MUSICA
El ansia de Adriana
Una de las músicas más originales de su país, Adriana Calcanhotto, será la encargada de cerrar el festival Estación Brasil, en el que presentará canciones de su última provocación: Adriana Partimpim, un disco pensado para niños y niñas, pero que cualquiera puede escuchar con placer y en el que aparece, a modo de título, el sobrenombre que le daba su padre.
› Por Sandra Chaher
Mañana a la noche, Adriana Calcanhotto se presentará en el Gran Rex cerrando el festival Estación Brasil que trajo en los últimos días a Buenos Aires a Tom Zé, Arnaldo Antunes y hoy presentará a Naná Vasconcelos. Que haya sido incluida en esta espectacular troupe debe ser agradecido. Calcanhotto es una de las artistas más interesantes y autóctonas que tiene Brasil. Interesante por la sensibilidad, el talento, el ingenio, la versatilidad y la capacidad de sorprender. Y autóctona porque quizá nadie de su generación entendió como ella la antropofagia de la que hablaba Oswald de Andrade: comamos de todo, a todos, algo bueno saldrá. De semejante glotonería nació el tropicalismo en los ’60. “Hoy lamentablemente mucha gente ‘careta’, acá y en el resto del mundo, no reconoce al tropicalismo”, se queja la artista gaúcha. Pero ella no sólo lo reconoce sino que lo perpetúa con la misma ansia hambrienta. Calcanhotto hace fabulosas mixturas en su música que sólo pueden ser guiadas por la osadía, la inconciencia y el talento.
Su último “manifiesto”, hecho con el objetivo consciente de desconcertar, fue la edición, hace apenas un par de meses, de Adriana Partimpim, promocionado como un disco para chicos, pero que claramente no lo es si uno se atiene a los parámetros habituales del género. El disco, además, funciona como un momento fundacional en su carrera: la creación de Adriana Partimpim como artista, que de ahora en más editará discos igual que Adriana Calcanhotto.
El concierto en el Gran Rex será, sin embargo, y por suerte, mucho más amplio que el repertorio de Adriana Partimpim. Y no porque el disco sea malo –al contrario, escucharlo es reencontrarse con los guiños, los retrucos y los estímulos emotivos habituales en su música– sino porque quienes vayan a verla podrán acceder a un menú mucho más completo de esta mujer ávida... de todo.
–¿Adriana Partimpim es un disco para chicos? Porque no lo parece...
–Sí. En su génesis, la idea era hacer un disco para niños. Pero, a medida que fueron desarrollándose las grabaciones, pasaron cosas. Y además, a mí no me gusta determinar a quién estará destinada mi música. Yo diría que es un disco de clasificación libre, para quien lo quiera. No pretende excluir a los adultos. Yo no creo que haya una fórmula para hacer discos para chicos, y eso fue justamente lo que me motivó para hacer éste. Los discos para chicos no son un género, casi todo es posible para ellos.
–¿Es la primera vez que le surge el deseo de un disco así?
–No. En verdad lo pensé en 1994. Escuché mucha, mucha música infantil y también otras canciones que me llegaron en ese momento y que no estaban hechas para niños especialmente. Eso me recordó mi propia niñez, a mí me gustaba la música de grandes, me sentía subestimada con la música para niños. En el ’94 entonces hice mi repertorio, y en el ’99 empecé las grabaciones y las terminé. Pero el resultado, el sonido, no me gustó. Sentía que faltaba algo, pero no sabía qué. Ahí paré y lo retomé en el 2003 con nueva gente.
–¿Y qué era lo que faltaba?
–Que pasara el tiempo. Sólo eso. Cuando lo retomé, algunas canciones no sobrevivieron y también modifiqué algunos arreglos. Fico assim sem vocé; Formiga bossa nova, grabada por Amalia Rodriguez, y Saiba, de Arnaldo Antunes, entraron en esta nueva grabación. Eso era lo que faltaba.
–¿Hay un gesto político consciente en oponerse a las clasificaciones?
–Puede ser, pero no es sólo eso. Me molestan en general las clasificaciones y pienso de qué manera puede modificarse esa costumbre que tienen, entre otros, los periodistas de poner todo en casilleros. Y los niños, que están formándose, son el ámbito para empezar a cambiar esto. Las cosas no son tan poco complejas. Yo creo que en mi música más que de “ismos” habría que hablar de “esmos”, que en portugués sería como hablar del azar, de lo que no se controla.
–Dijo que quería seguir grabando con el nombre de Adriana Partimpim.
