RESISTENCIAS
Son cholas, son putas, son vendedoras ambulantes, amas de casa, hasta monjas y locas. Y sus hermanos son todos maricones. Eso dicen ellas, a modo de declaración de principios, para conjurar el lenguaje del patriarcado que hace escupir con naturalidad frases como “les faltan bolas” para referirse al coraje. Son Mujeres Creando, un colectivo de chicas bolivianas y rebeldes que intervienen el espacio público y mediático.
Por Veronica Gago
Al llegar a la ciudad de La Paz, una manera de encontrarse con ellas es seguir las huellas que dejan en las paredes. Las Mujeres Creando se hicieron conocidas por los provocativos grafitis que pintan desde hace años en la capital boliviana y que, luego, se han desparramado por otras ciudades del país e incluso más allá de sus fronteras. Pero ésta es sólo una de sus iniciativas; hay muchas otras con las que Mujeres Creando ha construido una referencia urbana de rebeldía: la repercusión del periódico Mujer Pública y el programa de TV Mamá no me lo dijo; sus alianzas con vendedoras y feriantes callejeras estafadas por los bancos; los encuentros con mujeres en situación de prostitución de diferentes ciudades y la primera huelga de hambre durante la crisis boliviana de octubre de 2003. En los últimos meses, además, han conquistado una casa donde cobijar viejos y nuevos proyectos. La bautizaron La Virgen de los Deseos, para nombrar así una conexión subterránea con lo que fueron los quilombos de esclavas libertas del siglo XIX y con esos conventos en los que se refugiaban las mujeres del siglo XVI para poder leer, estudiar y pensar.
La Virgen de los Deseos es también el nombre del libro recién publicado en Argentina (Tinta Limón Ediciones) que reúne artículos, entrevistas y secuencias fotográficas de algunas de sus intervenciones en La Paz. En estas imágenes y textos se lee a la vez un relato de la historia de vida de este singular colectivo de mujeres y una crónica de la convulsionada Bolivia actual: en esa imposible disociación se percibe la perspectiva radical, feminista y autónoma de Mujeres Creando.
No hay luchas sin palabras
Recuperar la palabra propia desde las entrañas mismas de las luchas es uno de los objetivos militantes de Mujeres Creando. La preocupación –teórica, política y estética– por hacer de los movimientos sociales un espacio de pensamiento y comunicación con la sociedad recorre sus más filosas acciones y análisis de la vida social boliviana. “Mudos y mudas, hablamos el idioma del opresor todo el día y en todos los espacios culturales, sociales, políticos y cotidianos, desde la escuela hasta la cama y en los escenarios de nuestras luchas, que son lo único que tenemos. Es así que, por ejemplo, en las marchas decimos: ‘Sánchez de Lozada (presidente que dejó su cargo por la crisis de 2003) es un hijo de puta’, ‘El Evo Morales (líder del MAS) no es presidente porque no tiene bolas’, ‘El traidor para ser humillado ante su comunidad deber ser vestido de chola’, ‘Para el Alejo Veliz (dirigente campesino quechua), el Felipe Quispe (dirigente campesino aymara) es un maricón de mierda’.” Para Mujeres Creando, sin embargo, no se trata de corrección política, sino de una crítica interna desde los movimientos para evitar traicionarse a sí mismos: “No es que estoy denunciando formas de hablar ‘machistas’ que hieren los sentimientos y la dignidad de nosotras las mujeres, los maricones y las putas –explica María Galindo, una de sus fundadoras–. Estoy diciendo que por nuestra boca habla el opresor y que éste no es un lenguaje de los cuarteles sino de las marchas y los movimientos sociales”. Para que la lucha tome la palabra, proponen un cambio radical de voz. Uno que llegue a decir: “Afirmo que la puta es mi madre y que la puta es mi hermana y que la puta soy yo y que todos mis hermanos son maricones. Y en esta afirmación eclipsa la familia patriarcal y los lenguajes del opresor”.
Desde este mismo lugar –y en pleno fragor de las movilizaciones callejeras de los últimos años– Mujeres Creando plantea la necesidad de superar cierta estructura invisible que atraviesa muchos de los movimientos: la del “círculo vicioso demanda-víctima-concesión-desgaste”. Esa posición habla, sobre todo, de una interlocución con el Estado, la misma que parece imponer una traducción del lenguaje propio en el del poder para ser atendidos, entendidos y escuchados. “La obsesión enfermiza con la que se insiste en que la interlocución con el Estado es la única vía del accionar político, le da al Estado el poder de darnos o privarnos de sentido histórico y político... En el fondo, no estamos gritando sino sollozando un ‘patria o muerte’, como en los tiempos de la guerrilla guevarista, pero que hoy cobra su sentido en otra versión tan nefasta como la primera: hoy ese ‘patria o muerte’ que es y fue siempre un ‘padre o muerte’, es el grito desesperado e impotente que pide al padre reconocimiento.” Revulsiva para muchos, la crítica de este colectivo feminista instala una pregunta concreta: ¿cuáles son las “alianzas prohibidas” que subvierten el orden patriarcal, mercantil y moral del sistema?
