RESISTENCIAS
HAGAN OLAS
“Soy sólo una doctora”, dice Rebecca Gomperts, la médica especializada en abortos que en 1999 fundó Women on Waves, la ONG holandesa que navega con su clínica móvil hasta las costas de países en los que la interrupción del embarazo es ilegal. De paso por Buenos Aires, adonde llegó para comenzar a evaluar la posibilidad de anclar en la Argentina y encontrar una polvareda memorable, conversó con Las12 sobre estrategias y acciones políticas.
› Por Soledad Vallejos
Son las 10 de la mañana y Rebecca Gomperts acaba de entrar con el botín fresco en la mano: un puñado de diarios del que asoman las imágenes asombrosas del enfrentamiento cuerpo a cuerpo que el viernes pasado intentó evitar su charla sobre interrupción voluntaria del embarazo. Dice: “Me sorprendió que me prestaran tanta atención, porque ¿quién soy yo? Soy sólo una doctora que vino, eso no es noticia, ¿no? Noticia es cuando pasa algo”. Y sin embargo lo suyo no es precisamente negar que la palabra (y la presencia) pública de una mujer detallando con ánimo pedagógico los pasos para practicar un aborto medicamentoso, o demostrando ante un auditorio cómo realizar un aborto por aspiración (“es muy sencillo, no tiene riesgos siempre y cuando se esterilice el instrumental”, aclaró en la conferencia del sábado, exhibiendo el dispositivo de marras en las manos), es un hecho poderoso de por sí. Recuerda, por ejemplo, haber vivido escenas similares cuando a fines de agosto de este año intentó llegar con el barco de Women on Waves hasta la costa de Portugal, “pero era distinto: el barco estaba allí, no sólo yo. Y al barco no se lo puede ignorar”. Como sea, está claro que esta médica holandesa de 38 años que hace un tiempo supo hacerse conocer en los Países Bajos gracias a su primer libro (“fue un éxito: lo había escrito una mujer, era joven, en la historia dos mujeres se enamoraban y, claro, había sexo... pero no está traducido a otros idiomas y no soy buena escritora, así que ya está”), y que viajó hasta la Argentina con un embarazo de cinco meses y medio (“mi primer niño”) es imposible ignorarla. Lo saben, también, quienes siguieron la campaña que WOW emprendió en Irlanda (en junio de 2001), en Polonia (en junio del año pasado) y el intento de amarrar en el puerto portugués que fue frustrado porque el Ministerio de Defensa envió dos buques de guerra (apropiadamente pertrechados con cañones y torpedos) a escoltar la nave, tras haber considerado que la acción en favor de la legalización era un atentado a la seguridad nacional. En el lejano 2000, cuando WOW apenas dejaba de ser una idea lanzada en 1999 para convertirse en una de las acciones directas más originales de los últimos tiempos (en la que no importa tanto la cantidad de abortos que se logre realizar como la instalación del tema, la visibilización de la necesidad y el cuestionamiento de la ilegalidad en la agenda pública), Gomperts enfrentaba la primera tempestad en Holanda con argumentos precisos: “Ningún cambio importante ha tenido lugar nunca sin riesgo. Estamos hablando de un derecho humano: el derecho a planificar los hijos cuando y donde una quiera”. Desde entonces, muchas olas han pasado bajo cubierta hasta ésta, su primera visita como presidenta de WOW a un país sudamericano.
–El problema es que grupos como estos que quisieron impedir mi charla se están volviendo cada vez más fuertes en todo el mundo, y que siempre asumen que deben reaccionar ante todo. Esto, en realidad, es una cuestión mundial: Bush, por ejemplo, está en contra del aborto, y a partir de sus declaraciones y acciones está influenciando a los políticos de todo el mundo. Lamento decir esto, pero al menos hasta el momento son ellos los que van ganando. Es así. En los últimos años, inclusive mantener el aborto legal en países que lo legislaron se está volviendo difícil. Entonces, reclamar la legalización es una tarea todavía más ardua. En Polonia, por ejemplo, hasta 1993 el aborto era legal, pero tras la caída del régimen comunista, por presiones e intercambio de favores con el Vaticano, se lo convirtió en ilegal. Por otro lado, lo que pasó aquí es muy importante, pero lo que más me gusta de todo esto es que, de ahora en adelante, las mujeres argentinas comenzarán a escribirnos y podremos darles las indicaciones: qué hacer ante un embarazo no deseado, qué no hacer, cómo tomar medidas de seguridad. Se habla del misoprostol en los medios, ahora se sabe al menos un lugar al que se puede recurrir.
