POLíTICA
Esta semana se presentó desde la Casa Rosada –y con la insistente apelación del presidente Mauricio Macri al amor y los valores familiares para volver a ubicar a las mujeres en un ámbito único– el Plan Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, que tiene un capítulo específico dedicado a la educación como herramienta fundamental. Allí se hacen múltiples sugerencias, la mayoría ya incluidas en otro plan, el de Educación Sexual Integral que existe en el Ministerio de Educación desde 2009 y que en el último mes sufrió el despido y la reincorporación por sesenta días de un tercio de las personas que trabajaban allí. Entre estos claroscuros cabe volver a revisar la efectividad de la ESI en la prevención de la violencia y también en la posibilidad de decidir en libertad sobre la sexualidad, el afecto y el placer a través de experiencias concretas en las pocas escuelas donde la ESI es una realidad.
› Por Luciana Peker
La Educación Sexual Integral (ESI) no es una vacuna. Pero es lo más parecido que se puede encontrar en las aulas para prevenir abusos sexuales; noviazgos violentos; trata de personas, violencia familiar, embarazos no buscados; mortalidad por abortos inseguros, discriminación a lesbianas, afro, gays, trans y a cualquiera que no se cuadre con las normas corrientes de belleza o heterosexualidad obligatorio. La Educación Sexual tiene e potencial, también, de dar herramientas de prevención de las enfermedades de transmisión sexual, para evitar embarazos adolescentes no buscados; deserción escolar de niñas o jóvenes madres; anorexia o bulimia y/o grooming. Si la familia no alcanza esta la escuela para habilitar la palabra y contar los métodos anticonceptivos; si el hospital no llega o no se llega al hospital está la clase de ESI (en biología o en cualquier otra materia) para abrir la posibilidad cierta de disfrutar de la sexualidad sin culpa, castigo, ni enfermedades; si la familia no detecta el control o los golpes de un novio está la preceptora para hablar con una adolescente que viene marcada o deja de hacer actividades por miedo; si a la familia le da vergüenza o no sabe cómo denunciar que su hija desapareció o que se fue con un supuesto novio está el preceptor para buscarla y pedir que la rescaten de la triple frontera; si el padre es un agresor está la maestra de jardín para alertar sobre los dibujos y comportamientos de una niña abusada; si una nena con pelos afro o un nene con sobrepeso o un pibe gay se siente hostigado está la clase de historia y de formación ética y ciudadana para que la denigración deje de ser risa y pase a ser una lección de libertad.
La educación sexual es una revolución no solo por lo que tiene para decir, sino porque implica que la escuela pueda defender a los chicos y chicas cuando su vida o salud corre riesgo por su familia o sin que su familia se de cuenta y sepa como ayudarlo/a. La educación sexual es imprescindible y obligatoria a partir de la ley 26.150, aprobada en el 2006, en todo el país, en nivel inicial, primaria y secundaria, en escuelas públicas y privadas, de todo el país.
Sin embargo, como tiene que darse en todas las materias de forma transversal, muchas veces no se da en ninguna. Y, a pesar de las capacitaciones masivas y la publicación de manuales con actividades prácticas para las clases, todavía hay demasiados baches y silencios. El problema no es solo que la ley no se cumpla, sino que se violan los derechos de chicos y chicas a recibir información científica sobre su sexualidad, su cuerpo, su integridad y su libertad.
Todavía falta mucho para que se implemente realmente y, por eso, se pide mayor presupuesto para capacitaciones masivas, más creación e impresión de manuales y láminas para todxs los docentes y, específicamente, que haya, por lo menos, un referente por escuela (en jardines de infantes, primarias y secundarias) que garantice la implementación de la educación sexual integral en las distintas materias, talleres especiales, horas libres o el espacio de biblioteca, pero que la ESI no se esfume y los chicas y chicos no dejen de tener con quien hablar, debatir, preguntar y contar sus realidades.
Sin embargo, hace dos semanas, el Ministerio de Educación de la Nación despidió a cinco empleados/as del Programa de Educación Sexual Integral que representan (con un plantel de quince personas) una tercera parte del personal capacitado para la tarea. Las trabajadoras/es –ahora en la cuerda floja– realizaban materiales escritos y audiovisuales sobre ESI; producían y editaban videos que registraban experiencias exitosas de educación sexual en las aulas para poder replicarlas; realizaban talleres en las provincias, adecuaban los manuales estándar para niños, niñas y adolescentes con discapacidad y para comunidades indígenas; monitoreaban y evaluaban el cumplimiento del programa en las aulas y coordinaban los cursos virtuales para que los y las docentes puedan ser capacitados a distancia.
