MúSICA
gatita
Vienen tiempos mejores y son para las chicas, augura Caroline Hervé, autobautizada como Miss Kittin cuando después de una pelea con su novio (para ver quién podía hacer una mezcla más rápido) organizó su primera rave. Tecnología dura, espíritu punk y un toque de new age son los ingredientes de esta música de quien se acaba de lanzar el primer disco solista.
› Por Mariana Enriquez
Cuando Caroline Hervé –o Miss Kittin, su nombre escénico– cuenta acerca de sus años iniciáticos en la escena electrónica, es inevitable sentir una punzada de sana envidia. “1993 fue mi año de locura rave. Recorrí el país en auto con discos de DJs belgas a todo volumen, esperando cada fin de semana como si fuera el último, siempre en busca de buenos clubs para bailar. Ese año llegaron los ingleses de Spiral Tribe, escapando de las leyes británicas, y se asentaron en mi ciudad natal, Grenoble. Hacían impresionantes fiestas ilegales en los bosques. La nostalgia, la locura y la libertad definen ese salvaje tiempo feliz que tanto extraño.”
Miss Kittin es una figura semilegendaria en la escena y acaba de lanzar su primer disco solista I.com, que milagrosamente tiene edición argentina. I.com se inscribe dentro del electroclash, un subgénero de la electrónica que retoma la exuberancia estética de los ‘80, el espíritu punk y el afán vanguardista de la new wave. Sus mejores cultoras son mujeres: las feroces Le Tigre, las adrenalínicas Chicks on Speed y especialmente Peaches, la diosa hipersexuada que deslumbró en su insólito show porteño hace apenas un año. Miss Kittin se suma a la lista con su sexualidad pícara, su reputación impecable como DJ y una ética de trabajo inquebrantable. Tiene 31 años, dejó la universidad para recorrer el mundo haciendo bailar a la gente, y ahora en sus canciones solista ofrece tanto juegos de palabras –en inglés– como miradas, a lo que significa ser una chica en la ruta, de club en club. En “Professional Distorsion”, que abre el disco, dice: “Tengo que sonreír, tengo que aparecer a tiempo/ Tengo que ser agradable todo el tiempo/ Tengo que escribir, tengo que gritar/ Soy un loop, tengo que vestirme, maquillarme, salir a escena”. Hay canciones en francés (el cover de Indochine “3ème. Sexe”) y en alemán (Neukölln 2, un homenaje a David Bowie y la ciudad alemana de Colonia), y muchos términos tecnológicos para referirse a sí misma (“Desenchufame en stand-by hasta que alguien apriete play” canta en “Happy Violentine”) como si ella fuera una forma de vida anfibia. Incluso lo sugiere en una letra de I.com: “Esta es una nueva salvaje forma de vida que habla desde un teléfono inalámbrico/ Soy una chica titánica adicta a la Internet sin cable/ Soy una creación de tu progreso técnico musical/ Ojos azules en la pantalla digital experimentan una visión ultrasecreta y excitante/ En mis paredes, crece la proyección de mensajes subliminales/ Una nueva era de intuición femenina interactiva”. Todo con una música que mezcla las guitarras punk, el hip hop, el pop y todas las posibilidades de la electrónica, filtradas por una elegante sensualidad.
Pero Miss Kittin recorrió un largo camino antes de lanzar su carrera solista, que de alguna manera todavía es un proyecto “alternativo”. En 1990 se conectó con la electrónica bailando sobre los parlantes en su club favorito, y poco después conoció a los artistas del sello Warp (KLF, LFO, Aphex Twin, Autechre), mientras los Alpes franceses se convertían en uno de los sitios dance más chic e interesantes del mundo. Pero la revelación llegó en 1994, cuando peleando con su ex novio DJ le demostró que ella podía hacer una mezcla más rápido y mejor que él. Organizó su primera rave ilegal en un viejo fuerte militar abandonado de las montañas y se bautizó Miss Kittin. En el ’95 tuvo su golpe de suerte cuando la invitaron a participar en las célebres raves ilegales Dragon Ball en el sur de Francia y ese mismo año se fue de gira por Chicago y Moscú. La acompañaba The Hacker, un DJ francés con el que componen juntos hasta hoy –“somos un matrimonio sin sexo”, dice Miss Kittin–; ella vestía como enfermera, él absolutamente de negro. Ese año los descubrió DJ Hell –quizás el nombre más importante de la electrónica– y grabó con The Hacker el hit “Frank Sinatra”, que sonó en todas partes. En el 97 se mudó a Ginebra, Suiza, y trabajó para el sello Mental Groover; al mismo tiempo grabó su primer EP con The Hacker, llamado Champagne! Un tema de ese disco, “1982”, cerró el Love Parade de Berlín ante un millón de danzantes.
En los años siguientes, su colaboración con The Hacker obtuvo muchos más éxitos, y Miss Kittin logró trabajar con artistas como Tricky o Chicks on speed. Todavía hoy se considera primero una DJ y después una representante del electroclash. “Ser DJ es egoísta”, explica. “No lo hago por la gente. No pretendo educar a la audiencia, sólo comparto una parte de mí con ellos. Y me lo tomo muy en serio. Es un trabajo, y siempre hay que recordar que es un privilegio recibir dinero por divertir a los demás. Experimento, y trato de quebrar límites, pero como DJ mi prioridad es que la pista de baile se mueva.”
Como mujer y DJ, Miss Kittin no esquiva los problemas de género que existen en una escena todavía dominada por los varones. “Estoy orgullosa de ser una minoría. No puedo decir que fui víctima directa del machismo, pero es verdad que todavía ganamos menos que los hombres, y ninguna chica gorda o fea triunfa en esta carrera. Las mujeres DJ tienen que cumplir: todos se fijan en nuestra ropa, nuestra figura, nuestro maquillaje”. ¿Y cómo se hace para cambiar las cosas? Miss Kittin desafía: “Los varones tendrán que aprender que somos tan buenas como ellos. Y si no lo hacen, que se vayan a la mierda. También es un trabajo nuestro: las mujeres tenemos que aceptarnos como somos, y tener el coraje de no prestar atención a lo que digan los demás. Vienen tiempos mejores y hay que construirlos”.