(La ciudad cuyana se prepara para la apertura del próximo –y multitudinario– Encuentro de Mujeres, el 9 de octubre)
Por M.D.
Hay una excitación en el ambiente similar a ese rumor que cada tanto pone a temblar la tierra en esta ciudad al pie de la cordillera. Falta poco para que se ponga a prueba todo lo que ha organizado durante el año este grupo de mujeres que se turnan para hablar aunque no puedan evitar buscar desesperadas el pasillo de la escuela Quintana, en Mendoza, para dejar de contener esos comentarios al pie que cualquier intervención provoca. En los hoteles de la ciudad la satisfacción por las plazas completamente tomadas –con la elegante excepción del Hotel Hyatt– para el fin de semana que empieza el viernes 8 de octubre se mezcla con una nota de incredulidad: “Dicen que vienen 15 mil mujeres”, chusmean los recepcionistas como si hablaran de una plaga de langostas o una catástrofe natural para la que hay que prepararse, aunque sólo se trate del XIX Encuentro de Mujeres. Y eso es lo que más les gusta a quienes se llaman “viejas encuentreras”, mujeres como Elsa Pizzi, de Cladem, o Teresita Castrillejo, docente e investigadora del Conicet, quienes desde hace 16 años, cuando se hizo en Mendoza el III Encuentro de Mujeres, han viajado a las distintas ciudades del país para disfrutar de esos tres días de deliberaciones, discusiones y fiestas en un encuentro exclusivo para mujeres. Es que ellas también sintieron el mismo desconcierto las primeras veces, sobre todo cuando las primeras centenas de mujeres –casi todas mayores de 40– se convirtieron en miles, y entre las miles, jóvenes, estudiantes, piqueteras, emprendedoras y la lista podría seguir sin terminar de completar nunca la enumeración, ni siquiera mencionando los 50 talleres en los que trabajarán las 15 mil mujeres que tanto inquietan a los mendocinos.
“Yo me acuerdo –dice Teresita– de cuánto nos equivocamos algunas de nosotras al principio. Hicimos todo lo que no hay que hacer. Yo tengo a mi marido desaparecido y en esa época militaba en Derechos Humanos. Habíamos hablado con las Madres de Plaza de Mayo de Mendoza para que todas las mujeres del Encuentro firmaran nuestras demandas, interrumpimos todos los talleres en lugar de dar la oportunidad de que se desplieguen las inquietudes de todas. Después de esa primera vez fue que entendí la horizontalidad.” Ahora Teresita es de las que da consejos, casi mañas, a las que van llegando para que se sostenga la horizontalidad, la autonomía y la participación en cada uno de los talleres. Nancy Tovares, del grupo Pobladoras de los Barrios mendocinos, es de las que escucha con atención, igual que Marta Smillán o Adelina Giordano. Para ellas un espacio de reunión exclusivo es casi tan nuevo como saber el modo en que funciona la píldora del día después. Lo han ido aprendiendo desde que se reúnen en el grupo de Pobladoras, que coordina la Federación Ecuménica de Cuyo. Están ansiosas por que llegue el momento del punto de partida para poner en común lo aprendido y lo que todavía cuesta: “Porque ahora sabemos que tenemos derechos, hay palabras que nos animamos a decir y antes no. Pero también hay otras que se nos vuelven en contra. ¿Cómo le decimos a una compañera que sufrimos violencia en casa si somos nosotras las que hablamos todo el día de eso, de que nadie tiene por qué violentarnos, que nadie tiene que decirnos lo que tenemos que hacer?”, se pregunta Ana María.
En la pizarra del aula donde el plenario de la organización por momentos se sumerge en la infinidad de detalles que parecen multiplicarse y deshilacharse en más problemas, los números son tan elefantiásicos como las expectativas: las camas en las escuelas se cuentan por miles, las aulas necesarias para deliberar por centenas, igual que las coordinadorasde talleres y las becas de comida necesarias para recibir a las que irán llegando con muchas ganas y menos recursos. Algunas organizaciones, como la Red de Mujeres Solidarias, ya están recibiendo donaciones de alimentos: “Siempre hacemos ollas populares en los Encuentros –dice Karina Ferraris–, pero esta vez cocinan los hombres, que también atienden las guarderías. Es la manera en que ellos pueden apoyarnos”.
Son las “viejas encuentreras” las que más se alegran por la cantidad de jóvenes participando en la organización porque saben que con ellas fue cambiando y masificándose el perfil del Encuentro. Y porque si se perdiera diversidad no se podrían haber empujado logros como la ley de cupo, la ley de exclusión del golpeador del hogar, la ley de salud reproductiva, que ya no se llame a una violación como un “delito contra la honestidad” ni a la violencia familiar “delito privado”. Es la diversidad y la garantía de que cada mujer que participe podrá hacer escuchar su voz lo que ha hecho de los Encuentros un lugar desde donde generar propuestas que han cambiado la vida de las mujeres. Y en Mendoza quieren que el encuentro que se viene sea un paso más en ese camino.
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