DISEÑO
Jean Paul Gaultier, mítico héroe de las víctimas de la moda, se dio el gusto de concretar una travesura: transformar sus creaciones en tentaciones comestibles –y más efímeras aún que la moda– en la muestra Pan y Costura que se presentó en la Fundación Cartier de París, allí donde el lujo habita sin ninguna vulgaridad.
Este ha sido un buen año
para Jean Paul Gaultier, enfant terrible de la costura francesa, y héroe
de las víctimas de la moda que sueñan con sus proezas, cuando
se trata de diseñar ropa, vestir a las modelos más rutilantes,
estar en todas las pasarelas y la televisión y haber llegado a ser amigo
y confidente de Madonna, además de haberle dedicado sus célebres
formas cónicas para cubrir sus pechos en épocas de esplendor de
la diva. Es que durante estos últimos meses de 2004, Hermes lo ha llamado
a unirse a sus filas para que el modisto rejuvenezca la imagen de la mítica
etiqueta, sinónimo de lo más, tratándose del consumo suntuario.
Al mismo tiempo, otro espacio emblemático del lujo en el mundo, la Fundación
Cartier ha exhibido en su espacio del Boulevard Raspail, en París, una
curiosa muestra de sus ocurrencias plasmadas en panes y pastelería, que
reflejan sus iconos de la costura más difundidos a todo nivel, como la
famosa camiseta de marinero francés a rayas que ya se la había
apropiado muchos años antes Picasso, quizá por el diseño
perfecto que registra el modelo original. Gaultier la reinterpretó mil
veces y fue su emblema desde que empezó en la costura prêt-à-porter
y haute couture, llegando a reformular la popular camiseta en un traje de soirée,
que se exhibe en la muestra, paralelamente a otra aproximación a la misma,
modelada en masa de hojaldre con rayas de chocolate.
La exposición está basada en una idea original de Souhed Nemlaghi,
quien propone Pain et Couture como una muestra que es mezcla de divertimento
y reformulación de la Fundación Cartier para el arte contemporáneo.
En realidad es una verdadera producción, en el sentido teatral del arte
efímero en la cual el pan y la harina reemplazan a la tafeta y la muselina.
Los críticos han coincidido en que el evento es algo especialmente inventado
para mover a la Fundación Cartier. Para otros es el entretejido de dos
sueños: el diseñador que crea con harina, agua y sal o azúcar,
y el del panadero que sueña con devenir diseñador. En todo caso,
la fantasía está plena de humor y allí se comparan las
destrezas de los panaderos y pasteleros invitados por la Cámara Francesa
que los agrupa y las destrezas de la tijera en la ropa de verdad firmada por
Gaultier elegida entre sus números favoritos. Mientras los cocineros
y sus asistentes, vestidos por Jean Paul Gaultier, se exhiben junto a sus herramientas
a vista del público, la nueva colección del modisto se muestra
para deslumbrar a sus seguidores.
Los artesanos del pan elegidos han tomado los bocetos de Gaultier y han usado
sus destrezas para reproducirlos en mezcla de harina, agua y sal, en el caso
de las baguettes para armar, entre otros, un vestido de noche exclusivamente
con estos elementos. O agregando a la harina bastante manteca y azúcar
para lograr efectos en pastelería, con los que se han modelado desde
sombreros hasta zapatos dignos del extremo de Manolo Blanik, aunque diseñados
por Gaultier, quien imagina, incluso, puntas con chocolate.
Para Hervé Chandes, director de la Fundación Cartier, la muestra
es un ejercicio de estilo válido y entretenido que “invita a los
visitantes a mezclar sueños y realidades en un entorno que gratifica
los sentidos y une los dos mundos, el realismo de la panadería y la fantasía
de la moda”.
La
exhibición
En un alarde de buena curaduría,
profesión en alza en estos días en el mundo y en la Argentina,
en Pan y Costura tal el buen título de la muestra, se exhiben los modelos
de Gaultier y los accesorios logrados a base de pan y pastelería (baguettes,
buñuelos, brioches, masas de hojaldre, con y sin cremas de colores o
chocolate) apropiados por eldiseñador para lograr la creación
modelada literalmente a mano y puesta luego en el horno, en el caso de los accesorios
elegidos: un paraguas, lentes de sol, un sombrero y algún zapato que
no lleve crema. Por otro lado, se muestran también las creaciones realizadas
por Gaultier en telas y hechuras prodigiosas de sus emblemas más difundidos,
copiados hasta el cansancio, como la camiseta de marinero, la pollera kilt,
o el vestidocorset diseñado para Madonna.
Algunos de los modelos elegidos por JPG son de sus primeros momentos de fama,
en 1983, cuando presentó sus vestidos-corset, esculpidos en satin de
tono carnal para su colección primavera-verano de ese mismo año.
No tenía breteles y estaba atado con lazos elásticos en la espalda,
hasta el dobladillo. El modelo fue el colmo de la provocación entonces
y su autor uno de los pioneros en mostrar por fuera lo que siempre fue ropa
íntima de interior, léase lencería clásica.
La versión de vestido-corset, con corpiño definido por dos conos,
hecho en terciopelo violeta, fue destinado a Madonna, y un boom en 1984. En
la exposición de la Fundación Cartier se pudo ver y tocar este
ejemplar entre baguettes recién horneadas en la exposición Pain-Couture.
De 1989-90, en cambio, son los vestidos anatómicos modelados en lurex
plateado, que dejan adivinar el cuerpo debajo de alas transparentes de tul,
feéricos y provocativos. Se trató de una estética típica
de las pasarelas en la época más exhibicionista de los 80 y comienzo
de los 90, cuando los desfiles se convirtieron en verdaderos shows mediáticos
y multitudinarios.
Gaultier desarrolló, después, en el 2000 su homenaje perpetuo
a la camiseta de algodón rayada, uniforme de los marineros franceses,
realizando con ella un vestido largo hasta los tobillos, que muestra la estilización
de la ruda prenda entallándola hasta las caderas y luego dándole
amplitud, al desflecar las rayas con efectos de plumas hasta el dobladillo,
logrando un despampanante vestido de noche. Otro vestido de soirée de
la colección invierno 2003-2004 evoca, por otra parte, los paralelos
de la pastelería y la moda. Está confeccionado en muselina marrón
chocolate con ornamentos de encaje de chantilly en tono café sobre gasa
marrón también elegida para el corset. Los críticos de
moda franceses no se abstuvieron de jugar con las palabras sinónimas
que se usan en la comida y la moda: mousseline (muselina) es un género,
mientras en la cocina se llama igual al puré famoso por su suavidad que
recuerda a la seda, y la palabra crêpe (panqueque entre nosotros) designa
esa masa blanda que cuando es muy fina y porosa los cocineros les llaman “dentelles”.
El catálogo de Pain Couture ha sido diseñado por Luca Stopini,
director artístico del Vogue italiano. Esto es, el aval mejor conseguido
para apoyar esta fantasía muy bien pensada para difundir las artes de
la costura y la panadería francesa, inserta en una política acertada
en lo que ese país viene insistiendo. Preservar las artes y artesanías
locales para conservar el gusto por las tradiciones de la buena costura y la
buena mesa, dos pilares fundamentales de la economía de Francia. En un
mundo de ricos que por lo general adhiere a tendencias anoréxicas, es
saludable y placentero este festín de los sentidos, proporcionados por
esos dos aspectos: comer y vestirse. Y mejor todavía, si la fantasía
se estimula en cada uno de ellos.
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