Vie 26.04.2002
las12

MODA Y DISEÑO

Doble turno & precios bajos

Una nueva ola de diseñadores, muchos de ellos provenientes de la gráfica, apuesta a colecciones de moda a bajo precio y a circuitos de venta personalizada. Ropa de mujer, de hombre, de chicos y accesorios surgen así con una impronta nueva, y argentina.

› Por Victoria Lescano

Se trata de una nueva ola de diseñadores que incursionan en la moda al tiempo que trabajan en diseño gráfico, la dirección de arte o el maquillaje. Comparten una mirada lúdica sobre la vestimenta que se traduce en la elección de tramas y texturas que no siguen los dictados de las últimas tendencias. Y, además de que en sus nombres de fantasía abundan citas dignas de relatos de Manuel Puig, las colecciones adhieren a los microprecios y se venden vía direcciones virtuales y ferias itinerantes.
“Chica colectivo, chica mercado, chica Once, en síntesis diversas chicas de barrio, pero con información de vanguardia”, son los estilos que la diseñadora gráfica Florencia Bernasconi, rubia de palidez extrema y silueta Twiggy en la era Chloé Sevigny, enuncia sobre las influencias de Soy Linda (soylinda_boutiqueARROBAhotmail.com).
Se trata de su colección de faldas mini y maxi en gasa y tul transparente, remeras de micro red en variaciones de naranja, tops con festones, puntillas, volados y demás recursos de estilo frou frou. El manual de estilo de Soy Linda permite combinar un poncho artesanal sobre un corpiños strapless rescatados del sector erótico de antiguas mercerías, remixar las piezas sin temor a que la paleta de colores subvierta estándares del buen tono. “Modificar la simbología del delantal, que esa prenda asociada con lo doméstico e históricamente degradada se vuelva sexy, con transparencias, porque la colección juega con romper con las inhibiciones, exacerbar la individualidad, partir de ese juego femenino de probar y divertirse”, agrega la diseñadora. Empezó junto a la maquilladora Analía Cacciamani y ahora la diseñadora gráfica Malena Gagliesi, además de ser la cortadora oficial de la marca, funciona también de paper doll. Dice que pronto va a combinar los materiales de sederías de Villa Ballester con tejidos de telar –tiene piezas exclusivas que trajo de un safari por el norte– y que las próximas colecciones estarán inspiradas en lo autóctono.”
“Rescatamos el clima de esa época en que la ropa de niños no se diferenciaba de la de los adultos, el universo de Charles Dickens y especialmente Huckleberry Finn”, dicen Laura Quesada y Marlene Lievendag sobre los diseños de Tito y Julia. Se trata de una nueva línea de ropa infantil que incluye conjuntos de pantalones y chaquetas con estampas de pied de poul o Príncipe de Gales, piezas con exteriores en dénim ultradark e interiores forrados en verde manzana o viyela escocesa en tonos pop, chaquetas rosa chicle y faldas evasée en talles de 2 a 8.
“Quisimos hacer lo opuesto al concepto de básicos, agregamos a las prendas detalles de glamour tomados de la moda para adolescentes, pero sin caer en los excesos del disfraz. Con ese criterio, en lugar de una bufanda tejimos cuellos de lana que funcionan como lazos con pompones y otros en lana glam “enuncian sobre la colección que fue un éxito de ventas en la última feria de la revista Planetario –el precio promedio ronda los 30 pesos– y en estos días se consiguen en la boutique y juguetería Jopajapa en Palermo y Doll de San Isidro. Es de rigor destacar entre la colección petit un traje Chanel de punto en rosa viejo y negro, compuesto de saquito y falda a la rodilla para niñas con precoz sentido de la elegancia.
“La posibilidad de jugar con el efecto sorpresa, ciertos gags aplicados a la ropa sin renunciar a la practicidad y las necesidades de nuestros hijos”, coinciden las diseñadoras sobre el hilo conductor. Vale aclarar que la otra profesión de Quesada son los guiones para radio y TV –escribe personajes desopilantes, de una feminista llamada Yiya para el programa “Day Tripper” a las reflexiones finales de “Todo por 2 pesos”– y Lievendag, actual directora de arte en una productora publicitaria, tiene en su vasto currículum las puestas de los programas “El garante” y “Good Show”.