“Viajamos solamente por invitación del movimiento de mujeres”, declaró a poco de empezada la primera conferencia. “No infringimos ninguna legislación nacional: una vez que las mujeres que desean abortar están a bordo, dejamos las aguas territoriales para navegar hasta las aguas internacionales, porque a 12 millas de la costa el barco es territorio holandés. De acuerdo con la legislación holandesa, una mujer puede tener un aborto medicamentoso. Por eso, en aguas internacionales es legal para WOW administrar esa píldora.”
–¿En los países que ya visitaste fuiste invitada por grupos de mujeres o por partidos políticos, como acá?
–En la mayoría de los casos me invitaron grupos de mujeres, pero estos grupos suelen tener relaciones fuertes con partidos políticos, porque en esos países estos grupos que luchan por el derecho al aborto y los derechos a la equidad están muy vinculados con la escena política, como sucede en Portugal, con el Bloque Izquierda. En el caso de la Argentina, yo no sabía que venía invitada por un partido político, pero en realidad eso no hace mucha diferencia para mí. Mientras se trate de gente que lucha por el derecho a elegir y que quiere que venga, lo haré.
–¿Creés que hay alguna diferencia entre llegar invitada por grupos de mujeres o por partidos políticos?
–La diferencia es que sentís que la gente de los partidos tiene más experiencia en el panorama de los medios y la política. Los grupos de mujeres, en cambio, están más acostumbrados a trabajar con grupos de base: están más involucrados en la ayuda práctica, y no tan metidos en el debate político. Por ese motivo resulta un poco más sencillo estar relacionados con los partidos políticos, porque están metidos directamente en el corazón del debate.
–¿Qué estrategias creés que podrían resultar efectivas para instalar el debate público de manera más profunda?
–Yo aprendí que en la Argentina hay cierta costumbre de organizarse para lograr algo, como pasa con las empresas recuperadas. Entonces, hay una estrategia que es difícil pero tal vez aquí se pueda hacer, es algo que se llevó adelante en otros países y ha sido beneficioso: tener, por ejemplo, al menos unas 100 personas que empiecen a decir que hacen abortos. Es preciso que sea un buen número de personas el que salga a decir en público “yo hago abortos” para que no terminen encarcelados. No necesariamente tienen que ser médicos, en especial con la posibilidad de no intervenir quirúrgicamente que abren las píldoras abortivas. El asunto, en realidad, tiene que ser romper el silencio, y explicar que quienes hacen abortos son personas que ayudan a otras personas. En Canadá, el aborto se legalizó porque hubo doctores que empezaron a decir “yo hago abortos”, “yo hago abortos”, “yo hago abortos”... Ellos tenían un grupo de apoyo muy grande, no era solamente una persona que daba la cara. Claro, hubo una persona encarcelada, pero allí tal vez sea distinto, porque hay determinado respeto por los derechos humanos en las cárceles. Por eso también es tan necesario el apoyo sólido y una importante visibilidad de esas personas, el peligro es, tal vez, que la gente que lo hace ilegalmente no quiera hablar de eso. Hay que romper con la vergüenza y el miedo.
