Vie 29.07.2016
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íCONOS

Sabiduría Maravilla

Durante siete décadas y media, la Mujer Maravilla ha inspirado a mujeres del mundo con sus principios humanitarios, su coraje, su independencia, su fuerza. Y aunque su primera película en solitario recién llegará el año próximo, un flamante y auspicioso adelanto de casi tres minutos sugiere que la espera habría valido la pena. Sobre la superheroína, el film, la historia, más a continuación.

› Por Guadalupe Treibel

¡Santa Afrodita! El tráiler del film Wonder Woman ha llegado, y luce sensacional. Deuda pendiente de décadas y décadas, se trata de la primera película dedicada exclusivamente a la superheroína e ícono feminista, y aunque recién hará su arribo a los cines a mediados del año próximo, el pequeño adelanto de casi 3 minutos –recientemente lanzado en la feria geek por excelencia, el Comic-Con de San Diego, en Estados Unidos– ya ha encendido el fervor del paciente, paciente fandom. Porque en pantalla grande, mucho Superman, mucho Batman, pero se han necesitado 75 años para que la Mujer Maravilla tuviera su propia cinta (en buena parte, por el ridículo prejuicio de que doñas y doñitas no gustan de consumir cómics ni cine de acción, teoría probada falsa hace demasiado rato). Al menos, a juzgar por los 180 segundos visionados, la espera habría valido la pena…

Porque lejos de freezar a la guerrera de DC Comics y despertarla en tiempos actuales, la historia vuelve sobre los geniales orígenes -inspirados en la mitología helénica- de esta semidiosa, a quien Zeus dio vida. Es decir, cuenta el cuento de Diana, princesa de Themyscira, isla matriarcal donde solo habitan mujeres, y donde reina su madre, Hipólita, soberana amazona. Tierra donde involuntariamente estrellará el piloto de las fuerzas armadas Steve Trevor, “damisela en apuros” que Diana salva y devuelve a EE.UU., donde decide radicarse y ayudar a que la humanidad en guerra alcance la paz, la justicia, la equidad. Para hacerlo, esconde su identidad; deviene Diana Prince (en el cómic, secretaria; en la peli, ns/nc). En el tráiler, por cierto, la recién llegada pregunta a una asistente: “¿Qué es una secretaria?”. “Voy adonde me dicen, hago lo que me piden”, responde la mujer. “En mi pueblo, a eso le llaman esclavitud”, remata la heroína. A lo cual, la encantada cincuentona no puede sino aclarar: “Ya me gusta esta mujer”.

Un detalle interesante es que, a diferencia de la historieta original, los sucesos no acaecen durante la Segunda Guerra Mundial sino durante la primera. Licencia creativa que, a decir de algunas voces, podría favorecer al relato. Porque lejos de caer en la típica ecuación simplista (Bien versus Mal, yanquis buenos contra nazis malos), ubica a la Mujer Maravilla en un contexto más complejo, donde ninguna causa belicista –sea del bando que sea– es verdaderamente noble. La humanidad toda muestra su faceta sanguinaria, está en falta. De ella, su madre Hipólita, interpretada por la actriz danesa Connie Nielsen, es clara: “Ten cuidado, Diana, no son dignos de ti”. Las tías guerreras, generala Antíope (¡Robin Wright, yey!) y segunda en mano Melanipa (la noruega Lisa Loven Kongsli), probablemente estén de acuerdo.

A Diana, harto sabido, la interpreta Gal Gadot (1985), actriz israelí que tuvo que soportar un tsunami de maliciosos comentarios al confirmarse que ella sería la Mujer Maravilla. En algunos casos, el encono tuvo que ver con que le confiaran el legendario rol a una casi desconocida (participó de cuatro entregas de la saga Rápido y Furioso). En otros casos, los mayoritarios, el berrinche fue por la falta de curvas, la poca delantera de la artista. Un “periodista”, por caso, tuvo el descaro de decirle a Gadot: “Se ha hablado mucho de que sos demasiado flaca. Wonder Woman es una muer de pechos grandes…” A lo cual, la lúcida señora, que completó el servicio militar obligatorio de su país, replicó: “WW es una amazona. Si vamos a ser ‘precisos’, solo tendría que tener una teta” (la otra, recordemos, se la cortaban para disparar mejor con sus arcos).

