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› Por Guadalupe Treibel
Aunque a menudo se la califique como “la reina silenciosa” (ya lo cantó Paul McCartney en el 69, en los primeros versos de Her Majesty: “Su Majestad es una chica simpática, pero no tiene mucho que decir”), sus conjuntitos sí que hablan, y a gritos. Después de todo, la nonagenaria Isabel II, monarca de Reino Unido, se recorta de cualquier muchedumbre por su estilo personal, a menudo signado por colores estridentes, que se salen de la vaina. El pasado junio, sin más, sorprendió con un abrigo verde neón para la celebración oficial de su 90 cumpleaños, volviéndose el outfit centro indiscutible de comentarios muchos; similares, acaso, a los que recibiera por el vestido amarillo limón con pliegues rectos que vistió para la boda del príncipe Guillermo y Catalina en 2011. Apenas algunos de los muchos ejemplares que pueden verse hoy –y hasta el 2 de octubre– en Fashioning a Reign: 90 Years of Style from The Queen`s Wardrobe (en criollo, “Vistiendo un reinado: 90 años de estilo del guardarropa de la soberana”), exhibición de reciente inauguración en el Buckingham Palace que reúne los ropajes reales que emperifollaron a la doña desde su nacimiento hasta la actualidad, cuando se ha convertido en la monarca con más tiempo en el trono británico.
Bajo la curaduría de Caroline de Guitar, la muestra ofrece 150 conjuntos, y sobrados sombreros (62 de ellos), otra marca personal, además de uniformes utilizados en actos ecuestres, la capa de la Orden del Imperio Británico o, por caso, el famoso vestido melocotón que usó en la apertura de los Juegos Olímpicos de Londres, acompañada para la ocasión por James Bond (léase, Daniel Craig). Tampoco falta el traje de novia de seda color marfil con el que contrajo nupcias en el ‘47, emperifollado con cristales y 10 mil perlas, diseñado entonces por Norman Hartnell, uno de sus modistos favoritos, que se inspiró para la auténtica pieza de arte en La Primavera, de Botticelli. O, detalle florido, una réplica del manto de encaje y seda con el que fuera bautizada en la década del 20. En resumen, el closet abierto de par en par, con una selección que hace las delicias de cualquier fashionista. La exhibición, por cierto, abre con la serie de serigrafías a todo color con las que Andy Warhol eternizara a Isabel en el ‘85, confirmación oficial –según The Guardian– de que la reina es, sin lugar a dudas, un ícono pop.
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