ARTE
¿Qué pasa cuando una ong que trabaja por los derechos de las mujeres a un embarazo, parto y nacimiento respetados teje alianzas con un grupo de artistas y con las organizadoras de un espacio cultural fundado en la diversidad? Pues Rituales, la muestra dedicada a difundir las actividades de Dando a luz que puede verse en Casa Brandon.
› Por Soledad Vallejos
El ritual bien puede ser una serie de gestos señalados (antes que eso, ordenados) por la costumbre, pero también existe la posibilidad de que sea entendido de otra manera. Puede relacionarse, por caso, con los pasos de un rito, con el camino de una ceremonia que se sigue menos por obediencia a un código que por el afán de ir descubriendo lucecitas en el caminar. La conversación indica que estas chicas van avanzando por ahí. “Ritual es una palabra que aparece en el momento de un parto, de tener un hijo, y también en lo relacionado con las cosas creativas”, dice Lucrecia Rojas, que en su labor cotidiana como puericultora de un hospital público aprendió a leer en los cuerpos de las madres lo que las palabras, por vergüenza o temor, suelen callar. El instante mágico en que algo se genera, entonces: de eso trata Rituales, la muestra que un grupo de artistas y la ONG Dando a luz organizó en Casa Brandon con un lema inspirador, “Compartamos el deseo de transformar al mundo en un lugar sin discriminación y sin violencia”.
–Hay una vinculación entre esos dos momentos. Si uno no respeta esos rituales que tiene un artista cuando hace la obra, probablemente el artista no pueda producir esa obra. Y si uno no respeta el ritual (puede ser tranquilo, puede ser violento) que la madre encuentre, si uno interrumpe esos rituales propios, va a interferir en el acto de parir que tiene mucho de creativo, de lo que la mamá pueda encontrar.
–Es un momento íntimo –acota Guadalupe Fernández, artista plástica (que aporta uno de los momentos más intensos de la muestra con Mayo, un cuadro cargado de poesía), madre, y otra de las alma mater de la convocatoria–. La situación de parir es como que hasta que no la pasás, no la terminás de entender. A mí me pasó con mi primer hijo: lo tuve en un hospital público, y cuando vas al hospital te das cuenta de que, en las condiciones del trato a las embarazadas, hay cosas medio complicadas. Cuando tuve a mi hija, dije “vamos a pensar en algo que sea cómodo para mí”. Lo más cómodo, viable, saludable, fue un parto domiciliario, con un equipo médico de obstetra, partera, neonatólogo. Así conocí a esta ONG que trabaja por los derechos de las embarazadas, Dando a luz.
De esas conjunciones determinadas por el azar y los efectos de las afinidades electivas salió el resto: cierta tecnología de la amistad, podría decirse, fue lo que terminó por unir mundos aparentemente tan distintos. Así fue cómo, de una en una, Lucrecia y Guadalupe fueron hablando, convocando, entusiasmando amigos (“les contamos, todos estábamos de acuerdo, decíamos: ‘bien, por la causa’”, dice Guadalupe), aportando también obras de amigos que ya no están pero permanecen en sus colecciones, con la idea de participar en alguna acción que permitiera, además de exhibir obra, ayudar en la difusión de derechos que ya pueden reclamarse y otros para los que todavía es preciso generar herramientas.
Las Caritas que Liliana Maresca descifró a partir de los trazos que los pasteles pueden dejar sobre el papel dan la bienvenida, a poco de pisar el ambiente relajadamente confortable de Casa Brandon. Los colores sacuden, las expresiones de esas miradas interpelan (a quién, a título de qué, qué buscan, tal vez simplemente la perplejidad, tal vez haya una respuesta) y la atención queda despejada, abierta, para recibir lo demás. Unas escenas que recuerdan candores religiosamente bucólicos para reinterpretarlos desde mediados de los años ’90 argentinos de Santiago García Sáenz; el desparpajo que Marcia Schvartz imprimió en unas flores sobre la mesa; el paisaje de árboles que pueden leerse como devastados, pero también a punto de renacer en un mundo de amarillos sin debilidades de Guadalupe; un óleo inquietante de Elba Bairon; el juego de sapos en papel maché de El Búlgaro; la calabaza elegante y precisamente intervenida por Maresca para jugar con la(s) forma(s), la mirada y la naturaleza hasta llegar a la (re)interpretación; la delicadeza tierna y desgarradora de las cerámicas de Ana López; los volúmenes, las chanzas y sorpresas de un panel de Miguel Harte. El recorrido, en una planta baja con clima de casa de barrio adaptada (y adoptada) por otras apuestas estéticas, encuentra una apertura y un final que llaman a lo lúdico y el valor, minucioso, de atender a los detalles. De rituales, claro, están hechas las obras.
