PERFILES
Lleva un ángel tatuado en el pubis, una carrera en el cine como actriz de Abel Ferrara, Nanni Moretti y Dario Argento (su padre, el mismo que le proyectó Freaks cuando ella tenía apenas 5 añitos). Se dedicó al graffiti urbano, escribe poemas, presentó su último film (dirigido por ella) en Cannes y se especializa en ignorar las pasiones que enciende a su paso. Retrato de Asia Argento, la chica que bautizó a su chihuahua Dziga, en honor a Dziga Vertov.
› Por Guillermo Piro
Para empezar, una historia que da cuenta del estado de espíritu del cronista. La historia es de Robert Walser, y merece algunas consideraciones poco serias. Por lo demás puede resultar banal y transparente a más de uno, pero lo que ocurre es que, como el amor, lo es. El protagonista de este relato, durante semanas, sólo se contenta con una inclinación de cabeza. Apenas necesita eso: la mera aparición de ella lo hace feliz, y la felicidad lo hace fuerte. El protagonista es un tipo un poco fantasioso, ni siquiera sabe el nombre del objeto de su amor. Tiene buen talante, es divertido y un conversador vivaz. Pero el amor lo cambió de golpe. La diversión dejó de tener brillo y atractivo para él. Un día, por casualidad, consiguió averiguar dónde vivía. Desde entonces pasa todas las noches por la casa de ella. Una vez la encuentra a solas, pero no se siente con ánimos como para dirigirle la palabra –ganas no le faltan–. El respeto que le tiene es demasiado grande como para no quedarse mudo. Empieza a sufrir con los sentimientos que ella le provoca, pero no lo lamenta. Una vez la ve entrar a un cine; y entonces pasa dos horas de pie, inmóvil frente a la entrada, hasta que ella sale. Más tarde las juzga como dos horas preciosas. Las más preciosas.
Asia Argento responde a la perfección al papel de la amada, aunque no haga un solo gesto, aunque no haya emitido ni una sola palabra al cronista, ni siquiera por teléfono, ni siquiera por e-mail (no se ha dignado a contestarle los mensajes, si es que los ha leído). Es más: probablemente desconoce su existencia, vive su vida ignorante de ser admirada, o mejor dicho consciente de ser admirada por una masa informe y silenciosa de fans esparcidos por todos los rincones del planeta. Se queja de la cantidad de fotos suyas que se reproducen sin control en Internet.
Pasó mucho tiempo antes de que Nanni Moretti obligara a la hija de Dario Argento (el padre del horror a la italiana) y de Daria Nicolodi a jugar al water-polo con él en Palombella rossa (1989). Asia nació en Roma en 1975 y es la enfant prodige del cine italiano y una de las pocas actrices de exportación que actualmente están en circulación (tampoco son tantas). A decir verdad no falta quien asegure que ni siquiera es bella, pero ya se sabe a dónde conducen esas discusiones. Si como decía Paul Valéry lo bello es lo que nos pone nerviosos, bien, entonces no hay nada que discutir.