“Hacemos ropa urbana con citas irónicas y elegimos el nombre Tradicional Casa Alvarez como homenaje a esas tiendas de barrio en extinción que ofrecen pantuflas y pijamas. El diseño surgió como un espacio de expresión propio al margen de los trabajos de estilo impuestas por cada guión y en contemplar las necesidades de vestimenta de gente con cuerpos comunes como nosotros”, dicen la maquilladora Lucila Robirosa y el escenógrafo Alfonso de Lazzari. Son socios en una colección donde abundan las faldas evasée en dénim con remates de rayas multicolores afines a la iconografía de tapicería, los vestidos shift en algodón, faldas con tules, camisas para hombre cruza de chomba y guayabera, y un vestido largo derivado de los delantales utilitarios en gamas de grises.
Se conocieron en un mediometraje que quedó trunco, trabajaron juntos en Sabrina Love, El viento se llevó lo qué, El amateur y ahora, además de un perchero en Taaz, en Costa Salguero, venden a los equipos técnicos y los protagonistas de las filmaciones.
“De trabajar en cine, incorporamos no regirnos por la última tendencia en decoración ni en maquillaje, usamos telas de verano en invierno y viceversa. Este es un espacio de juego sin reglas determinadas, el método incluye envolvernos con telas, tomar un molde y transformarlo en otra cosa. Las faldas evasée quedan muy bien a las mujeres que tienen lindas piernas y a las que también recomendamos recurrir a la superposición de prendas”, dicen a modo de Fashion Emergency.
La etiqueta de Casa Alvarez merece un destacado especial; junto al slogan Chicas y Chicos aparecen fotografías de arte callejero y también un documento histórico, el retrato de las primeras comisarías de la Policía Bonaerense rescatadas del archivo personal de De Lazzari, de los días en que trabaja como fotógrafo social.
Las insólitas carteras de Margarita y Osvaldo ([email protected]) surgen de la factura casera de la diseñadora gráfica Corina Mascotti y el músico Luciano Gagliesi. El taller funciona en la planta alta del PH de la pareja entre muebles con formas de los cincuenta comprados exclusivamente en mercados de pulgas y los instrumentos de la banda 7 Canciones. La colección incluye treinta modelos –muchos no superan los 15 pesos– de sobres con citas a los años setenta en cuero y telas añejas a bolsas de abuelitas aggiornadas con tachas, carteras de mensajero con prints de zebra, dénim y formato bifaz y encantadores porta-rouge con forma de corbata.
“Resultan de los materiales que tenemos, porque primero viene la búsqueda de materiales y luego las carteras. A veces inventamos formas que acompañen a las manijas que encontramos en ferreterías. Aunque el primer modelo, un derivado de la tradicional bolsa de mercado, nos falló, seguimos probando otras versiones con metros de media sombra. Inventamos formas que acompañen a las manijas y, si bien el invierno pasado recurrimos a un taller de marroquinería, no queremos perder el espíritu de producción propia, ni que luzcan como productos muy elaborados”, cuenta Corina, quien trabaja como diseñadora gráfica. Sobre su faceta como handbag designer –la cronista le menciona que Kate Spade, la diseñadora americana que revolucionó la estética de los noventa con sus bolsas de tela, en verdad venía de trabajar en la prensa femenina-, argumenta: “Mi trabajo en la gráfica se volvió muy mediatizado por la computadora, noté que extrañaba vincularme con un producto del principio al fin, el gesto de tocar y cortar lo que hacía, trabajar sobre el papel. Pero las carteras son mi fetiche, siempre coleccioné carteras de todas las épocas y las acumulé junto a monederos, y ahora además tengo mi colección propia”.

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