ENTREVISTA
La prolífica escritora italiana Dacia Maraini –autora, entre muchas otras novelas, de La Historia de Piera, llevada al cine– ha enhebrado con sus textos una trama que entrelaza voces de mujeres a lo largo de la historia y las reivindica en sus derechos y su protagonismo. Además, participa en la agrupación Contraparola, donde junto a otras periodistas buscan generar conciencia en torno a temas como la esclavitud sexual.
› Por Moira Soto
Aunque todavía su última y exitosísima novela, Colomba, no está editada en castellano, ella igual vino a presentarla a la Feria del Libro y estuvo en dos actos, en uno de los cuales se proyectó La larga vida de Marianna Ucria, ficción histórica que ganó premios y sobrepasó el millón de ejemplares. Sin embargo, nadie diría al ver a Dacia Maraini en una mañana de domingo tomándose un té en un bar porteño, que se trata de una escritora de tanto prestigio y suceso. Sencilla y cálida, esta florentina hija de una aristócrata siciliana y educada con refinamiento pero sin lujos, se brinda sin reservas al reportaje. Su compromiso con las causas que considera justas, empezando por los derechos de la mujer, es de larga data e inevitablemente ha influido en la temática de su obra literaria, aunque siempre lejos de la pancarta. Ciertamente, no es por azar que sus novelas están a menudo protagonizadas por mujeres (Memorias de una ladrona, La historia de Piera –ambas llevadas al cine–, La larga vida..., Isolina, entre otras), lo mismo que la mayoría de sus piezas de teatro (La donna perfetta, Sor Juana Inés de la Cruz, Norma 44).
Dacia Maraini, a la par de las grandes escritoras italianas nacidas en el siglo pasado –Elsa Morante, Anna Maria Ortese, Roseta Loy, Natalia Ginsburg– reparte sus días, cuando no viaja, entre Roma y su casa en el Abruzzo. Fue precisamente en este paisaje agreste y bellísimo de bosques y montañas donde se le ocurrió la historia de Colomba, la joven que desaparece misteriosamente y cuya abuela va a ver a la escritora, la donna dai capelli corti, para que desentrañe el secreto.
–A través de tu obra teatral y narrativa le has dado voz a las mujeres, te has interesado por su historia y sus reivindicaciones con un espíritu claramente justiciero. Tu compromiso ha sido transparente y tenaz a lo largo de muchos años.
–Me he puesto de parte de las mujeres, es verdad, he tomado partido por ellas porque sentí que me correspondía hacerlo por solidaridad y sí, también por espíritu de justicia. Me importa mucho el punto de vista de las mujeres, tan dejado de lado por los que han escrito la gran historia. De muchos episodios en los que ellas han participado, no hay registro de la versión femenina. Por eso, ellas son mis protagonistas en relatos del pasado y del presente, que siempre tienen un fondo histórico, de la época en que transcurren.
–Como periodista, ¿hacés tu lectura de la actualidad en primera persona?
–Sí, claro, en mis columnas se trata de mi enfoque y mi opinión. Por otra parte, formo parte de un grupo de periodistas que se llama Contraparola -Contrapalabra–, todas mujeres entre las que se encuentra Giuliana Screna, que estuvo secuestrada en Irak. Tratamos de observar qué imagen se da de las mujeres en los diarios, las revistas, la televisión. Ya hemos publicado dos libros: el primero, sobre la época del fascismo, porque descubrimos que sobre este período no existía el punto de vista de las mujeres. El fascismo ha sido analizado desde la política, la sociología,la psicología, pero faltaba absolutamente la visión de la mujer, su perspectiva. Por ejemplo, estudiamos qué leyes la habían perjudicado, reprimido, golpeado, más allá de la opresión que representaba la opresión fascista. A las mujeres se les prohibió enseñar en la universidad, muchas se quedaron sin trabajo, sin poder continuar una carrera, con todos los efectos negativos que te puedas imaginar. Esta situación particular, una de las tantas que afectaron a las mujeres, nunca había sido específicamente analizada. Desde el punto de vista masculino, se habló de los obreros, los estudiantes, los maestros... pero sin referirse concretamente a la condición de las mujeres. Así que nosotras hicimos la primera investigación histórica sobre el género.
–Durante el fascismo ¿se trataba, como en el nazismo, de que las mujeres se consagraran al hogar, los hijos, la iglesia?
