EL MEGáFONO
› Por Fabiana Ríos *
La Ley 911, que estableció el régimen de licencia por maternidad compartida en Tierra del Fuego, fue sancionada -por unanimidad- en diciembre de 2012 y promulgada en enero de 2013. La iniciativa surgió como idea a partir de un relato familiar que me dolió en el alma. Dos mujeres habían decidido ser madres y me participaron del íntimo evento en el cual habían decidido incorporar al apellido del niño (el de su otra mamá) a ese hijo, mientras esperábamos juntas, en un despacho oficial, ese documento que acreditaba su identidad.
Esas mujeres tuvieron la generosidad de contarme que habían decidido ser madres antes de la vigencia de la Ley de matrimonio igualitario. Luego del nacimiento de su hijo se casaron y pensaron que querían la incorporación del segundo apellido como rasgo de identidad de ese hijo. Una pregunta mía desencadenó la respuesta que me conmovió. Pregunté cómo fue el proceso del embarazo y el parto. La mujer que lo había llevado en su vientre me respondió: “sola”.
Lo que siguió fue la reflexión sobre cuántas veces las leyes van detrás de los procesos vitales y sociales y la necesidad de estar atentxs a cómo las normas legales ignoran las realidades o -lo que es peor aún- refuerzan estereotipos. Pensé en las familias; en sus múltiples modos no contemplados en la ley vigente hasta entonces; en los hombres excluidos de los momentos fundamentales de la vida de sus hijxs por razones laborales; en la dificultad de las mujeres en edad fértil de conseguir trabajo “porque se embarazan”, según la palabra de los potenciales empleadores; pensé en la tremenda responsabilidad que supone poder ponerse en el lugar del otrx, de todos lxs otrxs que esperan y necesitan ser vistxs...
Luego siguió la consulta, la redacción, las correcciones, las discusiones y, finalmente, la presentación y la aprobación de la ley. Hay casos emblemáticos: una pareja igualitaria que había adoptado a dos hermanos en edad escolar y usaron la licencia para ayudar en la adaptación de las nuevas realidades escolar y familiar; una pareja heterosexual –padres de mellizos– usaron conjuntamente media licencia cada unx para estar juntxs en los primeros meses con sus hijos.
Hay otros casos particulares, pero todos con enormes beneficios. A los que les preocupa el costo de la licencia por nacimiento debo decirles que no costó más, nos hizo mejores, más iguales y más felices.
La familia puede organizarse y el Estado la acompaña priorizando el interés superior de lxs niñxs. De eso se trata.
* Militante feminista y ex gobernadora de Tierra del Fuego
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