El Ministerio de Educación no retrocedió en su decisión, pero postergó el despido o calmó el repudio de la sociedad civil y el movimiento de mujeres. Por ahora, se garantizó una continuidad esporádica –de solo sesenta días– tal vez para volver a dar de baja sus tareas, tal vez para acceder a pasar a planta permanente al personal o, tal vez, en una apelación al desgaste gremial, personal y laboral. Solo por dos meses se renovó el contrato de las y los trabajadores, aunque sin los aumentos acordados en paritarias, que con una inflación galopante, apunta al desgaste laboral y a que si no son despedidas muchas trabajadores/as terminen renunciando o bajando los brazos. También se decidió continuar con dos capacitaciones virtual en ESI y maternidades y paternidades en la adolescencia para docentes (que estaban paralizados) y que en años anteriores se realizaban, por lo menos, dos veces al año. Sin dudas, la movilización en redes sociales para reclamar por la educación sexual frenó recortes más severos. Pero, todavía, queda mucho por preservar y, por sobre todo, por avanzar.
La abogada Natalia Gherardi, directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) resalta: “La educación sexual integral debe garantizar la educación para la igualdad y el respeto por la diversidad sexual. Sin ese compromiso del Estado y de las provincias, la violencia de género y los embarazos adolescentes seguirán en aumento. El Comité de Derechos Humanos de ONU acaba de formular una recomendación al Estado argentino para que mejore las políticas de prevención de violencia de género y que asegure la aplicación de programas de educación a nivel formal (en escuelas) e informal (a través de los medios de comunicación) sobre la importancia de los derechos sexuales y reproductivos. Sin un programa sólido y sostenido de Educación Sexual Integral la erradicación de la violencia es solo una consigna vacía”.
La decana de Filosofía y Letras de la UBA, Graciela Morgade es especialista en género y educación y coordinadora del libro “Educación Sexual Integral con perspectiva de género. La lupa de la ESI en el aula”, editado –recientemente– por Homo Sapiens, de Rosario. Ella relata la historia de la historia de la educación sexual en Argentina: “La ESI parte de una ley breve que delegó en el Ministerio de Educación de la Nación las tareas vinculadas con la reglamentación. Los debates siguieron en la comisión de especialistas y, luego, en el Consejo Federal de Educación, donde se votaron los lineamientos curriculares para todas las áreas y todos los niveles del sistema. Se creó entonces el Programa Nacional de Educación Sexual Integral. La letra contribuyó a transformar las prácticas desde una visión integral de la sexualidad, con perspectiva de género y derechos. Es evidente que ha existido una decisión política para llevar adelante todas estas acciones. Si se discontinúa esa decisión no solamente se dejaría de cumplir con una ley; se dejaría trunco un proyecto que abona la mejor manera de luchar contra la violencia de género y por el respeto a la integridad e identidad de las personas”.
La educación sexual no es solo educación, es salud. “Cuando las y los jóvenes se empoderan toman conocimiento, por ejemplo, que pueden hacer consultas médicas sin necesidad de ir acompañadas/os de un adulto y efectúan, rápidamente, una visita médica para consultar sobre métodos anticonceptivos, anticoncepción de emergencia e infecciones de transmisión sexual”, grafica Silvia Kurlat, Presidenta de la Asociación Argentina de Educadoras/es Sexuales y una de las autoridades del Parlamento de las Mujeres de la Legislatura porteña
¿Por qué es tan importante la educación sexual integral? No es por teoría, sino por cómo la letra cambia la posibilidad de re-escribir la vida. La socióloga e investigadora del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) Eleonor Faur describe distintas experiencias transformadoras: “En varias escuelas de La Matanza, después de capacitarse con el Ministerio de Educación de la Nación, se tuvieron recursos para poder responder a chicas que sufrían noviazgos violentos. En Las Lomitas, Formosa, en el 2012, en el arranque de un taller una maestra de jardín de infantes dijo que tenía un nene que se quería vestir de princesa y ella le decía que no y, después de varios días de taller, esa misma maestra reflexionó, entre lagrimas, que había podido repensar ese tema y que no tenía ningún derecho a torcer la decisión de un nene o una nena sobre su juego o decisión. En una escuela universitaria de la Ciudad de Buenos Aires le pidieron a un grupo de chicos un trabajo de sociología y eligieron cuestionar por qué a los varones les tenía que gustar el fútbol. También en una escuela de reingreso de La Boca desarrollamos un proyecto de educación sexual integral y los propios chicos se la pasaban pidiendo a los docentes que repitan las clases de educación sexual. Fue una emoción muy grande ver como servía la estrategia para pensar y ampliar sus proyectos de vida”.