–Exacto. Pero no fue solamente una tendencia reaccionaria: se fraguaron leyes, que para los historiadores pasaron casi inadvertidas, que coartaban la autonomía, la libertad de trabajo, el desarrollo de las mujeres. Nosotras las recolectamos y las estudiamos en todos sus alcances para ese primer libro que editamos. El segundo estuvo dedicado a la posguerra, siempre sobre las leyes que afectaban a las mujeres, el derecho familiar que fue un sistema de leyes derivado del viejo derecho romano. Pensá que en Italia el voto de las mujeres recién se consiguió en 1949. La mujer tenía derechos muy acotados, la patria potestad la ejercía el marido exclusivamente. Es decir: para el viaje más corto dentro del país, la madre debía pedir permiso al padre, pero no al revés. El adulterio estaba castigado en la mujer, no en el hombre. La violencia sexual era sancionada como ofensa a la moralidad pública, no por transgredir los derechos de la mujer. Te estoy hablando de leyes en una república que renacía de la guerra, de la resistencia. Sin embargo, en esa etapa la mujer quedó muy postergada. Con decirte que esa ley sobre la violencia sexual se cambió recién a fines de los ‘80... Hasta ese momento, una mujer no podía iniciar proceso contra un violador porque ella no tenía personalidad jurídica. Fue un largo y difícil proceso lograrlo. De modo que nosotras examinamos estas leyes, las luchas por modificarlas. Hicimos un libro ameno y accesible, bien popular. Las grandes editoriales no lo quisieron, entonces lo publicó una pequeña, pero se vendió bastante: diez mil ejemplares. Ahora estamos trabajando sobre una serie de personajes femeninos históricos que se pueden convertir en modelo de referencia para las mujeres. Una especie de antología de grandes mujeres poco reconocidas.
–¿Un buen antídoto para el endiosamiento en los medios durante los últimos años de las top models?
–Ojalá, ése es un tema que me preocupa mucho. Desde la escuela, las niñas de doce, trece años, cuando se les pregunta qué quieren ser en el futuro, responden: modelos. En este grupo de alrededor de 25 mujeres hay distintas tendencias: socialistas, algunas de extrema izquierda, también católicas. Salvo la extrema derecha, no hacemos discriminación si se trata de periodistas preocupadas por la igualdad.
–¿Corren peligro algunas conquistas de las mujeres, como el derecho al aborto, con el gobierno actual?
–El de Berlusconi es un gobierno al que le importa sobre todo el mercado, en su televisión se ha multiplicado la imagen de la mujer como objeto de decoración, un anzuelo para vender productos, siempre en actitud de seducción, semidesnuda. Creo que a Berlusconi no le preocupa nada la situación de la mujer, ni a favor ni en contra, si no afecta a sus intereses comerciales. El puso una ministra mujer como coartada, por cierto muy bonita y joven. Como diciendo ¿vieron? Tenemos a una mujer en el gobierno.
–¿Están muy decepcionadas las mujeres de Controparola con la elección del papa Ratzinger?
–Aunque todavía no ha tomado medidas suficientes para establecer un juicio definitivo, personalmente creo que desde el punto de vista de las mujeres, la familia, la aceptación de otras sexualidades, va a seguir la línea tradicional de Juan Pablo II. Ojalá que no, pero las perspectivas no son nada auspiciosas. Es increíble, porque todo lo que el Papa anterior avanzó en materia política, de intentos de pacificación en algunos casos, de acercamiento a otras religiones, con esa misma energía fue en contra de las mujeres, de los homosexuales, cerró muchas puertas. Incluso les dijo no a las monjas que querían realizar algunos actos sacerdotales, decir misa al menos en los lugares donde faltan curas. Pero Juan Pablo II se negó rotundamente, estuvo durísimo. Otra prohibición gravísima del Papa anterior, que me parece que el actual va a mantener, es la del uso del condón, lo que pone en riesgo la salud de muchísima gente con la excusa de que es un anticonceptivo. Es malo para todo el mundo, pero tremendo para los países africanos, tan afectados por el sida. Quizá la palabra genocidio suene muy fuerte, pero son muchas vidas las que se pierden, muchas las personas que pasan por el terrible proceso de la enfermedad sin atención médica. En algunos países de Africa Central, el 30 por ciento de la población está enferma, en las peores condiciones. Porque además los grandes laboratorios no han querido facilitarles medicamentos a bajo precio. Y bueno, el Papa ha dicho que no hay que derrochar el semen...
–Es que los espermatozoides están vivitos y coleando. Y los provida no establecen diferencias.
–(risas) Sí, muy vivos por unas horas... No entiendo esta defensa indiscriminada de la vida cuando en el mundo hay tantas personas ya nacidas que están en condiciones penosas, indignas.
–Además del grupo de periodistas del que formás parte, ¿hay en Italia otras organizaciones que trabajen sobre la problemática de las mujeres?