Asia quería ser artista de graffiti. Tenía decenas de aerosoles. Tantos como maquillajes, su otra debilidad. Llenó las calles de Roma y Londres con creaciones suyas. Su firma era A.Z. Deben sobrevivir algunos por ahí, sería bueno verificarlo. Asia Argento debutó, jovencísima, en Sogni e bisogni (1984) bajo la dirección de Sergio Citti. En 1993 se entregó a la dirección de su propio padre en Trauma (1993), un film de horror bastante malo, con un Dario que ya da muestras de estar corto de ideas. Pero un padre es un padre. Hay que obsesionarse y mantener la obsesión (se dice él) y pasar de largo ante las ventanas abiertas. De modo que lo intenta de nuevo y ella vuelve a trabajar para él en dos films inolvidables: El síndrome de Stendhal (1996) y El fantasma de la ópera (1998). Lo mejor de estos films es sin duda la presencia de Asia, la “nueva Ingrid Bergman”, como la llaman en Estados Unidos. A partir de entonces su carrera se desarrolla siguiendo dos vías: trabaja con importantes directores italianos (Giuseppe Piccioni, Carlos Verdone, Peter del Monte). También trabaja con Abel Ferrara en New Rose Hotel (1998), un film basado en un breve relato de William Gibson, junto a Christopher Walken y Willem Dafoe (con quien protagoniza una escena infartante en una piscina: como el pobre Willem Dafoe la ama, teme a sus músculos más que a tigres; una verdadera sensación de instantáneo apaciguamiento al primer movimiento brusco o tosco, una automática retirada al primer indicio de enfrentamiento sexual forzado, una inmediata sumisión al ejercicio gimnástico que Asia ponía en práctica sobre la superficie de su cuerpo), pero extrañamente se trata de un film que ni siquiera gusta a los más fanáticos de Abel Ferrara. En 1998 protagoniza también B. Monkey, de Michael Radford. El film se presenta como una versión femenina de Carlitos Way: lo que una delincuente desea por sobre todas las cosas es enamorarse y llevar una vida como cualquiera. Bajo la dirección de Rob Cohen protagonizó XXX en el 2002 junto a Van Disel. A toda costa se esfuerza por realizar sus propios films, con los que no le va muy bien: Scarlet diva (2000) es el primero (en realidad había debutado como directora en 1994 con un cortometraje, Prospettive, una de las partes de un film colectivo titulado Degenerazione, al que siguió un video, La tua lingua sul mio cuore, presentado en el Festival de Locarno en 1999). The Heart Is Deceitful Above All Things (2004) es el último, con un casting de lo más heterogéneo: Michael Pitt, Ornella Muti, Marilyn Manson, Peter Fonda, Winona Ryder...
Ahora, bien: hay algo en ella que trasciende cualquier canon de belleza y que en todo caso se conecta con algo, más importante para ella, que tiene que ver con cierta “actitud particular” frente al mundo. Es decir: con cierta actitud que se esfuerza por demostrarle al mundo que es la suya, y que en realidad se plasma en un modo de pararse y de mirar, y que rara vez va más allá. Hay en Asia una grandeza artificial que siempre va unida al modo de moverse, al modo de gesticular, barriendo con las manos el espacio como rayos. En la piel de Asia no hay nervios ni conductos sanguíneos; todo parece tan liso como un canto rodado. El ombligo, como un orificio de bala. Las piernas, los dedos de los pies, distendidos, como si en alguna parte alta del cuerpo se estuviera ejecutando un gesto obsceno. Su cara, un vaso gigante donde combustiones variadas afloran en tonalidades sepias y azules. La boca de Uma Thurman. Ella habita esa máscara de rana. Un modo particular de explotar su dicción italianizada cuando se expresa en inglés. Un modo particular de tatuarse el cuerpo, de moverse, de fumar. Son cosas interesantes.
Otra historia que servirá para comprender el “efecto Asia”. En La noche de Varennes (1982), de Ettore Scola, hay una escena formidable. Giacomo Casanova huye del castillo de Dux, donde trabaja de bibliotecario soportando la serie más terrible de injurias, y a raíz de un desperfecto debe ser socorrido por un grupo de viajeros, entre los que se encuentran una camarera de la reina (de incógnito), un libertario norteamericano, Thomas Paine, un chismoso entrometido y autor de novelas pornográficas llamado Restif de la Bretonne, y otras dos damas. (Al suceder casi enteramente dentro de una carroza, el film guarda muchas similitudes con La diligencia, de John Ford.) En determinado momento una de estas damas pregunta a Casanova: “¿Qué es el amor?”. A lo que el libertino responde: “El amor es...”, y deja inconclusa su frase mirando el paisaje que se desliza a través de la ventana del carruaje. Las mujeres esperan que concluya, pero La Bretonne comprende y exclama: “¡Qué excelente respuesta! El amor es el misterio”.
