MODA
El lado oscuro
El diseñador Pablo Ramírez inauguró su propia casa de modas presentando una colección para este invierno que cita por igual tanto a institutrices como a dominatrices –que no son lo mismo– y dedicando algunos guiños cómplices al cine de suspenso.
› Por Victoria Lescano
El miércoles 14 a la hora del cóctel, llovían perros y gatos y el escaparate de Callao 1300 mostraba una postal gótica: un falso sarcófago rojo y un maniquí vestido con maxifalda y chaqueta de cuero negro de estilo bondage.
En el interior del edificio de estilo francés con la fachada y los interiores pintados en color humo y los muebles antiguos teñidos de negro, sonaban los acordes que Danny Elfman mezcló para el film El joven manos de tijera y los cuchillazos de Bernard Herrmann para Psicosis. Esos sonidos tan inquietantes compuestos para Tim Burton y (Alfred) Hitchcock fueron el soundtrack perfecto para la presentación de “Fatal”, la colección para el invierno 2004 de Pablo Ramírez que coincidió con la inauguración de su diminuta casa de modas.
Los atuendos tuvieron reminiscencias de “Casta”, la colección debut de Ramírez en el invierno 2000 (un tributo a las monjas del colegio de su infancia y donde el diseñador fue el único varón entre treinta y seis mujeres), pero esta vez las siluetas contenidas incluyeron citas a dos mundos opuestos pero igual de perversos en sus juegos de poder: el de las institutrices y las dominatrices.
Los recursos estéticos asomaron en rigurosas abotonaduras en las camisas y lazos habituales en los cuellos y peinados de colegialas, ensambles de faldas lápiz y chaquetas en telas muy nobles con terminaciones de proteínas (un artilugio textil que se está desarrollando en laboratorios especializados de Uruguay y que consumen muchas de las mejores firmas italianas), suéteres con pinzas y manga globo.
También hubo vestidos de cuero negro y lazos para maniatar pantorrillas en zapatos, botas a la rodilla para cultoras del sado y chaquetas bautizadas gorila, en guiño cinéfilo a un traje que Marlene Dietrich lució en la pantalla.
El estilismo darkie de las modelos consistió en redecillas color piel como tocados, kilos de pancake para acentuar palideces e igual cantidad de kohol para enfatizar ojos. En esos procesos, tanto la maquilladora Regina Kuligovsky como el peluquero Diego Lacassagne se remitieron a observar cintas de Bette Davis en su rol de la diabólica Margo en La malvada.
“Propuse un regreso del poder hacia el cuerpo, marcado y contenido por cortes que definen una anatomía casi animal. Incluí construcciones en cuero de oveja para chicas duras que adoran el cuero blando y en contraposición, imágenes femeninas y geometrías inspiradas en clásicos de Dior y Balenciaga”, dice Ramírez.
Es de rigor mencionar que las construcciones tomaron forma durante el verano, en la planta baja de la casa de barrio norte donde funciona el taller: una vasta mesa de corte y cose. Un equipo de modistas, mientras el diseñador y su equipo de trabajo investigaban tanto en libros de historiadel mueble como en tonos de pintura para lograr efectos símil casa abandonada, enviaron a hacer maniquíes aptos para llevar guantes y bocetaron vestidores con sinfín de espejos.
En un caso más rara avis que la estética del diseñador –que en el 2000 empezó su marca propia en un departamento que funcionó como hogar, taller y salón de ventas, y experimentó con monjas, próceres, inmigrantes y snobs de los 30–, sucedió que un grupo de inversionistas argentinos, los representantes de futbolistas del grupo Mascardi, escucharon sobre los problemas financieros de Ramírez para desarrollar anteriores colecciones vía un amigo en común y a fines de diciembre, luego de meses de rigurosos estudios de mercado formaron una sociedad. No se sabe si pronto algunos mediocampistas y arqueros argentinos comenzarán a exigir en la cláusulas de sus contratos con selectos clubes del extranjero el uso de shorts oscuros con sublime caída o camisetas con proclamas de tema deportivo, como la flamante línea de t-shirts de Ramírez que manifiesta prohibiciones sobre la minifalda, la guerra de la moda y casos de víctimas de la moda satirizados con siluetas de Bettie Page y uniformes domésticos.
El desfile ofició de apertura de gala de la firma y se desarrolló en el salón de ventas del primer piso y también en un salón del segundo piso con silloncitos tapizados en corderoy negro y cortinados al tono, destinado para las pruebas a medida. Allí se dieron cita algunas clientas: Cecilia Roth elegía galas para premières, la experta en modas Felisa Pinto elogiaba la ausencia de lugares comunes del estilo argentino de la puesta, mientras la actriz Natalia Lobo contemplaba modelos para su próximo protagónico en un musical sobre Houdini, donde ella interpretará a la esposa del mago; y el diseñador de joyas Marcial Berro comentaba su último hallazgo en literatura de moda traído de París: la biografía de Rose Bertin, la ministra de modas de María Antonieta.
En los días previos a la apertura, Ramírez se explayó sobre su estilo propio y las influencias de los uniformes de colegialas y monjas, los musicales y los looks de Pola Negri, Theda Bara y Marlene Dietrich en sus ropas blanco y negras ante un periodista de Vogue Brasil que lo entrevistó para Fashion Cream, un libro de la editorial Phaidon que estará dedicado a la escena de la moda internacional actual. El texto documentará también su próximo fashion show, ya no a la vieja usanza y en los laberintos y escaleras de madera de su casona darkie, sino en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y en homenaje al raro escultor Alberto Heredia.
Lo que seguro no aparecerá en Fashion Cream es el anecdotario de una reciente participación del diseñador como jurado, art director y coreógrafo en un bizarro concurso de belleza de provincias, llamado “La chica más linda de Navarro”, y donde recibió condecoraciones y placas de ciudadano ilustre de manos de un intendente y los anuncios de su visita vía un altoparlante que alteraron el silencio de las siestas de pueblo.