La educación sexual impacta, pero no necesariamente en un aula solemne y silenciosa. A veces se habla en clase y, por sobre todo, se sabe que hay alguien que puede escuchar, muchas veces -la mayoría- en el lugar y la hora más importante: cuando suena el timbre. Victoria Arias es Profesora de Literatura, tallerista de Educación Sexual en escuelas medias y activista por el respeto a los derechos sexuales en educación. Victoria cuenta la revolución que genera saber que sus alumnos/as cuentan con ella: “En el patio de la escuela, en el recreo luego de un acto, tres chicas de segundo año se me acercan y me rodean. ‘Profe queremos consultarle algo, ¿Si una tuvo una relación no cuidada y le vino al día siguiente, puede estar embarazada?’. A la salida de la escuela, dos chicas, dos chicos, me estaban esperando, me saludan, me dicen: ‘Profe, una tirita me da positivo, otra negativo, ¿qué hago?’. En la hora de Lengua, al final de un taller literario, una de las chicas que me tiene mas confianza se acerca y me dice ‘¿Puede hablar con ella? (señala a su compañera de banco), no está bien que deje que el novio la controle así ¡Me da miedo’. Dos chicas de primer año en una reunión LGBTIQ que hicimos me dicen ‘no me siento mujer, no soy heterosexual y en casa no me comprenden’. Y así todo el tiempo, cada día, en cada recreo, a cada salida”. Victoria no tiene todo el tiempo todas las respuestas. La educación sexual no implica saberlo todo, sino saber aprender y buscar información científica. Su mayor valor no está solo en lo que se sabe, sino en saber escuchar.
A pesar de su efectividad, no se está avanzando en la implementación de la ESI, sino retrocediendo. “La sexualidad es un discurso manipulado por la sociedad heterocapitalista para vender más, lxs chicxs son inundados de sexismo, pero al mismo tiempo, desde una concepción mercantilista, los referentes de ESI somos congelados por los recortes en Educación, no hay presupuesto para nuestra labor, el silencio y la negación son absolutos. Quieren que nos olvidemos porque la educación sexual libera y lo saben muy bien”, subraya Victoria.
El olvido no está en los planes. Por eso, la memoria de las huellas que abrieron libertades, goces, caminos y rescates, se planta como bandera, para que la educación sexual esté garantizada. Porque la educación sexual no es solo cuentas, historias, pruebas o experimentos. La educación sexual puede salvar vidas o rescatar libertades.
Mirta tenía 14 años y viajaba, todos los días, desde Merlo a Retiro, hasta el Colegio Sarmiento, para cursar segundo año. En mayo del 2015 faltó a clases dos días. El protocolo dice que si no se sabe porque una alumna falta hay que llamar a la casa. Pero, muchas veces, las ausencias se acumulan sin que nadie mire el vacío. Al tercer día el preceptor, Eduardo Martínez (Profesor en Ciencias Sociales de tarde y noche y preceptor de mañana, con la especialización en Educación Sexual Integral del Instituto Joaquín V González) hablo con su hermana. No se sabía donde estaba. La educación no termina en la escuela y el trabajo –y las preocupaciones– se llevan a casa. Martínez siguió llamando a la familia y les pidió que denunciaran su desaparición a la Línea 145. Conversó con la mamá de la nena que hablaba guaraní y apenas castellano. Ella le decía que le avergonzaba que su hija se haya escapado y que no sabía mucho de Mirta porque trabajaba todo el día como empleada doméstica, tampoco quería ir a la policía porque tenía miedo del qué dirán en el barrio. La familia de Mirta –por miedo, imposibilidades, falta de recursos– no sabía qué ni cómo hacer para buscarla. A los pocos días la adolescente los llamo y les dejó un mensaje pidiendo que no la busquen, que estaba en Bahía Blanca. Eduardo puso al colegio en contacto con el Ministerio de Seguridad de la Nación y empezó a intervenir una fiscalía en Morón. Se abrió una causa por presunción de trata de personas y se detectó que la llamada no era desde Bahía Blanca, sino desde Ciudad del Este, en la zona de la Triple Frontera, en Paraguay. Se dio aviso a Interpol. Mirta había cruzado la frontera con el documento de su hermana y el alerta de la llamada del 145 llego cuando ella ya había pasado junto con un hombre mayor de edad. En las aulas los chicos y las chicas pedían por su compañera. En el colegio se trato en las aulas su búsqueda. No era una desaparecida, era una niña buscada. Y buscada por el colegio que incluso aportó la documentación que la mamá no lograba encontrar. Un mes después se la rescató de Paraguay y volvió a Argentina, junto a su familia, y siguió estudiando en la Provincia de Buenos Aires.