Al menos cincuenta mil dólares precisa WOW para zarpar hacia una nueva campaña: el barco, en realidad, no es propio de la ONG, sino que en cada viaje se alquila uno sobre el cual montar el consultorio móvil instalado dentro de un container con el logo del barquito. No hay más que aportes de particulares de todo el mundo (“rotundamente no”, es la respuesta de la ONG a los aportes de empresas), los mismos que día a día visitan www.womenonwaves.org, el sitio de Internet desde el que WOW comparte en inglés, portugués, francés y español información sobre lo sucedido en campañas pasadas, datos sobre las leyes de interrupción del embarazo en todo el mundo, y dossiers (con fundamentación científica, pero también con explicaciones prácticas) sobre abortos inducidos con medicamentación. Y es que, frente a legislaciones y normas sobre las que imperan retóricas ajenas a las cifras o la preservación de los derechos de las mujeres (“de acuerdo con la OMS, cada año 46 millones de mujeres deciden abortar”, “en el mundo se registra una muerte por complicaciones derivadas del aborto cada seis minutos”, “en los países con legislaciones más restrictivas, las mujeres que se hacen un aborto guardan silencio, se creen a sí mismas como excepciones y no pueden evitar el peso de la vergüenza por hacer algo ilegal. Sin embargo, ese mismo silencio y esa misma vergüenza son los que garantizan la clandestinidad”, ilustró), Rebecca tiene un ojo afiladísimo para ver los resquicios: aún en Holanda, el país en el que aborto es legal y donde (“gracias a la educación sexual los anticonceptivos provistos por el Estado”) se registra la menor tasa anual de abortos de todo el mundo, no existe en la carrera de Medicina una cátedra dedicada a la interrupción del embarazo. Así y todo, ella está especializada en el tema.
¿Cómo surgió la idea del barco?
–No era una opción ideológica para mí al principio. De hecho, yo quería ser escritora y escribí ese libro, pero después, por mi experiencia como activista de Greenpeace, vi que las mujeres tienen miedo, que hay historias horrendas en las que como médica realmente podés hacer la diferencia para ayudarlas y respetarlas. Cuando viajé en el “Rainbow Warrior”, el barco de Greenpeace, a México, recién estaba empezando mi entrenamiento como especializada en abortos, y entonces empecé a preguntarle a la gente “¿cómo es el aborto aquí?”, “¿cómo lo hacen?”. Todavía no tenía idea de cómo eran las leyes en otros países, quedé sorprendida. ¿Por qué no sabía? Nadie te lo dice, no te lo enseñan ni siquiera en la escuela médica. Quedé muy asombrada al hablar con los médicos en México: algunos lo hacen, pero es peligroso. Empecé a preguntarles a las mujeres: “¿cómo hacés si tenés un embarazo no deseado?”. Y entonces empecé a escuchar historias horrendas. Hablé del asunto con el capitán del barco y otra gente, y salió la idea. Me dije: “bien, es interesante, empezaré a trabajar en ella, a hacer investigaciones sobre las leyes de otros países, sobre costos, sobre cómo hacerlo”, y me puse en contacto con algunas organizaciones con las que no me había relacionado en toda mi vida. En medio de todo eso, se publicó mi libro, y en las entrevistas que me hacían por la novela yo siempre decía que concretar la idea del barco era mi sueño. Hasta ese momento no había fondos para hacerlo, no había nada más que una idea, pero se armó tal revuelo que la gente empezó a darse cuenta de la fuerza de una mera idea. Así fue creciendo el proyecto de la clínica móvil. Por otro lado, todo eso te ayuda a comprender que es interesante cómo los medios pueden ayudar a que las cosas pasen. En el caso de mi conferencia, por ejemplo, más allá de lo que se haya dicho, la gente vio las imágenes en la tele. La cosas pueden cambiar, la percepción de las cosas puede cambiar. Y por eso no hay que hablar solamente con los que piensan como una, eso es algo a cambiar. Resultad difícil, pero hay que darse cuenta de que la gente que piensa como una no es la que importa para hacer el cambio, son pocas las personas que están a favor de la despenalización. En cambio, hay que hablarle a la gente que no ha tomado posición todavía, a los que están como en el medio, entre el 20 por ciento que está en contra y el 20 por ciento que está a favor.
* Con la colaboración de Gabriela de Cicco e Irene Ocampo.