INTERNACIONALES II
En cuanto a la participación política de las mujeres en Argentina, la eurodiputada Pía Locatelli es más que optimista: y es que en su país de origen, Italia, no se pudo conseguir la ley de cupos que aquí lleva doce años de aplicación.
› Por Sonia Tessa
Feminista y socialista son dos palabras indisolubles para Pía Locatelli, eurodiputada y presidenta de la Internacional Socialista de Mujeres, que estuvo en Rosario para reunirse con militantes socialistas. Esta profesora de Letras, y licenciada en Economía, de 56 años, es dirigente del Partido Socialista Democrático Italiano y fue integrante del consejo de la región de Bérgamo. Preocupada por la paridad, alerta sobre el retroceso en la representación política de mujeres que significó el gobierno de Silvio Berlusconi.
A partir de esa preocupación, subraya con cordialidad de visitante el avance que significó en la Argentina la Ley de Cupos, cuya similar fue rechazada en Italia por la Corte Constitucional porque “decidió que era contra el principio de igualdad”, cuenta con un gesto elocuente sobre su desencanto con esa resolución. Y traza un correlato entre el retroceso de la representación femenina en su país con la Argentina. Es que la primera vez que Locatelli llegó al país fue en 1993, para ver la aplicación de la Ley de Cupos. “El resultado de esta ley es que ahora Argentina está entre los 19 países de todo el mundo que consiguió el objetivo de la Conferencia de Beijing, que era la presencia mínima del 30 por ciento de mujeres en el Parlamento y, además, es uno de los cuatro países de América latina que lo obtuvo”, subraya.
–¿Cuál es la situación de Italia en la representación política de las mujeres?
–Italia es el último país de Europa en cuanto porcentaje de mujeres en el mercado de trabajo, así como es la última en tasa de fertilidad. Normalmente uno piensa que las mujeres no tienen hijos e hijas porque trabajan, pero en Italia se da la realidad contraria. Tiene una baja tasa de natalidad porque pocas mujeres están en el mercado del trabajo. La tasa de actividad de mujeres es del 42 por ciento. El problema de Italia es que hay una mala relación entre la condición femenina y el trabajo. Y la independencia económica es fundamental para la práctica de la libertad, que no es antagonismo con los varones. La libertad de elegir, de ser una pareja libre, es una mejor manera de ser pareja. Esto tiene que ver con que en nuestra historia democrática, ya que las mujeres en las instituciones, en el Parlamento, fueron siempre verdaderamente pocas, y así la transformación del Estado de bienestar no ha seguido la transformación de la sociedad.
–¿Y cuál fue la influencia del gobierno de Silvio Berlusconi en la participación de las mujeres?
–Con este gobierno disminuyeron las mujeres en el Parlamento. Además, su presencia pública es un escándalo. Un ejemplo típico es la televisión de Italia, porque las mujeres están todas desnudas y haciendo el papel de las que sirven. Los varones son los políticos, los periodistas, los protagonistas y las mujeres son el contorno.
–¿Las dificultades se encuentran en el acceso a la política o en que las militantes tienen dificultades para ocupar lugares de poder?
–No hay muchísimas mujeres que quieren hacer política, porque está el mensaje de que es sucia, que no es típicamente un papel de mujeres. Cuando hay mujeres que quieren hacer política, hay otra forma de obstáculo, porque las reglas son difíciles. Se hacen reuniones por la tarde y una mujer tiene que organizar la familia. Y otro problema es que las mujeres no tienen práctica del poder, es un problema ancho como una casa, porque tenemos también un mensaje muy particular que viene de una corriente feminista que desprecia el poder. El poder es importante si hablamos de empoderamiento, Yo quiero el poder, para decidir cambiar el estado social en Italia. El poder es necesario para hacer cosas positivas. Si una no tiene poder no hace nada. Por esa razón es importante tener ejemplos como la candidata a la presidencia de Chile, Michelle Bachelet, es un ejemplo de que las mujeres pueden gobernar bien en los cargos muy altos.
–Usted es eurodiputada y como tal debe encarar problemas tan críticos como la inmigración.
–El problema es que el objetivo de una parte de Europa, que es la parte socialista, es que Europa no sea una fortaleza cercada, porque nosotros hablamos de libertad de circulación de las cosas, del dinero, tenemos que hablar de circulación de personas, con reglas, porque no se puede acoger un número que no seamos capaces de acoger, en el sentido de trabajo, ocupación, servicio y todo. Pero el principio de una circulación aceptable de las personas es necesario. Es un problema difícil y delicado, pero una actitud de clausura total es un enorme error.
–Un discurso que circula habla de resolver los problemas en los países de origen, para evitar la inmigración.
–En Italia hay una ley que es antiinmigración. La derecha argumentaba que no podemos acoger a los inmigrantes, que hay que hacer inversiones en su país de origen. Pero no es exactamente así, porque si un país de Africa, por ejemplo, se desarrolla, una primera reacción de la parte más avanzada del país es cómo pueden venir a Europa. Esta es una solución a largo plazo, pero si pensamos que al invertir en Senegal se bloquea la inmigración no es real, porque una reacción al desarrollo es viajar.
–El otro tema que debe afrontar como eurodiputada es la compleja relación con el mundo islámico y el terrorismo.
–Es uno de los problemas más complicados de manejar, pero la guerra en Irak no solamente no resolvió el terrorismo, sino que lo ha enfatizado. Se ha demostrado que combatir la situación en Irak con las armas fue un fracaso, y por eso hay que apostar al comercio dulce, al intercambio, aunque parezca un discurso teórico a largo plazo. Tenemos que reforzar el Islam moderado, tenemos que ayudarlos para que sea claro que hay un Islam democrático, que tiene que liderar. Y es contra los fundamentalismos, porque nosotros también tenemos fundamentalismos cristianos.
–La propia Iglesia Católica combate los derechos sexuales y reproductivos.
–Sí, en Italia venimos del referéndum sobre derechos sexuales y reproductivos, donde la Iglesia jugó un rol poderoso para que la población no vaya a votar, para dañar el referéndum que tenía como objetivo cancelar una ley injusta, que al contrario de ayudar a la maternidad asistida puso miles y miles de obstáculos. La Iglesia ha jugado un rol poderosísimo.
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