La muchacha, recordemos, ya había estrenado el traje maravilla en la reciente cinta Batman Vs. Superman, donde sus pocos minutos en pantalla, prácticamente de cameo, fueron suficientes para que la crítica la considerara, por lejos, lo mejor de un película con pésimas notas. “En batalla, Wonder Woman sorprende gracias al control de sus emociones y una confianza mayor que las de sus compañeros rescatados. En apenas unos minutos, la heroína más famosa de la historia del cómic calla las críticas, supera las expectativas y deja con muchas ganas de presenciar su película en solitario”, se deshacía entonces el diario El País. Y probablemente vuelva a hacerlo cuando, tras el estreno de WW, llegue La Liga de la Justicia, que la incluye como coprotagonista.

Volviendo al film Wonder Woman, otro motivo de albricias es que su realizadora es una dama. Más específicamente, Petty Jenkins, de 44, responsable del premiado film Monster (2003), a quien le ha tocado en suerte volverse “la primera mujer que dirige una cinta del mundillo DC Cómics”. Es también la primera película de superhéroes protagonizada por una mujer desde ¡2005! (la última fue Elektra, con Jennifer Garner). Y, según la directora artística del Athena Film Festival, Melissa Silverstein, es además “la primera vez en la historia que una mujer tiene un presupuesto tan grande, de 100 millones de dólares, para hacer un film de acción”. Muchos 1ros para quien recientemente declarase: “Hubo un tiempo en que a las personas les asustaba la idea de hacer una peli sobre una superheroína femenina, en especial la Mujer Maravilla. ¿Cómo la hacemos dura, como la hacemos impresionante?, se preguntaban. Para mí, hay que hacerla universal ¿Por qué solo los hombres blancos logran ser universales, y a todos los demás nos toca ser ‘una pequeña historia’?”.

La amazona tiene

quien le escriba

Vale mencionar que, durante el citado evento Comic-Con, se realizaron varios homenajes (no todos los días se cumplen 75 pirulos), entre los cuales destaca la exhibición del traje original utilizado por Lynda Carter en la recordada serie de tevé de los 70. Se anunció además que, en sociedad con Warner y DC Entertainment, el Servicio Postal de Estados Unidos lanzará en octubre una colección de 20 estampillas que cubren la evolución –estilística, temática– de la heroína en cuestión, según las distintas etapas cronológicas que atravesó la historieta. Léase, la Era de Oro (1941-55), la Era de Plata (1956-72), la Era de Bronce (1973-86), la Edad Moderna (1987-actualidad). Resaltando los valores predominantes de cada momento: privilegiar compasión y diálogo antes que fuerza bruta, luchar devotamente por la justicia (el puño en alto, bien arriba), aplicar potencia y determinación conforme las raíces mitológicas, etcétera.

Cabe aclarar, empero, que “no es la primera vez que la dama recibe una ovación postal” (DC dixit). Hace exactamente 10 años, en un esfuerzo por honrar a icónicos superhéroes de historietas, dos estampillas de la guerrera se abrieron paso entre los Aquaman, Batman, Flash y Flecha Verde del universo DC. En una, se la ve rodeada por palomas pacifistas, batiendo su característico lazo de la verdad, representando valores como coraje, fuerza, compasión… A los que podría sumarse una profunda humanidad que aboga por la inclusión y la equidad.

Diana: igualitaria,

inclusiva

En un inspirado artículo publicado recientemente en una web local, la directora, performer y dramaturga María Emilia Franchignoni analiza el peso simbólico que Wonder Woman ha tenido en la cultura popular. Y recuerda un episodio digno de mención. En palabras de MEF: “Si bien algunas de sus cualidades fueron mutando a través de las décadas, en uno de los últimos números del cómic, la Mujer Maravilla aparece oficiando un casamiento entre dos mujeres en Nueva York, una de las cuales había trabajado con ella en misiones humanitarias en Haití y en Nueva Orleans post-Katrina. De paso cañazo, en esta secuencia, Diana aprovecha para aclararle algunos tantos a Clark Kent. En primer lugar, a un comentario un poquitín desubicado de Superman acerca del matrimonio gay, ella responde que en su país son todas mujeres, de modo que el calificativo le parece gratuito y que para ella es solo ‘matrimonio a secas’. Por último, ante la admiración que el superhéroe más famoso de todos los tiempos le confiesa por haber vencido a un ejército sin un solo golpe, ella le deja bien clarito: ‘La violencia es la peor forma de comunicación.’ Y parte después a Sudamérica hacer a algunos trabajos”.