–Sí, es el nombre que yo me daba a mí misma de chica porque así me llamaba, y me llama aún hoy, mi padre. No sé de dónde viene. Pero la idea de sostener este nombre tiene que ver con que leí en Internet un texto de Matisse sobre los artistas japoneses en el que contaba que cambiaban de nombre para poder salvaguardar su libertad creativa. En mi caso eso es difícil porque la voz está grabada, los discos existen, no puedo dejar de ser quien soy para quienes me conocen. Es más bien un gesto simbólico. Pero hay muchos chicos, por ejemplo, que no saben que Adriana Partimpim es Adriana Calcanhotto, y eso es muy bueno. Adriana Partimpim también soy yo, no es que el disco se llama así. Y cuando haga otro disco con estas características seré Partimpim, y Calcanhotto seguirá haciendo otros discos.
–¿Cómo será la música de Adriana Partimpim?
–No sé todavía... El simple hecho de revelar a los músicos que el disco era para chicos les abrió el corazón y tocaron de forma diferente. Este es el sentimiento que tendrán los discos de Partimpim.
–Toca seguido con los músicos de Moreno + 2 y en general manifiesta más gusto por artistas experimentales que por los de su generación.
–Me gustan Moreno y sus amigos (N. de la R.: Moreno Veloso es uno de los integrantes de Moreno + 2, y el hijo de Caetano Veloso). Estoy más cerca de ellos y quisiera hacer más música con ellos. Estoy trabajando en una canción con Kassin y en otra con Moreno. Ellos y Los Hermanos –una banda muy graciosa y talentosa– hacen música con mucho humor. Son los que más me interesan de la música brasileña. Y mi cantante preferida es Bebel Gilberto. Pero en la manera de encarar la música son ellos. Moreno + 2 es mi banda preferida, junto a los Rolling Stones.
–¿Es para tanto?
–No hay mucha inteligencia fuera de Mick Jagger y Moreno.
–¿Y Caetano?
–Caetano es lo mismo que Moreno, pero Moreno tiene más humor (risas). Es un chiste.
–¿Qué tiene que tener una canción para que la incluya en un disco suyo?
–No sé. Es muy subjetivo. La escucho y sé que la quiero. Es intuitivo. Pero siempre hay criterios internos que guían al disco completo, cosas que quizá de afuera no llegan a verse. Hay canciones que tienen relaciones entre sí, que se iluminan o influyen de alguna forma. Por eso es muy difícil para mí cerrar el ciclo de un disco, pero lo necesito para empezar algo nuevo.
–¿Elige primero las canciones de otros o compone las suyas?
–En general empiezo con las de otros autores. Eso va delineando el rompecabezas del disco. A partir de allí escribo las mías y después paso el filtro a todo.
–Muchas de sus canciones se volvieron hits e incluso fueron la banda de sonido de telenovelas. ¿Qué le interesa de este proceso? ¿La popularidad?
–Yo no sé de antemano qué va a pasar con las canciones, no sé cuál se convertirá en hit y cuál no. Pero me gusta que estén en las telenovelas o que se hagan populares porque eso hace que mucha gente llegue, a través de ese tema, a muchas más cosas que hay en mis discos. Nunca quise cantar para las cinco personas que escuchan a John Cage.
–¿Le recuerda a su niñez, cuando escuchaba la música popular de su país en la radio AM?
–No tanto esa época sino cuando era un poco más grande y había una radio en la que escuchabas la música de los grandes poetas de Brasil, Vinicius y otros más. Era un gran privilegio escuchar alta poesía en la radio. Eso hoy no pasa.
–Su formación es sumamente ecléctica y no abarca sólo lo musical. ¿Qué espacio tuvo en ella la música popular brasileña, el samba, la bossa nova, el tropicalismo?
–Tuve el privilegio de escuchar de todo al mismo tiempo sin demarcación de territorio. Es imposible para mí enfrentar a una música con otra. Y me siento igualmente influenciada por todos los artistas, no por los géneros. Porque Miles Davis es un género, Amalia Rodriguez es un género, ella no es sólo el fado. Lo mismo Piazzolla.
–Otra clasificación que no le gusta.
–Puede ser.
–Usted estuvo sólo una vez en Buenos Aires en el 2001. ¿Cómo recuerda ese show?
–Fueron dos noches estupendas en La Trastienda. Un show muy caluroso. Desde que empecé, me pareció que las personas estaban entusiasmadas, sabían los temas, fue inolvidable. En ese momento yo estaba de gira presentando el disco Público. Estar en gira es confortable, vas tocando el mismo repertorio. Yo aún no sé qué tocaré el sábado en Buenos Aires, porque es un show único, no estoy presentando el disco, pero me gusta mucho más el riesgo de una noche sola.