EL MEGAFONO
› Por Marcela Durrieu *
Muchas mujeres participaron de la Revolución Francesa. Marianne es el símbolo de una revolución que prometía libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, cuando Olimpia de Gouges intentó incluir a las mujeres en la Declaración de Derechos del Hombre obtuvo el extraño privilegio de ser la primer mujer decapitada.
Ahora no nos guillotinan, pero la igualdad entre hombres y mujeres sigue siendo más formal que real; tanto en las instituciones públicas como en la vida cotidiana.
Las mujeres ya probamos luchar por nuestros derechos desde la base. A fuerza de coraje y de ser pioneras fuimos rompiendo barreras y límites e ingresamos al mundo del trabajo, a las universidades y a otros ámbitos que, hasta hace poco, nos eran vedados.
En 1952 las argentinas votamos por primera vez, nos propusimos como candidatas al Congreso Nacional y logramos la representación parlamentaria más alta del mundo.
En 1991 la Argentina fue el primer país en el mundo que reformó su legislación electoral sancionando una cuota mínima obligatoria de candidaturas femeninas para todos los partidos.
Pasaron más de dos décadas. Aflojamos la marca y nos estancamos y, en muchas provincias, retrocedimos. Un tercio de las bancas ocupadas por diputadas era un logro importante hace veinte años. Sin embargo, hoy ya no es motivo de celebración. El cupo del 30 por ciento pensado como un piso terminó siendo un techo.
Por estos días se debate la reforma política y su incidencia en las mujeres. El proyecto presentado (por el oficialismo) no contempla ninguna mejora que aumente la participación política femenina. Estamos ante una oportunidad para avanzar hacia una medida definitiva como la paridad electoral. Es decir, que las listas sean conformadas un 50 por ciento por mujeres y otro 50 por ciento por hombres de manera alternada y secuencial.
Aumentar la representación femenina en el Congreso Nacional incrementa las posibilidades de darle visibilidad a la enorme cantidad de problemas muy serios que enfrentan las mujeres en la Argentina y de que se generen políticas públicas que se ocupen de bajar la mortalidad materna y el embrazo adolescente, que den respuesta a la violencia de género, a la desigualdad de salarios a igual tarea y capacitación, al trabajo en negro y el desempleo femenino que duplican y triplican al masculino, al desarrollo de programas de cuidado de niños y ancianos a nuestro cargo… en definitiva, de construir una sociedad más justa y más amable para las mujeres.
La paridad trasciende lo estrictamente político, ya que busca transformar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres al interior de la sociedad y del hogar.
Paridad significa construir un nuevo modelo de convivencia, en el que, como en el poema de (Mario) Benedetti en la calle codo a codo seamos mucho más que dos.
* Concejal de San Isidro y referente de género del Frente Renovador.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux