Vie 08.10.2004
las12

ENTREVISTA

Dos oficios, una mujer

En su doble vida nocturna, Virginia Innocenti va del teatro Regina al local de Clásica y Moderna, y de novia provinciana de forasteros en los ’30 pasa a entonar temas propios y ajenos. Actriz y cantante, al fin y al cabo, ha logrado enlazar con ambos oficios la cuerda de su vida, de su identidad.

› Por Moira Soto

Además de estar a punto de hacer el doblaje de la película Iluminados por el fuego, en la que trabajó con Gastón Pauls bajo la dirección de Tristán Bauer (que acaba de ganar varios premios en San Sebastián, en la categoría Cine en construcción), Virginia Innocenti, la inolvidable Milonguita de Gatica, está actualmente en dos escenarios diferentes. En uno actúa, canta en el otro.
En el teatro Regina, Innocenti protagoniza La novia de los forasteros, de Pedro E. Pico (1882-1945), versión de Roberto Cossa y puesta de Rubens Correa, con Aldo Braga, Antonio Ugo, María Figuerras y Pablo Machado, entre otros intérpretes, y el Grupo de Titiriteros del San Martín.
El domingo pasado, en el único boliche cercano del Regina que no tiene puesto el partido a todo volumen en el televisor, Virginia Innocenti pide un sanguchito vegetariano y se dispone a meditar sobre Rosalía, esa joven mujer –prima lejana de Doña Rosita la soltera– que sobre el final de los ’30, en un pueblito de la pampa bonaerense, se ha convertido en una suerte de mito del que no puede zafar. Ella es, para los demás, para sí misma, la novia (virginal) de los forasteros. Al revés de la pobre solterona del tango, ella sí tuvo cortejantes, pero todos se borraron a la hora de formalizar el compromiso.
–¿Por qué esta chica Rosalía, siendo linda, buena y futura heredera de campos y vacas, no logra retener a sus novios o festejantes?
–Ay, Rosalía... Es un personaje más complejo de lo que aparenta a primera vista. Me han sorprendido algunas espectadoras que, para mi dolor, me comentaron “pero esta Rosalía es una histérica”. ¿Cómo puede ser que ciertas mujeres tengan esa mirada misógina, tan poco solidaria y comprensiva con sus propias congéneres? Porque eso es algo que podrías esperar de los hombres machistas.
–Es que el machismo que siempre mira con sospecha a la mujer es el aire que se respira, y las mujeres hemos sido criadas en esa cultura, no es tan raro que hayan internalizado esa actitud...
–Sí, sin duda. Lo que pasa es que me resulta penosa la comprobación. Un poco en broma, yo le decía a Antonio Ugo que quizá como él está tan encantador en su papel, estas espectadoras tan críticas respecto de Rosalía no deben resistir que lo rechace. La verdad es que además Ugo es un actorazo, un placer infinito interactuar con él. Me siento muy agradecida por estar con este elenco. No soy una persona que especule con las ventajas de un proyecto, cuando me meto lo hago de corazón. Y es bueno estar bien rodeada en ese estado tan vulnerable. Aquí se ha dado eso. Vengo con mucha alegría al teatro. Estoy contenta con la elección de la pieza, un teatro argentino popular no tan conocido como otros clásicos. Creo que si nos miramos en estas obras que reflejan otras etapas históricas, ciertas conductas reiteradas de los argentinos, nos podríamos entender un poquito más, ver de dónde venimos. Por otra parte, cuando un relato es bueno, alude a cosas esenciales, y se puede metaforizar, no importa tanto si sucede en 1930 o en 2004. Porque una persona que quede atrapada en su memoria, en la imagen que forjaron ella y los demás, de la que no puede salirse, es algo que, básicamente, puede ocurrir en cualquier fecha y lugar.
–Pero ese aislamiento se acentúa en un pueblo chico de la provincia hace más de 70 años. Una burbuja que sólo se agita por la llegada del tren.
–Sí, el tren que trae y se lleva la vida, que genera ilusiones de novedades, de cambios que aquí no se producen porque casi todo el mundo sigue igual a sí mismo. Aunque hay algún intento de romper esa rutina, por parte de la hermana de Rosalía, del antiguo novio, Pedro. La misma protagonista toma la iniciativa al ir al baile... pero se decepciona nuevamente. Por eso me preocupa que estas espectadoras hicieran esa lectura tan despiadada sin advertir todo el contexto que ha llevado a Rosalía al rechazo final. Es verdad que esta obra pide un público activo, con imaginación, que complete un poco los datos que se sugieren de la historia de Rosalía, por qué se ha convertido en esa mujer insatisfecha y desencantada a los 30 años.
–Ella tiene algo singular, no está integrada al pueblo, no entra en la circulación del chisme, no es complaciente con los vecinos.
–No, Rosalía tiene otras aspiraciones, vagas quizá, que no se explicitan, de otros horizontes. Siendo la más linda tiene algo de patito feo, sólo que ella no llegará quizá nunca a convertirse en cisne. Pero sí, es alguien que se quiere recortar del rebaño. Por otro lado, tiene una mirada curiosa, esperanzada, hacia lo que viene de afuera. Una actitud soñadora pero quedada. Se sabe que murieron sus padres hace mucho, que crió a su hermana menor, a la que le lleva diez años. La relación con el tío es tremenda, quizá ese personaje sombrío ha influido sobre los hombres que se alejaron de ella, como Pedro. ¿Qué parte de esa leyenda que es Rosalía a los 30 la ha tejido ella misma y qué parte los hombres que la han rodeado, empezando por el tío? Hay un misterio allí, lo concreto es que ella no puede romper esa imagen. Intenta desesperadamente pero no puede.
–Tampoco queda claro por qué alguien como Pedro, que se quedó en el pueblo por ella, la ha dejado y se ha sumido en la degradación, ¿acaso esa diferencia que caracteriza a Rosalía, esa personalidad singular lo asustó?
–Puede ser. La obra está muy abierta a distintas lecturas. Fijate la respuesta de un hombre que me comentó: lo que pasa es que la más linda siempre es la más perra. ¿Cómo?, reaccioné. Me explicó: en un lugar chico, una mujer que se destaca por su belleza y además nadie puede decir nada de su conducta –considerando la época–, se convierte en un objeto que se codicia y a la vez se teme; por lo tanto la defensa es rechazarlo. Creo que los tiempos han evolucionado, sin duda, pero me parece que el destino de las mujeres capaces, independientes no es tan fácil. Actualmente una mina con esa personalidad no sería virgen como seguramente es Rosalía, pero como dice un abogado amigo mío, a los hombres los siguen intimidando las mujeres demasiado calificadas. Si sos inteligente, atractiva, profesional, te abastecés, tenés tu propio mundo interior, lo que necesitás es un compañero, un par. Y no hay muchos dispuestos a bancarse una situación de auténtica igualdad, se sienten sobrepasados y encuentran placer en abandonar, destruir a una persona que no los hace sentir superiores. Creo que en un punto ese podría ser el caso de Rosalía.
–Además, ella ejerció el rol de madre desde que su hermana era chiquita y ahora Matilde corta amarras, se va a Buenos Aires en pos de una nueva vida.
–Sí, Rosalía también representa a la mujer que cubría el rol materno con los hermanos al morir joven la madre, a la que se quedaba para cuidar a los mayores. También creo que Rosalía crió a su hermana para que hiciera lo que ella no pudo. Se hace responsable de ella y al mismo tiempo la convierte en alguien que va a realizar sus deseos. De todos modos, Rosalía corre sus riesgos al animarse a conquistar a un forastero como Lezama, ella debe saber que es un ave de paso. Quizás ella busca la dificultad porque le tiene miedo al amor, a la realización de sus deseos, necesita excusas... Realmente La novia de los forasteros tiene esa ambigüedad que te permite completarla, plantear hipótesis. De cualquier modo, pese a la transformación de las costumbres, a los avances de la mujer, me parece que en los pueblos las cosas siguen siendo más difíciles para ellas.