“Yo aprendí que no hay que esperar 48 horas de la desaparición, si no sé durante cuatro horas donde están mis alumnos o mis hijos prefiero accionar y si están en lo de un amigo mejor, pero, ante la duda, hay que dar el alerta inmediatamente y activar”, grafica Eduardo. Pero su tarea y la intervención del colegio –como representante del Estado cuando la familia es vulnerable– no salió de un repollo sino de la capacitación en educación sexual y en que el sí te metas puede salvar vidas. “La educación sexual aporta un compromiso con la tarea, estar en el lugar del otro y entender que nuestra función es también cuidar a los chicos”, ejemplifica Eduardo.
Lo que se aprende no se olvida. Este año, Eduardo, está investigando –por propuesta de chicas y chicos– el tema de trata de personas para explotación sexual, en el marco del proyecto Jóvenes y Memoria, con los y las estudiantes de quinto año del Colegio Nº 10 DE 8 José de San Martín, del turno tarde. El 11 de julio visitaron a un grupo de madres de victimas de trata y el relato de las estudiantes habla de una materia que no pasa por sus vidas como una algebra, sino como un motor de cambio. “Las confesiones y las fotos de las chicas desaparecidas fueron impactante. Me enteré de lo que no sabía. Cada vez se está poniendo más interesante y nos va atrayendo más y más”, escribió, después de la salida, Jhon. La realidad en carne viva y no en un mapa lejano es un recurso claro contra la desconcentración. “Antes de abordar el tema de la trata de personas en la clase de Cívica no prestaba atención, ni me importaba mucho el tema, pero ahora me gusta tratar este tema y me parece lo más interesante que hacemos en el colegio”, valorizó Julián. Y María criticó: “Pienso que esta sociedad es una mierda. Pienso que la policía es injusta. Pienso que es indignante desconfiar de la policía y de las personas del Estado. Violan los derechos y las mujeres tienen que salir con miedo a la calle”.
La activista feminista y docente especialista en Educación Sexual Celeste Mac Dougall advierte que se está dando marcha atrás en la implementación de este despertar a la defensa colectiva contra la violencia de género: “No hay asignación de presupuesto para ESI y no se pagan talleres ni proyectos especiales. Mientras que los retrocesos (más bien continuidades de políticas que se expresaban en la Ciudad de Buenos Aires) tiene que ver con la adjudicación por parte del gobierno de talleres y capacitaciones a docentes de escuelas públicas a organizaciones no gubernamentales evangelistas (Protege tu corazón, una organización con sede en México que dice promover una sexualidad inteligente y que cuenta sus talleres, por ejemplo, en Jujuy) que reivindican la abstinencia como forma de cuidado. La ESI debe asentarse sobre una perspectiva de género y feminista. No es igual cualquier tipo de educación sexual. Para educar sujetos libres y empoderadxs es necesario educar desde una perspectiva que cuestione los roles de género, la violencia, el machismo y, centralmente, que incluya la dimensión del placer como parte central del ejercicio de una sexualidad sana”.
Celeste le pone el cuerpo y las lágrimas a la defensa de la ESI. Una alumna de cincuenta años que limpia casas terminó el colegio y se abrazó a ella porque no solo consiguió un título sino porque tomó coraje, después de hablar de violencia de género en el aula, y dejo a su marido que la golpeaba. La potencia es tan grande que, frente a la convocatoria de Ni Una Menos, los centros de estudiantes secundarios tomaron la demanda de educación sexual como central. En la Escuela de Cerámica Nº1, por ejemplo paso de un tema de docentes comprometidos en historia, biología o literatura a que las chicas organicen las charlas. “Lxs pibes nos enseñan a nosotrxs”, reafirma Celeste, que enseña y aprende.
Patricia Kavanagh es Licenciada en Biología y especialista en ESI. Ella está a cargo de talleres en “La Legión” y el Normal 2, de La Plata y cuenta las dificultades a las que se enfrenta: “Es muy difícil la implementación real de la ESI, lo hacemos en las horas libres o interactuando con cuarenta minutos semanales con Educación Física que me brindan de sus horas las profesoras y porque surgen problemáticas puntuales como el respeto de identidades sexuales o las dificultades de las madres adolescentes. En un colegio, desde el dictado de talleres, bajó el embarazo adolescente y lo sabemos porque quedan vacantes para el jardín maternal. Pero no alcanza con la voluntad, falta la institucionalización masiva de la ESI. Mientras que en la Provincia de Buenos Aires el panorama es preocupante porque se agrava la deserción escolar y los chicos necesitan comer (hay padres que se acercan a pedir ayuda para la comida) por lo que la ESI seguirá relegada, ahora, por otras urgencias también básicas”.
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