Asia Argento encarna perfectamente ese misterio. Quien no esté todavía convencido puede consultar el tsunami de páginas de Internet dedicadas a ella. Su propio sitio –www.asiargento.it– no sirve a esos fines. Asia se ha preocupado últimamente por deshacerse de esa lamelle de scarlet diva que tanto ha fomentado. Sus fotos (aquellas en las que aparece ella y las que ella misma ha hecho) carecen de cualquier costado fashion. Es por eso que sus fans lo consideran un sitio tan muerto como la carne fría y rara vez lo visitan. Hay una sesión de fotos especialmente predilecta. Se trata de una serie de evolución orgásmica: comienza con Asia junto a la puerta abierta de un Ford Mustang blanco levantándose la pollera y mostrando el tatuaje que la hace reconocible y que casi se ha vuelto un tópico: un ángel de Delvaux, cuyo cuerpo está conformado por el pubis de la portadora. La serie sigue con Asia en el asiento trasero del Mustang que poco a poco comienza a hacer ciertas cosas... Todo ese in crescendo concluye con Asia consolándose con un chihuahua estrábico (se llama Dziga, en honor del director ruso Dziga Vertov, y es de ella). No hay en su larga historia de sesiones fotográficas una mejor. Es la summa, el acabóse, el no va más, el hasta aquí llegamos. Asia en estado puro. Se la ve extraordinaria, y es por eso tal vez que resulta tan irritante y envidiada.
Los hombres, en cambio, envidian a Sergio Rubini y especialmente a Marco Morgan Castoldi, el cantante del grupo Blu Vertigo, con quien en el 2000 tuvo una hija, Anna Lou. Puede vérselos juntos en una célebre tapa de la Rolling Stone (la edición norteamericana, of course). Es un muchacho con cara de imbécil, un rubiecito insulso, poco interesante. Realmente nadie sabe qué pudo haberle visto.
Asia tiene una hermana, Fiore (a veces ella también aparece en los films paternos), y otra, Anna, superviviente de anorexia, que murió trágicamente en un accidente en motocicleta (Asia lleva tatuado su nombre en la espalda). Asia escribe poemas (¡qué importa si son malos!), le gusta dar vueltas por el mundo, entre Estados Unidos y Francia. No por cosmopolitismo mundano ni porque Italia sea para ella demasiado provinciana. Tampoco porque su trabajo en el exterior le depare demasiado prestigio. Para ella moverse es vivir, entonces se mueve. Aunque también es cierto que en Italia, nadie sabe por qué, no le dan trabajo.
Es muy improbable que The Heart Is Deceitful Above All Things (un film dark dedicado a los niños víctimas de la violencia, como lo define ella) se vea en Buenos Aires. El film se presentó fuera de concurso en el último Festival de Cannes y está basado en una novela del mismo nombre del escritor norteamericano J.T. Leroy (que también escribió el guión junto con Asia). Es la historia de una infancia vista por los ojos de Jeremiah y su madre Sarah, una mujer joven que se prostituye con los camioneros en el sur de los Estados Unidos. Jeremiah está obligado a adaptarse siempre a situaciones nuevas debido a las continuas pequeñas migraciones de su madre, entre moteles y strip-tease clubs poblados de personajes lúgubres, a la galería de padres de paso y a la creciente locura de Sarah. Pero algo hace que el niño conserve cierta pureza y cierto candor en su modo de mirar el mundo. Un mensaje optimista, si se quiere.
Hace años que quiere dejar de fumar. Hace años prometió que cuando consiguiera rodar su primera película abandonaría el cigarrillo. Filmó, pero no cumplió su promesa. Sólo consiguió una cosa: pasar de los Camel a los Camel Lights.
Su película favorita es Freaks, de Tod Browning. Su padre se la proyectó en una de las paredes de su casa cuando tenía cinco años, y desde entonces la vio más de 100 veces. Se sintió tan identificada con ella que de pequeña se llamaba a sí misma la freak (se veía fea, y todo por sus dientes torcidos). Su ídolo imperecedero es Elvis Presley, pero no el muchachito del jopo engominado de los primeros años sino el gordo drogadicto. Y otra de sus obsesiones son las películas mudas.
Y para terminar, unos versos de Carlos Latorre que parecen haber sido escritos pensando en ella: “Sus ojos, puestos sobre la mesa de juego, apuestan al amor a primera vista”.
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