–Hay muchas iniciativas en marcha, movimientos que protestan, que actúan. Claro, no son los grandes momentos de los ‘60, los ‘70, pero están sucediendo cosas interesantes, hay cierta movilización en distintos puntos del país. Volviendo a nosotras, las de Controparola, debo contarte que recientemente escribimos una carta pública dirigida a los consumidores de prostitución, sobre todo de niñas y mujeres provenientes de otros países. “Caro cliente: quizás usted no lo sabe, pero la mayoría de las prostitutas hoy en Italia son esclavas, vienen del Africa, han sido compradas y vendidas...” Un texto apasionado pero no violento; nos pareció más efectivo hacerlo con un cierto trasfondo irónico, dando una serie de informaciones que consideramos que debían llegar a todo el público. Así, le preguntábamos al cliente cómo podía hacer el amor con una mujer cuya triste historia desconocía, una mujer estafada, a menudo secuestrada, obligada, maltratada. Porque hoy, muchas de esas prostitutas que tienen sexo con clientes que se consideran a sí mismos personas normales, con buenos sentimientos, son muchachas traídas del Africa, del Este, sin pasaporte, para ser vendidas y compradas como en los antiguos mercados de esclavos, pero clandestinamente. Estas chicas no pueden escapar a este terrible destino: las encierras, las violentan, las amenazan con matar a sus hijos, a sus familias. En algunos casos, y esto vuelve la situación todavía más espantosa, se trata de víctimas muy niñas, menores de edad.
–¿Qué resultados concretos tuvo la publicación de ese texto?
–Esta carta al cliente tuvo el efecto de una campaña de denuncia con esta violación brutal de los derechos humanos en pleno siglo XXI. Y no sólo en Italia, sino también en otros países europeos que se creen civilizados. La publicamos en todos los diarios, incluso pagando cuando hacía falta. Sabíamos que no íbamos a conseguir un cambio radical en la situación, peroal menos contribuimos a una mayor concientización de la gente. Confiamos en que muchos, después de leer esta carta en la que dábamos tantos detalles escalofriantes, ya no van a mirar a estas muchachas con los mismos ojos, que ya no podrán hacer como si no supiesen que están colaborando con una forma del crimen organizado. Porque habitualmente el cliente se cree afuera de todo, él paga y se desentiende. Después de esta carta, ningún cliente en Italia podrá alegar que no sabe cuál es la historia de estas pobres chicas que no han elegido libremente ser prostitutas a una edad adulta. Cosa que las feministas hemos aceptado, siempre que se ejerza ese trabajo autónomamente, sin ser forzadas ni explotadas. Pero lo que se ve hoy en mi país es todo lo contrario: mayoría de chicas en estado de esclavitud total.
–Obviamente, una esclavitud que se ha instalado con la complicidad del Estado.
–Por supuesto. Hay muchas complicidades en juego, la última es la del cliente, que casi siempre es considerado inocente de toda inocencia. Porque el problema es siempre la prostituta, nunca el cliente, que actualmente se aprovecha de esta esclavitud de nuestro siglo en Europa, la esclavitud sexual, cuyas víctimas son mujeres jóvenes. Desde luego, hay otras situaciones dramáticas que van contra la dignidad de las personas: la discriminación, el desempleo, la pobreza. Pero el hecho de convertir a niñas en esclavas sexuales, y que a esto contribuyan instituciones oficiales y tantas personas –los clientes– que se creen exentas de responsabilidad, quizá sea lo más aberrante. También debemos pensar que estas muchachas, aun cuando fueran rescatadas o lograran escapar, después de haber sufrido situaciones tan traumáticas quedan profundamente heridas.
–En nuestro país se conoce poco tu obra teatral, aunque se pudo ver, en 1997, tu puesta de Sor Juana Inés de la Cruz.