Y no precisamente los laburitos que intentaron endilgarle los muchachotes de la Liga de la Justicia de primera hora, quienes la dejaban “cuidando” los cuarteles mientras iban a combatir a los nazis de la Segunda Guerra Mundial. Hasta el pánfilo de Hawkman se las da de jefe, la declara secretaria, le pide que atienda llamados y anote mensajes mientras ellos salvan al mundo. Finalmente, ¿qué utilidad podía tener una mujer capaz de lograr valiosa información en interrogatorios gracias a su inigualable don de sonsacar la lisa y pura verdad? Ninguna tan importante como preparar café o limpiar el Palacio de la Justicia, evidentemente… Cuando se corta sola, empero, WW comienza a involucrarse en causas necesarias. En algunas de sus primeras aventuras, por caso, participa de protestas por el sobreprecio de productos de primera necesidad, acompaña a obreras textiles, ayuda a vendedoras de tienda a duplicar sus magros salarios.

En resumen, los intentos por detener a la íntegra, grácil y perseverante Wonder Woman fueron en vano, porque acabó, con el discurrir de las décadas, convirtiéndose en el empoderado ícono feminista con el que soñó su creador, William Moulton Marston, a punto tal que la mismísima Gloria Steinem, que creció leyendo sus historietas, la postuló como símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres, nominándola como presidenta en la primera portada de su mítica publicación, Ms Magazine (Marston ya lo había hecho en una historieta del 43). Como ha declarado Steinem, por aquellos años “los historietistas habían comenzado a quitarle sus poderes mágicos y, de no haber sido por la campaña que hicimos, ella hubiese perecido junto a sus habilidades”. Fue la segunda ola feminista, en los 70s, la que redescubrió a la Mujer Maravilla y, en un acto de justicia, le otorgó el trono largamente negado.

La historia secreta

En la nota previamente citada, Franchignoni repasa además un material vital: The Secret History of Wonder Woman (2014), meticuloso libro de la autora, historiadora y periodista Jill Lepore, asidua colaboradora de la reputada revista The New Yorker. Allí, JL vuelve sobre la biografía del padre de la Mujer Maravilla, el susodicho William Moulton Marston (1893-1947), cuya vida da nueva lumbre sobre la propia de la semidiosa. En principio porque WMM era un convencido feminista, que creía que solo podría alcanzarse un mundo genuinamente mejor al virar hacia el matriarcado. Al parecer, su primer acercamiento con esta ideología fue en 1911, cuando siendo un joven estudiante de Harvard, presenció cómo la institución prohibía que la sufragista Emmeline Pankhurst diera una conferencia pautada. A William le interesaba la emancipación económica y erótica de la mujer. Creía además en el poliamor y era un bígamo practicante. Su esposa y amante eran también feministas; la segunda, de hecho, era socialista y pacifista, sobrina de una reconocida activista por la legalización de la anticoncepción, Margaret Sanger.

Como dato adicional, Marston era ávido fan del bondage, lo que explica por qué la Mujer Maravilla –que solo pierde sus poderes al ser atada– pasó un enorme número de tomos liberándose de cadenas y cadenas. Gesto que, versión oficial del señor, “simbolizaba la emancipación frente a la opresión de los hombres”. Tampoco resulta casual que, siendo el psicólogo que inventó la máquina de detectar mentiras, diera a su criatura la habilidad de extraer verdades con un lazo dorado. Con el look y la cinturita avispa de la amazona, no fue precisamente revolucionario: se inspiró en las chicas pin-up.

No cabe duda, sin embargo, que desde que introdujese a la Mujer Maravilla en el panteón de los superhéroes a comienzos de los 40s, dio a niñas y muchachas un role model insólito para la época, de armas tomar, empático incluso con sus enemigos, que privilegiaba el diálogo a la fuerza, que promovía el amor, la justicia, la paz. Lastimosamente, al fallecer su creador, los nuevos guionistas viraron el rumbo de la ascendente potencia, y la pusieron a cuidar niños, a probar suerte como modelo o aspirante a actriz… Rumbo que más tarde, ¡y por fortuna!, volvería a virar.

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