Alianza de rebeldes
Mujeres Creando pone como punto de partida una suerte de feminismo intuitivo para pensar la rebeldía. Para ellas, la historia de una mujer rebelde se teje por la suma de desacatos que la llevan a buscar cómplices. Esas historias son las que aparecen en los cuatro programas de docuficción de Mamá no me lo dijo, estrenados el año pasado en la TV local. Las perspectivas son las de cuatro mujeres –la puta, la india, la monja y la vendedora callejera–: “La puta con su cama roja instalada en los meollos de nuestra ciudad, la monja con su capilla ambulante que concluye su desempeño dando una misa en el atrio de la iglesia San Francisco, símbolo intocable de los y las beatos(as) de la ciudad; la vendedora con su puesto de venta a cuestas o caminando vestida de novia por la zona comercial de La Paz, desacatando el matrimonio, la abnegación y el sacrificio absurdo, y la india ocupando territorio negado, el del placer, de la sensualidad sin racismos”, detallan ellas.
“A nosotras nos interesa el espacio del arte en el mismo sentido que vivimos la televisión como la calle, como un medio que atraviesa el espacio privado y que es calle también. La televisión, en una sociedad como la nuestra, es el único entretenimiento y está prendida las 24 horas en las casas. En la noche están apagadas todas las luces menos las de la tele. Si algo nos han negado como pueblo aquí en Bolivia es tener una imagen propia. Y en el caso de las mujeres esta negación es doble. Por eso cuando nosotras lanzamos estos programas provoca mucho, sensibiliza, produce el efecto de un tajo”, describe María. La irrupción de las mujeres protagonistas de Mamá no me lo dijo rompe las rutinas estéticas de la pantalla al visibilizar caras y cuerpos que no son los que la TV ha acostumbrado a ver. Es la irreverencia de una belleza irónica y perturbadora la que hace posible reconquistar la imagen cautiva del cuerpo propio. “¿Será imperdonable hablar del cuerpo y del placer en un país de hambre, autoritarismo y violencia como es hoy el rostro de Bolivia? ¿Será imperdonable que una india hable de recuperar su cuerpo con la misma pasión que habla de recuperar su tierra? ¿No hay acaso en la coyuntura de cada día una olla vacía desde la cual sujetamos a un orden de prioridades donde el placer y el cuerpo son discursos para un otro mañana que nunca llega?”, se preguntan las Mujeres Creando mientras pintan en la pared: No hay nada más parecido a un machista de derecha que un machista de izquierda y los indígenas la misma pistola.
Seamos concretas
Hay, en Mujeres Creando, una constante valoración de lo concreto. Un materialismo vital donde la clave pasa por desjerarquizar la relación entre el “trabajo manual, el trabajo creativo y el trabajo intelectual”. Esta cuestión ha sido un aprendizaje, un trayecto de la propia historia. La fundación de Mujeres Creando se decide “en el momento en que escuchamos los análisis sobre la derrota de la izquierda elaborados por la propia izquierda (...) Veíamos que no había ningún deseo, ninguna voluntad ni capacidad de asumir responsabilidades sobre la cagada que se hizo. Ese es el primer viraje que nos lleva a decir: autonomía, feminismo, no partido”. Luego siguieron otros puntos de inflexión que se convirtieron en reacomodamientos de fondo: el cuestionamiento de la academia (“No es que si eres universitaria tienes prohibido el acceso, pero hay todo un cuestionamiento que implica pensarnos por nosotras mismas”); el encuentro con las trabajadoras del hogar, la vinculación con mujeres campesinas y con las vendedoras endeudadas; el trabajo con las prostitutas y finalmente el desafío de la TV. Estos pasajes y movimientos de las Mujeres Creando siempre implican un trabajo sobre el propio grupo: “Nosotras asumimos como colectivo los problemas individuales. Trabajamos mucho sobre los proyectos personales de vida. En las organizaciones sólo tiene relevancia lo que le importa a la organización: cuando vas a la marcha, cuando haces el cartel... pero ¿y tu vida? Eso no le importa a la organización. Para nosotras es fundamental que las compañeras que se incorporan a Mujeres Creando puedan explicitar su proyecto de vida y las demás, de alguna manera, podamos conocerlo, tenerlo presente, ayudarla”.
Mujeres Creando logra amalgamar la vida cotidiana de ellas mismas como movimiento (de allí también la preocupación por inventar y cuidar proyectos de autosostenimiento económico) con un tejido de solidaridades que va más allá del colectivo mismo. Un tejido que está disponible para muchas mujeres en problemáticas de aborto, desempleo, corrupción o violencia. Desde este lugar se despliega su capacidad de intervención social: tomando la iniciativa, intuyendo la provocación, eligiendo las palabras, los temas y los escenarios. Y siempre insistiendo con que no tiene línea, porque disfrutan de ser puras curvas.
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