, como medio, nunca como espacio a ser vivido, disfrutado. Y aunque el hombre moderno ya no existe, en la ciudad puede aún rastrearse su osamenta.
Hace dos años, convencidas de que había que modificar la estructura urbana pensando en las necesidades de ambos géneros, un grupo de arquitectas, nucleadas en la Asociación de Mujeres Arquitectas e Ingenieras (AMAI), sugirieron, a instancias del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, preguntarles a las mujeres en qué ciudad querían vivir. Tomaron una muestra accidental, no estadística, entre 400 mujeres de la ciudad y las respuestas fueron: “Queremos cambiadores para los bebés en los espacios públicos, que mejoren las veredas, baños públicos, lugares de socialización en las escuelas donde podamos juntarnos a charlar mientras esperamos la salida de nuestros hijos, patios de juego para nosotras y nuestros chicos; discotecas en los barrios, no en la Costanera. Y además, el 90% se mostró dispuesta a participar en el diseño de las políticas públicas urbanas. Pero claro, alguien tiene que convocarlas.
Martha Alonso Vidal es la presidenta de AMAI y una de las seis integrantes de la asociación que participó en el diseño de la muestra y el armado del libro Género y Ciudad. Indicadores Urbanos de Género, publicado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como resultado de ese trabajo. “Nosotras logramos instalar el tema en el Gobierno de la Ciudad, que las Políticas Públicas Urbano Medio Ambientales con Equidad de Género (Ppumaceg) sean tenidas en cuenta. Pero esto es apenas un paso, queda muchísimo por hacer. Sabemos qué quieren las mujeres, pero ahora hay que incluir esa mirada en el diseño urbanístico de la ciudad.”
AMAI empezó a trabajar junto con el Gobierno de la Ciudad en el año 2001 cuando Noemí Aumedes, en ese entonces secretaria de la Mujer, las convocó porque no lograba transversalizar la mirada de género en las secretarías de Obras Públicas y Planeamiento Urbano. Las arquitectas e ingenieras sugirieron hacer un análisis del Plan Urbano Ambiental (PUA), en ese momento en diseño, y tratar de incluir en él los resultados de la encuesta propuesta. “El PUA se hizo en los últimos cinco años –relata Alonso–, pero no tiene aún sanción de la Legislatura. El objetivo es modificar la ciudad desde lo urbanístico. Ellos ya venían trabajando con una mirada de género, pero nosotras aportamos en temas como el transporte público, porque las mujeres recorremos la ciudad en zig-zag, de barrio en barrio, y no de punto a punto como los hombres, con lo cual hay que pensar en modificar los recorridos; que haya más espacios verdes, no puede ser que una mujer de Villa Lugano tenga que hacer 20 cuadras para poder ir con su hijo a la plaza; que se consideren los horarios de atención de las oficinas públicas de acuerdo con los tiempos de las mujeres, que no son los laborales.”
Después de estudiar la normativa de la ciudad, lo que más las sorprendió fue que la mirada de género en el diseño urbanístico estaba prevista no sólo en la Constitución de la Ciudad sino en la Ley 474 –el Plan de oportunidades y de trato entre mujeres y varones de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires–, pero pocos lo sabían. Por eso haber instalado el tema ya es considerado como un gran logro. Queda en carpeta lograr financiamiento para un proyecto más ambicioso: que la muestra sea estadística y abarque la región llamada AMBA –Ciudad de Buenos Aires más el primer o segundo cordón del conurbano– y después se extienda a otras “megaciudades” del continente, sobre todo las del Mercosur. “Creo que éste es un tema muy nuevo que a todos fascina pero que justamente por lo innovativo todavía no entró en la agenda política completamente. Nos interesa a los arquitectos, a los sociólogos, a los antropólogos, pero no aparece prioritario como la pobreza, la desnutrición o la delincuencia, que curiosamente son temas urbanos pero que nadie los ve así. Nosotras, de hecho, hubiéramos querido evaluar en la encuesta indicadores que no eran específicamente urbanísticos, como aborto o salud, pero no nos alcanzó la infraestructura. Nuestro trabajo fue completamente ad-honorem y el relevamiento se hizo con el aporte de distintos organismos gubernamentales.”
AMAI no es la única asociación en Argentina que investiga los vínculos de las mujeres con la ciudad. Hay organizaciones no gubernamentales similares en Córdoba, Rosario, Mar del Plata y en algunas ciudades del sur. Sin embargo, aunque tienen una importante tarea académica y fuertes vínculos con instituciones similares del resto del mundo, especialmente el grupo de Rosario y el de Córdoba, Alonso Vidal admite que ninguna pudo incidir en las políticas públicas fundamentalmente por falta de interés de las autoridades. Y lo mismo pasa en otras ciudades del continente, como Río de Janeiro, donde el trabajo de investigación es importantísimo, con una imponente presencia en congresos y en la discusión académica, pero no pasa de ahí.
“En Rosario –concluye Alonso– dicen que una ciudad pensada para los niños es una ciudad para todo el mundo, porque no tiene barreras arquitectónicas que sólo los adultos saludables pueden salvar. Vos pensás en nuestras ciudades y son todo lo contrario. Ves a las mujeres cargando pilas de bolsos, niños, el cochecito, cayéndoseles la mitad de las cosas; a la gente grande haciendo enormes esfuerzos para subir a los colectivos por lo altos que están los escalones; la imposibilidad de llevar los cochecitos de los chicos en subte porque ¿cómo bajás y subís las escaleras sin ayuda?; las mujeres confinadas en las plazas a los espacios para niños o enfermos porque nadie piensa en lugares específicos para ellas; y además, ésta es una ciudad que no está hecha para usar tacos, el pavimento es para zapatos planos, de hombre.”