–Sor Juana es una pieza que se sigue representando en distintos lugares del mundo. Es una obra que no baja de cartel, en la que además de los versos de esta gran poeta he trazado su perfil biográfico, combinando distintas artes: pinturas de la época, comentarios musicales, máscaras. Durante esa gira, yo misma cubrí el rol de relatora, quizás un poco brechtiana. Ya no tengo mi propio teatro, pero esa fue una época feliz porque me apasiona verdaderamente. Hay otro texto mío, Diálogo de una prostituta con su cliente, que no tiene nada que ver con el tema de la esclavitud actual, porque no es nuevo, es de 1979. Se reestrenó en Italia en enero pasado con mucha repercusión, y también se ha llevado a escena en otros países europeos. Otra pieza que escribí que me gusta mucho y también se ha representado con bastante suceso es Santa Caterina, una versión laica de los últimos años de Santa Catalina de Siena. Ella fue una mística muy inteligente, como Teresa de Avila, un personaje fuera de serie. Catalina se dejó morir de hambre a los 33 años. A mí se me ocurrió la idea de que acaso, en la actualidad, la anorexia pueda ser interpretada como una búsqueda, una necesidad de espiritualidad. Creo que no se trata sólo de la moda, de la figura impuesta por las modelos y por todo el negocio alrededor del adelgazamiento. Pienso que aun sin hacerlo consciente, en muchas chicas hay un deseo de purificación, de trascender, que no pueden canalizarlo por otras vías porque la religión ha sido dejada de lado. La sociedad de mercado intenta destruir la idea de sacralidad del ser humano. Digo sacro en sentido civil, de respeto a la dignidad humana. La televisión contribuye en gran forma a este concepto denigrante de cosificar a las personas. Hay un programa en el que se opera gratuitamente a las personas que se presentan, sobre todo mujeres muy jóvenes que se van a hacer reciclar, afinar el talle, aumentar los pechos, reformar otras zonas del cuerpo. La operación se hace en directo, algo realmentemonstruoso a la vez que humillante. Esa es la verdadera obscenidad. A las mujeres se las convence con argumentos que ya sabemos, que han sido tan usados por las revistas femeninas, por los avisos de cosméticos: si no lo haces, no serás femenina, no conseguirás un buen empleo, tu novio no te querrá... En suma, estarás en falta. Así que semana a semana, cinco, siete muchachas se hacen operar en transmisión directa y las muestran dos semanas después. Por supuesto, es una publicidad para crear necesidad de este tipo de cirugías. La presión sobre las mujeres es muy grande y se logra crearles inseguridad. Detrás hay un gran negocio y también, claro, la negación del pensamiento de la muerte. Todo lo que cuenta es el aspecto exterior, engañarse sobre el paso del tiempo, la reducción de la persona a materia bruta modificable. Pero si hasta nuestro primer ministro se ha hecho un lifting, se ha añadido pelo. Ridículo, francamente, que un capo del gobierno tenga esa mentalidad y dedique su tiempo a “rejuvenecerse” artificialmente...
–¿Norma 44 también se reestrenó recientemente en Roma?
–Sí, se está representando en estos momentos. Es la historia de dos jóvenes judías italianas que en 1944 son llevadas a un campo de concentración. Ellas son cantantes líricas, y un SS que tiene mucha sensibilidad musical las obliga a cantar la Norma de Bellini en el campo. Las muchachas están en condiciones terribles debido a la falta de alimentación, de higiene, pero él se las arregla para mejorar esa situación, de modo que puedan hacer un buen papel al cantar. Poco a poco, ellas se enamoran de este hombre que les significa la única fuente de protección, de cierto bienestar.
–¿Se reproduce la historia de la ópera, en la que dos druidas aman al romano Pollione, el dominador?
–Claro, las dos sacerdotisas que en Inglaterra, en tiempo de la invasión romana, se enamoran del centurión, que deja a Norma por Adalgisa. Aunque hubo casos reales de artistas que fueron obligados a actuar para placer estético de algunos nazis, esta historia es de mi invención, me interesaba el paralelo entre la ficción de hace tantos siglos y la realidad del campo. Entre otras ciudades, Norma 44 se ofreció en Stutgart con una puesta muy bella. En estos días se representa en Florencia. Es una pieza que requiere de dos actrices con formación lírica, porque Norma, de la que se cantan algunos fragmentos, es una ópera muy exigente.
–Tus piezas teatrales se relacionan a menudo con la música, la poesía.
–Precisamente, he dado a conocer otra obra que se basa en la historia, esta vez real, de una poeta del 1500, Isabella Morra, cuyo destino fue tan trágico como injusto. Ella pudo estudiar porque tenía cuatro hermanos varones, era muy inteligente y al parecer aprovechó las clases de los preceptores. Había nacido dentro de una familia aristocrática en la ciudad de Roma, pero el padre cayó en desgracia políticamente y debió exiliarse en Francia, mientras que Isabella se fue a vivir con su madre y sus hermanos en un castillo del sur de Italia, rodeado de bosques. Desesperada por el encierro y el aislamiento, ella empezó a escribir poesías, canciones. Sucedió que a algunos kilómetros, en un castillo cercano, se instaló un noble y culto español, Diego Sandoval de Castro. Isabella logró hacerle llegar una carta en la que le hablaba de su soledad y su interés en la escritura. Así comienza una correspondencia entre los dos, seguramente llevada y traída por algún sirviente de confianza. Pero ellos jamás se vieron personalmente. Cuando los hermanos, que sólo se dedicaban a la caza, se enteraron de esa relación epistolar, la mataron con la excusa de salvar el honor de la familia. Al morir asesinada, Isabella Morra tenía apenas 23 años y su delito fue escribir unas cartas desoladas en las que hablaba de su vocación por la poesía y de su ilusión de que su padre viniese de Francia a rescatarla. Durante muchísimo tiempo nadie supo de la existencia de Isabella en Italia, hasta que Benedetto Croce narró subiografía en la Historia de Nápoles. A mí me conmovió enormemente este personaje y, rindiéndole homenaje a Croce, tuve el honor de volver a sacarla del olvido con esta obra. De ella quedaron algunos sonetos y canciones muy hermosos.