L.R.: –Por lo intuitivo, por la relación con lo creativo, por la necesidad de hablar de un respeto, se nos ocurrió hacerlo acá, en Casa Brandon. Claro que todo está vinculado al afecto: somos amigos. Pero, además del afecto, me parece muy piola cómo lo plantean las chicas de Dando a luz, en cuanto a transformar al mundo en un lugar sin discriminación y violencia a partir de estos cambios, porque mucha de la gente que trabaja en lactancia, en maternidad, está vinculada o tiene como un principio ideológico con el cual no estoy de acuerdo: lo que las mujeres tenemos que hacer cuando somos madres. Entonces, parecía interesante juntarnos con gente que está diciendo lo que dicen las chicas de Brandon: revalorizar todo en términos de derechos. Es decir, las mujeres tenemos derecho a elegir cómo parimos, tenemos derecho a estar con alguien si queremos... El reclamo cambia muchas cosas: estamos haciendo lobby para que las mujeres puedan elegir la manera de traer sus hijos al mundo y la manera en que quieren criarlos.
Lisa Kerner, videoartista con ribetes musicales, una de las responsables de que los eventos que supieron ser Brandon Gay Day terminaran consolidándose en la deliciosa Casa Brandon, comparte aquello de que la unión hace, si no la fuerza, al menos la visibilidad. Y aún más: ¿quién mejor que una misma para llevar adelante el gesto de resistencia?
L.K.: –¿Nosotras por qué participamos? Bueno, dijimos que sí de entrada: ya nos gustaba el nombre de la ONG, el Dando a luz. Es muy interesante el trabajo que hacen en cuanto a abrir espacios nuevos y enseñarle a otra gente cuáles son sus derechos, y por cuáles cosas pueden pelear, o de qué cosas se puede defender si se siente atacada, o si efectivamente es atacada. Nosotras, que hacemos Brandon, lo que quisimos con Brandon fue, básicamente, generar un espacio diferente, algo que no existía. No sentíamos que hubiera para nosotras un espacio que nos representara, y como existía dijimos: “bueno, hagámoslo”. Así nació Brandon: con la idea de generar un espacio de pertenencia que pudiéramos compartir con otra gente.
El rescate de un cierto (sólido) respeto por los tiempos, las respiraciones, los ritmos, las necesidades del cuerpo tal como lo va sintiendo una mujer durante su embarazo, parto y lactancia es una parte fundamental de aquello que los Rituales (los de las y los artistas, los de las mujeres en situación de maternidad) tienen como norte. Pero eso no quita, claro está, la necesidad constante (a fin de cuentas, para algo nació Dando a luz) de insistir con la difusión, con la información, con la puesta en común de aquello que se puede pedir y aquello que resta exigir.
G.F.: –Desde el año pasado, por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires hay una ley que dice que podés parir en la posición que vos querés, que podés estar acompañada por quien quieras. En un parto, también, se supone que, antes de cortarlo, tienen que dejar latir el cordón 3, 4 minutos... Es una serie de cosas que hay que respetar.
L.R.: –Yo estoy en el servicio de lactancia de un hospital público. Siempre comento que, cuando llega la mamá, hago las mismas preguntas: qué tal el bebé, ese tipo de cosas, hasta que les pregunto qué tal estuvo el parto. Sistemáticamente, la mamá mira para abajo y dice: “normal”. Entonces, vos le decís: “¿normal fácil o normal difícil?”. Y ahí se afloja. Hace una sonrisa de oreja a oreja, porque vos le preguntaste algo que la convierte en persona, en sujeto, y no la tratás como un dato estadístico. Entonces, ahí te empieza a contar: “no, fue difícil”, “¿difícil por qué?, ¿a qué hora llegaste?”... y así empezás a atar una historia que es fundamental para que ella pueda volver a construirla. Y, después, ayudarla a cuidar a ese bebé: esas madres en general vienen de un lugar difícil, donde no suelen ser bien tratadas. Muchas veces, el trabajo en lactancia o en neonatología es fortalecer a la madre y ayudarla a que ella vea lo que quiere hacer, no decirle lo que tiene que hacer, porque son mujeres que ya vienen saturadas por discursos con mandatos.
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