Autobiografía cantada
En Clásica y Moderna, Virginia Innocenti canta el repertorio de Habrá, el CD que sacó hace pocos meses, más un par de boleros humorísticos (Allá tú, Bravo). Entre los cinco temas cuyas letras le pertenecen figura Madre, una canción íntima, confesional, que escribió en Puerto Madryn, durante una gira de Confesiones de mujeres de 30, un domingo que extrañaba mucho a esa mujer que junto al piano, cuando Virginia era chiquita, salvaba a las sirenas con su canto.
“Mi mamá cantaba cuando era adolescente y tenía una hermana menor que era inapetente. Entonces, para que mi tía tomara la sopa, mi madre lanzaba unos agudos muy potentes y hacía vibrar los caireles de la araña...”, cuenta Innocenti. “En algún momento, ella abandonó, tuvo un problema de disfonía, se dejó estar. Yo le insistí mucho con el tema de la foniatría para que volviera a cantar. Y ahora está intentándolo. Después de escuchar esta canción me dijo que volverá a hacer vibrar los caireles, como le pido al final del tema...”
–¿La música siempre formó parte importante de tu vida?
–Siempre canté. La música y la poesía me han rescatado habitualmente de la oscuridad. De chica fui un poco solitaria, me contaba cuentos yo misma, y cuando estaba triste, me cantaba alguna canción que aludiera a lo que me pasaba. Porque siempre hay una canción para cada momento de tu vida, que te expresa totalmente.
–¿Cómo fue que te permitiste cantar con ese antecedente materno?
–Me costó mucho. Fue raro, porque yo cantaba en la adolescencia. La técnica la aprendí de más grande. Heredé este deseo de cantar, y también las disfonías y las bronquitis. Es decir, la carga emocional, y tuve que desandar todo un camino. Los miedos, las angustias las somatizaba por ahí. Ahora me puede doler la panza, pero la voz queda intacta. Fue una decisión importante, le dediqué mucho tiempo y esfuerzo. Era tanto lo que me conmocionaba cantar que al principio no podía: mi emoción dominaba mi voz. Ahora mi voz atrapa la emoción y le da forma.
–¿Sos a la vez una actriz que canta y una cantante que actúa?
–Quizás acá alguien me critique por actuar las canciones, pero no me importa. Creo mucho en la interpretación, en la emoción. Prefiero a un cantante con la voz rota antes que a un virtuoso de la técnica que pasa por encima del sentido de las letras. Por eso le estoy profundamente agradecida a Diego Vila, él vio hace años un potencial en mí y me alentó a desarrollar este proyecto, a trabajar mucho el repertorio, a cargar la voz del sentido, del significado de cada frase, cada palabra.
–¿Este disco es entonces parte de su autobiografía?
–Está integrado de cosas que adoro, que me conmueven, que son pedacitos de mí misma... Santa Lucia no es la canzonetta que todo el mundo conoce sino una canción de Francesco de Gregori, una plegaria bellísima, “per la nostra corona di stelle e di spine...” Como regalo de 15 años, viajé a los 14 a Italia con mis padres y mis abuelos. Mi papá, que es italiano, había llegado aquí a los 17 y volvía por primera vez a su tierra, lo vi encontrarse con sus parientes, besar a una tía con quien había compartido un pedazo de pan en un refugio la última vez que la vio. Todo terriblemente emocionante. En ese viaje escuché un casete de Lucio Dalla que cantaba en vivo ese tema. Y cuando estaba eligiendo el repertorio, sentí que tenía que hacer algo en italiano. Santa Lucia es también un homenaje a mi abuela, un ser tan valioso para mí. El disco se llama Habrá por Clarice Lispector, cuyo poema figura en el arte de esta edición que reúne fotos, papeles, apuntes sumamente evocadores para mí: “Habrá un año/ en que habrá un mes/ en que habrá una semana/ en que habrá un día/ en que habrá una hora/ en que habrá un minuto/ en que habrá un segundo y, / dentro del segundo,/ habrá el tiempo no sagrado/ de la muerte transfigurada”.

Las funciones de La novia de los forasteros son de jueves a domingos a las 20.30, en el teatro Regina (Córdoba 6056): platea a $ 8, pullman a $ 6 y los jueves, entrada general a $ 4 (www.teatrosanmartín.com.ar)
Presentación del disco Habrá: Callao 892, los sábados a las 0.30, $12, 4811-3670.

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