–¿Alguna de tus piezas recientes transcurre en la actualidad?
–Sí, claro. Hasta hace tres semanas estuvo en cartel en Roma la obra Strada: un hombre que viaja en auto levanta a una autoestopista desconocida, y ambos se cuentan historias de vida inventadas. De fantasía en fantasía, ella y él terminan por no saber quiénes son. Es una pieza un poco pirandelliana, un poco surreal, a través de la cual quise hablar sobre el problema tan actual de la identidad.
–En Isolina, Voces, Colomba, recurrís a una estructura de encuesta, de investigación. Una búsqueda detectivesca que lleva a despejar un misterio ligado a mujeres víctimas de alguna forma de violencia.
–Sí, es verdad que para cierto tipo de relatos, me interesa esa forma literaria que no es exactamente el policial, pero en la que se hace una investigación que a la vez sirve para iluminar otras historias.
–Como en otras novelas y piezas tuyas, en Colomba aparece la figura de la narradora, en este caso requerida por la abuela Zaira. La narradora intenta negarse, pero la abuela se las arregla para interesarla, no sólo en la desaparecida, sino en la historia familiar detrás de la historia, una saga familiar.
–Sí, un poco metanovela. Zaira le insiste a la novelista para que la ayude a buscar a su nieta, porque después de ocho meses, la policía declara el caso cerrado. Entonces a Zaira se le mete en la cabeza que la escritora puede averiguar la verdad.
–¿La escritora como detective de sus personajes, tomada por una historia un poco a su pesar?
–Claro, la escritora primero dice que no y tiene otras historias para contar. Zaira persevera, regresa una y otra vez, le trae fotografías, cartas de familia, y poco a poco la va convenciendo, la donna dai capelli corti se va comprometiendo con la historia de la chica que se ha esfumado. La escritora deviene personaje de la historia, incluso ella tiene una historia propia para narrar. Así se da una multiplicación de historias que ella encuentra, sea como escritora, sea como personaje. Además de la saga familiar que empieza en 1890, con una niña siciliana que viene al Abruzzo y se casa con un pastor del lugar, se cuenta la historia de Italia desde el lado de los pobres. La Primera guerra, el fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra, las inmigraciones, las transformaciones... van apareciendo desde la visión de esta familia. No era mi intención ser tan abarcadora, tan ambiciosa cuando comencé a escribir. Pero el relato comenzó a expandirse y me llevó cuatro años. Estudié muchísimo, como de costumbre en este tipo de narraciones, porque los personajes pueden ser inventados, pero el mundo en el que viven a través de un siglo debía ser verosímil, la situación social e histórica necesitaba mucha documentación porque aludo a muchos episodios reales.
–Inevitablemente, al haber protagonistas femeninas, hay todo un recorrido sobre la condición femenina a lo largo de las décadas.
–Como sabes, se trata de un tema que me ha importado mucho desde siempre. En Colomba, en la historia de la familia hay muchas mujeres que después de haber tenido hijos son abandonadas por los hombres, por diversos motivos. La continuidad de la familia está dada por las mujeres.
–En tu novela se arma una suerte de triángulo entre la abuela, la escritora y la nieta. Pero la que motoriza la acción es esa nona montañesa y curtida, un personaje principal poco habitual.
–No es común que una mujer vieja sea la protagonista, lo sé. Veo difícil que un escritor varón encontrara interesante un personaje de esta edad,cuya sabiduría está en su corazón, en su intuición, que es muy corajuda y determinada.
–¿Ella intuye que lo que la policía no pudo averiguar, la poeta lo va a saber?
–Bravo, bravísimo. Ese es el secreto de los poetas, otra forma de conocimiento. La abuela Zaira se da cuenta, no tiene dudas de que la mujer de cabellos cortos es la persona apropiada para descubrir la verdad.
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